Dicen que la televisión es un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Partiendo de esa premisa podemos ver en la actualidad un espejismo de nosotros mismos en nuestra cadena pública, que ha vivido un sinfín de cambios desde su nacimiento. La 1 ha evolucionado a lo largo de nuestra historia reciente, desde aquella cadena que tenía el monopolio de la televisión hasta convertirse en un miembro más de una amplia familia, expandida en exceso con la llegada de la TDT. Si por algo sigue destacando La 1, y por ello todos los canales que pertenecen a la corporación RTVE, es por las particularidades y deberes que da ser un ente público al servicio de los ciudadanos, una característica a la que siempre debe guardarle respeto.
Quizá por eso, y porque el Gobierno de turno tiene la oportunidad de hacer los cambios en su estructura que estime conveniente, la principal cadena pública ha dado numerosos bandazos en los últimos años, siempre dependiendo del color del partido político en el poder. Parecía que esta singularidad se había terminado en su anterior etapa, cuando se llevó a cabo el tan ansiado consenso político para elegir a sus principales directivos. Esto dio lugar a una época de cierta estabilidad en la que las críticas negativas se rebajaron y el prestigio social y la audiencia no hicieron más que aumentar, un espejismo que no duraría mucho tiempo.
No podemos olvidar que en la etapa de esplendor la cadena tuvo que agradecer en gran medida lo de la audiencia a la eliminación de la publicidad, después de que se decidiera proteger su carácter público y hacer que el resto de privadas aportaran una cantidad económica para mantener sus emisiones. Este hecho favoreció la época próspera en La 1, acompañada del prestigio que le otorgó la mayoría de sus producciones audiovisuales y sus espacios informativos. Audiencia y reconocimiento llegaron por igual, ofreciendo los ingredientes más atractivos capaces de seducir a los espectadores y haciendo de La 1 un canal imbatible que contaba con una imagen muy positiva.
La destrucción de lo conseguido
Como decimos, la cadena consiguió una parrilla sólida, soñada por cualquier competidor, capaz de competir con solvencia en cualquier franja horaria. Una situación soñada que se derrumbó con la llegada de la crisis, momento en el que La 1 sufrió las consecuencias más nefastas de ser una cadena pública, ya que muchos ojos se volvieron hacia ella a la hora de recortar. En ese momento su programación detuvo de raíz la emisión de varios espacios de producción nacional, lo que derivó en una fuga automática de espectadores de la que hoy en día no se ha recuperado.
La situación actual está marcada por este acontecimiento, incluso después de que La 1 ha intentado recuperarse con la vuelta de sus series y la llegada de nuevos productos que intentan revitalizar su audiencia (los últimos cambios dados en la franja de tarde son un buen ejemplo de ello). Pero no nos podemos olvidar del otro factor fundamental que ha marcado la sombría época que vive La 1. Se trata de la ruptura de ese consenso del que hablábamos anteriormente, que ha provocado un modificación en su línea editorial. El mayor reflejo de esta nueva etapa se dio con algunos cambios en los profesionales que trabajaban en los espacios informativos, lo que se ha traducido en una pérdida de popularidad que ha colocado a La 1 en el punto de mira y la ha situado de nuevo en el centro de todas las quejas.
Ese es el motivo por el que hoy en día se suceden las críticas hacia buena parte de su programación, que ha pasado de las alabanzas generales al análisis microscópico de todos sus contenidos. Así, hoy nos encontramos con un panorama en el que se repiten las polémicas en torno a los contenidos de sus informativos, principal diana de quienes más descontentos se encuentran ante los cambios que ha sufrido la cadena pública en los últimos meses. Ese está siendo el precio a pagar, las consecuencias de que los espectadores no vean en su cadena pública una programación que esté a su servicio y en cambio solo sirva a los intereses políticos de quien gobierne cada cuatro años.
La tercera en audiencias
Donde antes lideraba con comodidad, La 1 se ha visto relegada al tercer puesto en el ránking de las audiencias, en una situación peliaguda que pone en entredicho el impacto negativo de todos los cambios que ha sufrido recientemente. La cadena ha podido respirar esta temporada gracias a grandes eventos televisivos, como la retransmisión de la Champions League, o la vuelta de sus series, que se encuentran entre las ficciones más seguidas de nuestro país ('Cuéntame cómo pasó', 'Águila roja' o 'Isabel').
Más difícil lo ha tenido con algunos de los espacios de entretenimiento que ha estrenado este año, que no han conseguido captar la expectación del público. Este es el principal motivo de la debacle de sus tardes, por ejemplo, un desastre que se suma a la pérdida de audiencia que ha vivido también en la franja de la mañana. Pese a llegar a ser competitiva en algunos de sus prime time, a la cadena le queda un duro trabajo que hacer en el resto de franjas horarias, sobre todo si quiere aspirar a convertirse en la cadena líder en nuestro país que fue en el pasado.
Llama la atención el hecho de que nuestra cadena pública quiera ser también la más vista, una meta que no tendría que ser tal para una televisión sin publicidad que busca estar al servicio de los espectadores. Debería bastar con ofrecer una programación de calidad al margen de las audiencias, pero la hegemonía reciente (perder audiencia hoy significa que has perdido algo del triunfo que heredaste) y la inclusión de cada vez más frecuentes "patrocinios culturales" nos hace pensar que La 1 sigue dependiendo demasiado hoy en día de los resultados que marque la audiencia.
Un futuro con sombras
Otro de los puntos por lo que la vuelta de los espectadores se convierte en un objetivo primordial para La 1 es porque sería la muestra más clara de que la cadena vuelve a tener la confianza de la mayoría de la audiencia, un favor con el que no cuenta en la actualidad. Lo cierto es que ese debe ser el objetivo a alcanzar en el futuro, la recuperación de la confianza por parte de los espectadores, pero porque eso significaría contar con una programación de calidad, llena de rigor e independencia informativa, y no solo porque La 1 pudiera presumir de un incremento de la audiencia.
La 1 ha demostrado en el pasado lo que se puede lograr cuando se intenta dejar a un lado las implicaciones políticas y se trabaja para estar al servicio de la ciudadanía. De esa gran labor ha obtenido un reconocimiento que le ha llevado a recibir varios premios internacionales como muestra de su buenhacer, un prestigio que ha perdido recientemente y que le costará recuperar. Quizá habrá que esperar a que vuelva ese anhelado consenso que busque una televisión pública de la que podamos seguir estando orgullosos como espectadores y rompa de una vez por todas el uso de los medios de comunicación públicos con fines políticos.
En ¡Vaya tele! | La 1 se hunda por culpa de los recortes
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