Puede sonar a complacencia, a ser excesivamente permisivo, pero a veces terminas sintiendo cariño por determinados blockbusters tan sólo por un elemento convincente o algo que no esperabas en la película. Una pequeña salida de la norma al que le tienes que reconocer ingenio y hace memorable a algo tan agradecidamente intrascendente como ‘Spider-Man: Lejos de casa’.
Qué aterra a una araña
El verdadero final de toda una saga para Marvel Studios, estrenada como ligereza veraniega tras el inmenso clímax de ‘Vengadores: Endgame’. El hombre araña es interpretado nuevamente por Tom Holland en su segunda cinta como protagonista superheroico, acompañado de Zendaya y un Jake Gyllenhaal memorable. La película, dirigida por Jon Watts, se va a poder ver hoy en televisión a través de La 1 de Televisión Española a partir de las 22 horas, aunque también se encuentra en streaming a través de Netflix.
Tratando de descansar de los devastadores eventos del enfrentamiento con Thanos y la muerte de su mentor Tony Stark, a Peter Parker no le podría ilusionar más la llegada de las vacaciones de verano. Su viaje por Europa con el resto de la clase puede ser su oportunidad para acercarse a MJ, la chica que le gusta, pero la irrupción de unos villanos inesperados trastocará sus planes.
De manera intencionada o no, la buscada intrascendencia de esta aventura con un juvenil Spider-Man sentó bien tras la inmensa bola épica de la anterior película de Vengadores. Esto claramente la hace, “Una más de Marvel”, con su entretenimiento consistente, sólido, no especialmente memorable, siguiendo la línea media de sus producciones.
Con todo, Gyllenhaal consigue que deje algo de huella en su interesante interpretación de Mysterio, uno de los rivales más míticos del héroe arácnido. Sus intentos de suspense y sus motivaciones están planteados con interés, y no tiene miedo a intentar una parodia de los directores controladores (que conoce de primera mano, ya trabajó con David Fincher) en una divertida secuencia “detrás de las cámaras” de preparación al espectacular tercer acto.
Es una simpática ocurrencia que da para ponerse entrañable con una producción funcional, al igual que la efectiva secuencia alucinatoria donde Watts rescata su pasado en el cine de terror. Destellos interesantes para endulzar un sólido entretenimiento que va ahora de perlas para este verano cada vez más intenso.
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