La 1 ha tenido la audacia de organizar un preestreno de Águila Roja en su web (ya lo tenéis disponible), una decisión nos hace pensar que están seguros de que lo que tienen vale pena y de que el ruido en Internet puede favorecer el estreno de mañana en La 1. No voy a actuar de pitonisa, que otras veces ya he demostrado que no es lo mío, y tampoco quiero ser demasiado sangrante porque me puede el pudor, pero ‘Águila Roja’ no levanta el vuelo ni a tiros. No hay por dónde coger la serie.
No voy a entrar a detallar la desastrosa ambientación de época con derroche de cartón piedra ni los constantes anacronismos porque la lista se haría interminable. Basta con echarle un vistazo a los cinco primeros minutos para ver desplegados los tópicos de Globomedia que nos sabemos al dedillo: niños, desnudos, amor y demás. En ese tiempo podréis escuchar diálogos forzados, interpretaciones llevadas al extremo y planos que parecen sacados de un manual. Y aviso para navegantes: el primer episodio dura ochenta minutos así que poneos cómodos.
El arranque de la serie concluye con la muerte que marcará el resto de la historia, con un plano cenital, un diálogo con Dios del tipo “no te la lleves” y un grito de “¡noooooo!”. En esos primeros quince minutos podréis ver la presentación de personajes y, sobre todo, a los malos, un Francis Lorenzo cruel y despiadado (no me diréis que no le pega), como comisario y cabecilla de una logia, confabulando contra el Rey y beneficiándose a la marquesa. También se encargan de que no se nos olvide la manzana de la discordia: un libro que ha ido a parar a una alcantarilla. Y elipsis de tres meses tras la que aparece el vengador de la espada japonesa.
¿Por qué hay un niño que dibuja muy bien y que se llama Murillo? Se ve que el grupo de niños de El internado ha creado escuela, al menos en Globomedia. ¿Por qué usan palabras como aguador o reales si el resto del léxico es contemporáneo? ¿Por qué en las acrobacias se notan tanto los dobles? ¿Por qué hacen una liberación de condenados a la horca al estilo Robin Hood? Y casi me muero de la risa cuando se descubre quién es Águila Roja, con fanfarria de emoción incluida, como si no hubiese quedado claro desde el principio.
El capítulo me ha parecido redundante, sin emoción ni intensidad y como si oliese a naftalina o al incienso típico de un mercadillo medieval. Para los que tengáis curiosidad, Águila Roja ha visto mucho mundo y hasta ha estado en China, de ahí la espada y sus ademanes de ninja, y deja a su paso una pluma roja. Hay un momento en el habla con su hijo sin que el niño lo sepa. El héroe engola la voz y el niño no le reconoce. Increíble.
Seguro que si veis el capítulo encontraréis más elementos para el regocijo general. De todo yo me quedo con el personaje del escudero tontorrón, que no podía faltar en una serie de este tipo y que se define a sí mismo como un “ordenador personal”. Tronchante. La revelación final del niño es espectacular. Todo se endereza, el villano se convierte en héroe y que empiece lo bueno. El tipo esquiva un bala como en Matrix, en serio. A mí que no me esperen, prefiero jugarme una partida al Assassin’s Creed.
Más información | Primer episodio en la web de RTVE
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