Peter Berg se consolidaba como cineasta muy a tener en cuenta tras una más que interesante trayectoria inicial que no se había visto recompensada con una taquilla a la altura. Afortunadamente para su carrera, Will Smith, Charlize Theron y (otra vez) Jason Bateman hacían un alto en el camino para montar esta fiesta de dioses descarriados que es 'Hancock'. Esta noche en La 1.
Gran poder, mayor irresponsabilidad
Seguro que recuerdas aquella escena de 'Superman III' en la que el héroe interpretado por Christopher Reeve bebía unos copazos en una taberna local ante la mirada, entre sorprendida y aterrada, de la multitud. La esencia de esa secuencia bien podría ser el alma de 'Hancock', una historia de Vince Gilligan (junto a Vy Vincent Ngo) a la que Peter Berg puso su toque especial. El resultado fueron unos rotundos 630 millones de dólares de recaudación mundial y una de las películas más taquilleras de 2008, solo superada por 'El Caballero Oscuro' y la última entrega de Indiana Jones. Y por un oso panda experto en artes marciales que recaudó dos miserables millones más.
La película de Berg ofrecía una alternativa interesante a las producciones recientes de Marvel o DC, que por entonces tenía al segundo Batman de Nolan como máximo exponente de solemnidad encapuchada, con una inteligente mezcla de grandes dilemas divinos al más puro estilo Alan Moore (o sea, 'Watchmen') y diversión y espíritu festivo de los recién inaugurados Marvel Studios. 'Hancock' supo acomodarse entre Iron Man y Batman y sacar provecho como el que más. De hecho la película de Peter Berg hizo más dinero que la de Jon Favreau. Qué cosas.
Lo que hace especial a 'Hancock' es su honesto cinismo. La amarga desventura del personaje interpretado por Will Smith es trabajo que se aprecia mejor desde la melancolía adulta. En parte por los pecados de un ser superior ahogado en su propia idiosincrasia y en parte por el libro de estilo de su propia historia. 'Hancock' no es una película de perfil superheróico tradicional, más bien todo lo contrario. Aquí el humor aligera una historia bastante más seria e interesante. Para empezar, sobre la desestructuración familiar.
Peter Berg ha rodado un blockbuster con Will Smith, pero no se olvida de desarrollar su discurso habitual. La identidad de la América que madruga y la honradez en un mundo cada vez más deshumanizado donde, además, nos damos de frente con superhéroes que no quieren saber nada de nosotros. A ello ayuda un reparto en estado de gracia y muy consciente del circo en que se ha metido. Sobre todo la pareja protagonista. Smith y Theron echan un pulso divino difícil de olvidar. Y lo de pulso divino, además, en sentido literal.
Ni exposición ni origen. 'Hancock' no estaba destinada a ser como el resto de apuestas sobre orígenes secretos. Era una historia sobre la destrucción del mito. Una especie de reverso negativo del mismo. De algún modo podría sentirse más cercana a 'El protegido' que a un superhéroe más popular. Como hizo M. Night Shyamalan, Berg intenta acercar la esencia de esa historia y manifestarla en nuestra realidad.
La mitología que expone sigue funcionando como el primer día, probablemente porque ahora estamos más necesitados de algún tipo de intervención divina que no parece estar prestando mucha atención a nuestros ensordecedores gritos sordos de ayuda.
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