TVE ha confirmado que seguirá formando parte del proyecto europeo de Eurovisión por su vocación de servicio público que tiene como pilares básicos la difusión de la música y el encuentro pacífico de los pueblos. Estos argumentos no parecen lo suficientemente sólidos como para sostener un programa que desde hace unos años se basa en el televoto y que siempre se ha caracterizado por premiar canciones en las que se valoraba no tanto la calidad musical como la afinidad entre países.
A esto hay que sumar el hecho de que las últimas intervenciones de los representantes españoles en el certamen han sido fracasos sonados. Ninguno de los formatos creados para escoger a los representantes (desde el primigenio Operación triunfo hasta el último Operación Eurovisión), han alumbrado resultados satisfactorios. Y en las últimas ediciones los índices de audiencia han marcado una pérdida de interés de los espectadores hacia el formato y que la cadena relaciona con la creciente fragmentación del mercado televisivo.
TVE anuncia novedades que intentarán rectificar el formato, pero no especifica en qué consistirán. Y sí que han decidido retirarse de Eurojunior por considerar que el programa fomentaba estereotipos no demasiado apropiados para la infancia, pero mantienen la versión tradicional a pesar de los claros indicios de agotamiento del producto.
Cabe preguntarse qué compromiso liga a TVE con la UER (Unión Europea de Radio-Televisión), y que hace que la cadena siga apostando por un producto en franco retroceso. Quizá es que el modelo de financiación de la cadena reniega y, al mismo tiempo, depende del sistema de televoto para llenar las arcas. No es de recibo, no obstante, que una televisión pública que está en pleno proceso de reconversión mantenga en la parrilla programas como este que suponen un considerable gasto anual en cuanto a la producción y que no reportan beneficios a la imagen de la cadena.
Vía | Ver tele