Si con la elección de Anne Hathaway y James Franco como presentadores se pretendía rejuvenecer la gala de los Oscars, alguien se olvidó de que para ello también se debería haber elaborado un guión con el que estar a la altura de las circunstancias. Los Oscars cayeron una vez más en lo que hemos visto otras muchas veces: una gala sobria, demasiado correcta, que se hizo muy larga y aburrida para el espectador, tanto que a mí me costó media vida aguantar despierto hasta el final.
A priori parecía que todo estaba listo para que disfrutáramos de una buena noche. La elección de los presentadores era arriesgada pero nos atraía el hecho de que el peso de conducir la gala recayera en dos actores jóvenes, simpáticos y que nos transmitían buen rollo. Todas las promos que la ABC se encargó de emitir iban por esta línea. Pero a medida que la noche avanzaba descubríamos que esos anuncios sería una de las mejores cosas que veríamos este año.
Quizá como resultado de la polémica surgida tras la presentación de Ricky Gervais en los Globos de Oro, las burlas brillaron por su ausencia en la gala de los Oscars. Alguna referencia a Charlie Seen y poco más. Pero con las burlas también se fue casi toda la comedia que a una gala de estas características se le podría incluir. No hubo apenas humor. Sólo unas sobrias presentaciones a quienes entregaban cada premio, algo que dudo mucho que se pareciera a lo que el público joven esperaba de la gala.
El monólogo inicial de ambos ya resultó bastante flojo, en el que lo más destacable fue la intervención de la madre de Anne Hathaway y la abuela de James Franco. Y si tenemos que comparar la labor de uno con la que hizo el otro, hay que decir que Anne estuvo mucho más acertada que su compañero, que no pasó de la pose erguida, la sonrisa y la mirada engatusadora (quizá por ello fue elegido para presentar la gala). Puede ser que los nervios se apoderadan de él, ya que además de ser uno de los presentadores estaba nominado para conseguir el Oscar al mejor actor.
Anne Hathaway, en cambio, se mostró mucho más relajada, incluso se lució con uno de los números musicales de la gala. Mientras, lo máximo que vimos de James Franco fue su transformación en Marylin Monroe, tras comentarle a su compañera que si ella iba de esmoquín él podía vestirse como Marylin (un topicazo que suele ser ya muy recurrente). De James también me gustó que grabara algunos momentos en su móvil para subirlo a twitter durante los descansos, por lo que los que seguíamos los Oscars a través de internet también pudimos disfrutar de momentos que no se mostraban por la televisión.
Y ambos presentadores estaban tan metidos en el guión que la persona que más destacó fue Kirk Douglas, cuando apareció en escena para entregar el Oscar a la mejor actriz de reparto. El veterano actor se lo tomó con calma, pero se salió del guión haciendo todas las bromas que le parecieron oportunas. Y acertó. Al contrario que el encargado de decidir que las canciones nominadas se interpretaran en directo, una decisión que no ayudó a mantener el poco ritmo que la gala había conseguido mantener.
Pese al gran vídeo que pudimos disfrutar al inicio de la gala, en el que Anne y James se metían en cada una de las películas nominadas, todo quedó en una ceremonia sin sorpresas. Los grandes favoritos se hicieron con su preciada estatuilla y la noche transcurrió sin ningún tipo de brillo ni chispa. Me fui a la cama con la mente puesta en dos pensamientos: el primero me decía que no había merecido la pena el esfuerzo de permanecer despierto, mientras que el segundo me confirmaba que, en cuanto a guión se refiere, nuestros Goya no tienen nada que envidiar a los Oscars.
Nuestros compañeros de Blog de Cine estuvieron atentos a la gala valorando todos los premiados de la noche, por lo que quienes quieran repasar la lista de todos los oscarizados pueden dirigirse a su blog.
En ¡Vaya tele! | James Franco y Anne Hathaway entrenando para los Oscars, la imagen de la semana
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