El siempre provocador y transgresor Gaspar Noé parece haber pegado un giro radical a su estilo. Sigue experimentando con el lenguaje cinematográfico, como esa pantalla dividida con la que ha jugado en 'Lux Æterna', pero en 'Vortex' vemos a un cineasta más maduro y comedido -rarísimo eso en él- para dar un tierno y doloroso retrato del amor en la senectud y durante el duro proceso de la enfermedad neurodegenerativa.
Pero la apariencia más contenida y sosegada es más superficial que otra cosa, y en ciertos puntos va arrastrando el relato a una de sus angustiosas pesadillas marcas de la casa. Esa jugada particular, que muestra madurez pero también clásica irreverencia, es otro punto de comparación con otra película francófona con la que iba a ser comparada sí o sí dada la premisa. Se trata de 'Amor', una magistral película que podemos ver en HBO Max (además de en Filmin y en Movistar+).
En la salud y la enfermedad
Para desgracia de Noé, la comparación no le podría hacer más daño. Aparte de que su película tiene algunos problemas para casar del todo su artificio visual y su historia, 'Amor' es una de esas películas que se volvió clásico imprescindible casi desde el primer momento que se pudo ver. Una de las mejores películas de este siglo, que parecía esconder un trabajo sosegado de madurez de Michael Haneke, pero volvió a destrozarnos por completo y dejarnos con menos fe en la humanidad de lo que empezamos.
La película sigue a una pareja francesa de octogenarios, Georges (Jean-Louis Trintignant) y Anne (Emmanuelle Riva), felizmente jubilados tras toda una vida dedicada a la enseñanza de la música. Viven muy cómodamente, en un fabuloso apartamento de París, con varios alumnos que han conseguido prosperar en el circuito orquestal y una hija (Isabelle Huppert) que también prospera en el negocio familiar, aunque tenga problemas matrimoniales.
Todo es prácticamente idílico hasta que azota la tragedia de manera inesperada. Anne sufre un ictus, una interrupción brusca del riego sanguíneo en el área del cerebro, y queda paralizada. Las secuelas son arrolladoras, ya que no sólo se encuentra con dificultades para el movimiento sino que cognitivamente se va apagando poco a poco a causa de la demencia. Una durísima prueba para el amor que nutría a este matrimonio y también a la familia.
'Amor': impotencia y frustración
Podría decirse que a Haneke le gusta demasiado regodearse en el dolor y en la miseria, pero realmente su retrato es mucho más complejo que eso. Hay mucha impotencia y frustración por parte de este padre, no sólo intentando hacerse cargo de su esposa cuando él mismo ya no está en plenitud física y mental sino también lidiando con su hija. Y, a pesar del continuo dolor que se vuelve parte de la rutina, sigue habiendo una motivación que parece impulsada por aquello que llamamos amor.
Un amor que no es sensiblero, que es desarrollado y complejo. Por ello, algunas de las cosas más devastadoras que vemos en la película resultan tan chocantes como ambiguas moralmente. Y te llevan al cuestionamiento personal. ¿Qué harías tú en una situación así?
La manera en la que Haneke navega todo eso, además de profundamente deprimente, es exquisita. Sin renunciar a su nihilismo de fuerte pegada, consigue un film realmente íntimo y excelente.
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