Inversiones extraordinarias a través de petrodólares en los clubes, ligas donde los equipos actúan como extensiones del conglomerado (franquicias) más que como representantes de una determinada ciudad, análisis de mercado y hasta estudios estadísticos para optimizar el rendimiento y el juego. La industria del deporte ha cambiado enormemente desde los inicios en los que los trabajadores de una ciudad industrial se juntaban para darle patadas a una pelota e iban creando sensación de comunidad.
Un equipo, una nación
Esos orígenes humildes y hasta toscos reflejan la capacidad que tiene el deporte para establecer lazos entre individuos cercanos, crear cultura común y fortalecer la identidad nacional. Es algo que está en el núcleo de una de las películas de Clint Eastwood más eficaces y de las más exitosas (entre sus diez películas más taquilleras) que tiene por título 'Invictus'.
Basada en la historia real del líder político Nelson Mandela y el equipo nacional de rugby de Sudáfrica, los Springboks, la película llega a HBO Max para ser la sensación de las tardes de cine de muchos usuarios. Lo tiene todo, ya que es una película dramática con historia emocionante y realizada de la manera más clásica sin que incordie a nadie. Tan esperable y políticamente correcta como endiabladamente efectiva en todo lo que se propone.
Mandela llega a presidente de la nación africana tras haber pasado años en prisión por defender los derechos civiles. Ya en el poder, no tarda en decretar el fin del Apartheid, la división entre la ciudadanía negra y la blanca del país. Las tensiones raciales no serán tan fáciles de resolver, pero el presidente ve en el mundial de rugby una oportunidad para que el país haga causa común y conecten entre ellos.
No es algo que resuelva necesariamente el racismo, pero evita que escale hasta extremos peligrosos. A pesar de que, racionalmente, pueda resultar absurdo involucrarse tanto emocionalmente en un partido que juegan otros, es innegable el poder que este tiene para cautivar y para forjar esa identidad propia de una comunidad cercana. Eastwood logra tocar eso desde la historia, aunque nunca deja de hacer una película deportiva pura y dura.
El combo actoral de Morgan Freeman y Matt Damon como el capitán del equipo dan la fuerza necesaria para que la historia conmueva y sea fácil de empatizar. Eastwood vuelve a hacer otro gran ejemplo de clasicismo fordiano, nunca complicándose de más en la realización pero tocando los puntos emocionales necesarios. Quizá no sea una de sus películas más completas o excitantes, pero es innegable que funciona enormemente en su uso de los resortes convencionales. Y por ello fue un éxito entonces.
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