El crítico había vuelto de la biblioteca y estaba siguiendo su habitual rutina de escribir críticas y ordenar sus notas de algunas películas que había visto cuando, de repente, tras la ingestión de una bebida energética-de-cuya-marca-blanca-no-hablaremos-esta-vez, se apareció un coro. Pero no era este un coro griego. Era un coro muy especial. ¡Era el coro de los antidisturbios de la pedantería!
Este coro siempre llega para recordar al Crítico cuando se ha pasado y, tras colgar de varios pinos a un montón de cineastas iraníes y franceses, había llegado para imponer su valiente justicia en el susodicho bloguero, parte de un famoso y visitado colectivo bloguero que posteaban la actualidad cinematográfica, desde sus noticias hasta sus críticas.
El Coro.: Hartos nos tiene. Hartos estamos. Te crees Quevedo. Y tu prosa ni para lucir tu pene. El cansancio deviene. Y es que tu escritura no vale ni un bledo.
El Crítico reaccionó al principio con virulencia. ¡Iba a cantar las cuarenta a aquél coro! Pero el Coro, con las porras de sus vozarrones y las nubes de comentarios negativos, apagaban enseguida sus intentos de defensa, todos banales ante tal poderío de la naturaleza permaneció sentado y escuchando a tanta indignación.
El Coro.: ¡Tu eres un bobo y un cretino! No nos gustan las oraciones, ni las comas; no nos gustan los razonamientos; no nos gustan los derroches de léxico; no nos gustan tus ideas de la prosa ¡y al infierno debes de ir! ¡Al infierno, al infierno! No nos gusta como no nos prestas servicio.
El Crítico quería responder. ¡Pero él quería prestar servicio a aquel grupo de indignados muchachos y muchachas que, en feliz coro, se apresuraban a aleccionarle sobre como se escribía y como se juzgaba! ¡Él estaba a favor de la democracia! Él no quería, después de todo, ningún otro conflicto que no fuera intelectual, y así lo expresó.
El Coro: ¡Intelectual! Esa palabra la usan los gafapastas. No nos gustan las gafas de pasta. No nos gustan nada. ¿Sabes que nos gusta? Nos gusta mucho el tráiler de la peli tan chula esta que dicen que irá a los Oscar…¡Nos gusta mucho! ¡Nos encanta!
El Crítico atendía, cada vez más perdido. ¿Qué querían decir con aquellos gustos? No lo entendía, pero comprendía que debía dejar exponer sus argumentos al coro. ¡Y hacerlo sin protestas!
El Coro.: España ¿no conoces España, o el estado español, o como se llame? Mira, aquí somos de hablar las cosas. Lo blanco, blanquérrimo, y lo negro, negro. Y si algo no nos gusta, somos genitales. Si, amigo crítico.: en este país, los penes pueden ser pequeños, pero las pelotas son enormes. Así, esto es así por mis cojones, y esa peli es mala de cojones, y no me sale de los huevos darte otro argumento. ¡Somos un país genital, te digo! ¡Somos un país varonil! ¡No toleraremos tus pedanterías!
El Crítico trató de definir pedantería. ¿Podría, quizás, entender a ese Coro de antidisturbios de la Pedantería si lograba entender, al fin, la razón última de su protesta?
El Coro: ¡A diferencia de ti, mi pequeño e insignificante ciudadano europeo, nosotros tenemos una soberanía popular y nacional! Pedante es todo lo que yo diga que es pedante: ¿qué otra explicación esperas? Mira, acto seguido, te recordaré que hay que escribir claro. Con sujeto y predicado. Que esta redacción no te la pasaban ni en el instituto, ni en la universidad. Porque yo ¡soy el coro! ¡Y todo lo sé, y todo lo intervengo! Y tú....ah, atrevido, malcriado, niñato, sarcástico, satírico, memo, mentecato, inútil, retórico…¡No me sirves! ¡Quiero críticas decentes y claras! Me encanta la claridad!
Pero el Crítico no quería explicar ahora que la claridad puede ser decir, también, que tal vez la película sea interesante de un modo distinto al establecido; que la claridad puede que sea decir que la película no debe ser tomada en serio y por ello usar otras palabras. El Crítico estaba convencido de que el ejercicio noble de esa profesión consistía, siempre, en usar otras palabras.
El Coro: ¡No! ¡Calla, calla, calla! No nos gustas y ¿sabes lo que no debes hacer? Escribir uno de esos posts. Usar la farsa, la sátira o cualquiera de tus formas para criticarnos. La ironía. El sarcasmo. No nos gustan: denotan inseguridad, denotan lloriqueo: ¡tienes que seguir nuestros consejos, tienes que ser siervo de nuestros deseos y sobre todo tienes que dejar de ser tan pedante! Te llenaremos la espalda de moratones adjetivales, te vamos a escupir en tu cara sin mayor argumentación: porque eres quien nos disgusta, porque no tenemos tiempo y porque nosotros sabemos. ¡Así que deja de enfadarte y de hablar de la tradición antiintelectual que acecha a este país!
El Crítico hizo una promesa.: no caería en la trampa fácil de parodiar la visita del coro en uno de esos posts para que la gente entendiera que estuviera molesto. ¡Él era una persona no ya humilde sino agradecida! Agradecida de veras, a todos, sobre todo al público, al que le repetía lo de estupendo cada vez que los mentaba como tal. ¡No se atrevería! Se iría a dormir, olvidaría el incidente, trataría de mejorar. Pero…..
El Coro: ¡Nada de peros! Pero, pero, pero. Tú vives en los peros, nosotros preferimos que nos digas si la peli te ha gustado o no. Y hablando claro: ¿te mola una tía? Pues lo dices. ¿Te mola un director? Pues lo dices. Hay pelis que son un pasote, y no consentiremos mayores atrevimientos. ¿Entiendes ahora nuestro mensaje, captas el rumbo que deben tomar tus textos?
El Crítico se alzó de valor. Y encontró las palabras que quería decir, despejando la furia de su tono.:
“Mi querido Coro de Antidisturbios de la Pedantería:
¡Teméis a la discusión como el perrete teme a la tormenta!
¡Me pedís claridad pero aceptáis mayores complicaciones en la vida diaria!
Y no, no me digáis que esa es la razón, porque os levantáis y la información os satura. Basta con entrar a la página de un periódico. Tenemos más información ahora que hace cuatrocientos años y ¿nos ciega? ¿Nos vuelve idiotas? Al contrario: dicen los científicos que agiliza nuestro pensamiento. Pero vosotros ¡no tenéis problemas con esa magia llamada Internet, con esos trozos de metal que se conectan a lugares que no se ven pero que son anchos y vastos y aunque no podáis explicarlo, lo aceptáis!
Claro que lo aceptáis.: al despertar, aceptamos magias más profundas y no pasa nada. Pero luego hablamos de ser pedante, de ser oscuro ¡pero qué es sino temor a discutir las cosas de otra manera lo que yo aquí veo!
No hay nada que temer: yo respetaré todos y cada uno de vuestros sopapos, recomendando, eso sí, una actitud más constructiva, mayor calma. Estáis en vuestro soberano derecho a decir no.: ¿pero y si dialogando en términos más cercanos logramos hacer una conversación? Porque para entablar una conversación hay que hacerla primero: no podemos entablar nada que empiece por un “silencio, tonto” o un “así no, maldita sea”. ¿No os parece? Yo no escribo buscando el ser halagado: no creo que mi vanidad merezca ser engordada, ni mi figura endiosada, porque, al fin y al cabo, no soy tan importante, ni tan listo, ni tantas de esas cosas que, en pasatiempo feliz, me atribuyen ustedes.: ¡pero si con faenas llego yo al final de los martes! Yo me conformo con que la gente discuta y piense de un modo distinto.
Modestamente, no creo que una película nos deba gustar o no gustar, porque eso, mi querido coro, no ha dejado de suceder, de la misma manera que no deja de llover ni estar nublado. Lo interesante son las razones.: yo he venido con vosotros a razonar, a ver quien es más persuasivo. ¡Si todos arremetemos contra algo, perdemos el sentido del humor y perdemos la posibilidad de entablar una conversación!
Mirad.: yo creo que las películas no existen como si tal cosa. Yo creo que las películas las hace gente, gente con unas ideas, con unas simpatías, con unas antipatías, gente que pertenece a una sociedad y a una cultura. Yo creo que las películas expresan ansiedades, las reflejan o las minimizan: yo creo que los individuos no son ajenos a todo ello y creo que debemos entender así las películas.
Mirad.: yo creo que es cierto que a veces una frase larga no es una frase simple, pero disfruto del salero de las subjuntivas. A veces me salen mal, es cierto, pero yo no aspiro a la perfección.: aspiro, como mucho, a la complicidad. Pero no busco cómplices para atracar un banco, sino para charlar. No busco grandes juicios, ni grandes juzgados, busco buenos abogados y mejores fiscales.
Mirad.: yo creo que, entre todos, podemos hacer, aquí y ahora, un lugar menos viciado y más divertido. Un lugar donde yo logre entender por qué nos ha conmovido una escena y por qué ese director no nos gusta. Un lugar desde el que cuestionemos los clichés, porque se puede ser de todo en esta vida, pero el cliché es lo que nos entumece el alma, y os lo digo en serio.
Mirad.: yo creo en los comentarios largos, razonables, porque para eso posteo, para que me lean pero también para ser replicado en condiciones de igualdad. Yo creo que no merece la pena votar negativo, pero porque negar el derecho a la palabra no es justo ni es necesario ni requerido en un diálogo entre pares. Y como crítico no soy perfecto, ni soy otra cosa que un jornalero: mi autoridad, que la ganen mis argumentos, no mis preferencias o mis fobias.
Mirad.: yo creo que es mi labor discutir con vosotros porque, a través de esta página y a través de esta red magnífica de comentarios, escribo para vosotros, para ejercer la crítica. Y para mi la crítica no es la opinión o la sensación. Para mi la crítica es como para el carpintero la madera.: una materia prima para construir cosas más grandes. Él puede hacer casas o lo que se proponga y necesite; yo necesito tejer discursos. Con los discursos, intermediamos. Intermediamos entre quien no tiene otra intención que compremos una entrada y quien nos dice por qué razón hay entradas que valgan más que otras. Nada más.
Dicho esto, agradezco vuestra presencia, incluso vuestros insultos.
Espero, eso sí, ser leído con el mismo cuidado con el que leo yo vuestras quejumbrosas palabras”