En salas de cine ahora mismo podemos ver a Oliver Stone intentando desentrañar el misterio alrededor del asesinato de John Fitzgerald Kennedy, presidente de los Estados Unidos, en el documental 'JFK: Caso revisado'. Treinta años después, Stone vuelve a observar las piezas que habían y las nuevas que han salido a la luz con una obsesión similar a la del protagonista de una de sus películas más laureadas.
Esas obsesiones e intenciones políticas del cineasta han ido mirándose con más escrutinio, especialmente al observar con quién prefiere aliarse en sus cruzadas ideológicas -no preguntes a un hombre su salario y a Stone qué opina de Putin- y, sobre todo, al ser nosotros más conscientes de los peligros de darle altavoz a conspiracionistas. Son terrenos resbaladizos, que podrían manchar en parte el legado de 'J.F.K.: Caso abierto'. Pero basta revisarla en HBO Max para comprobar que tiene (mucho) más dentro.
Dentro del laberinto
Se comete magnicidio en Dallas. El presidente Kennedy ha sido disparado en la cabeza por un tirador posteriormente identificado como Lee Harvey Oswald, que poco después de su arresto es disparado antes de poder ser siguiera juzgado. Pero un fiscal de Nueva Orleans, Jim Garrison -interpretado magistralmente por Kevin Costner en uno de sus mejores trabajos- empieza a creer que hay más de lo que las autoridades han investigado y revelado.
Con una libre interpretación de los hechos, Stone nos introduce en el agotador laberinto de teorías, testimonios, posibles evidencias y elementos circunstanciales por el que pasó Garrison en búsqueda de la verdad. La película luce un reparto de leyenda para mostrar los diferentes rostros y sujetos con los que el fiscal tuvo que entablar conversación en el proceso. Que no sean meros actores anónimos ayuda a darle peso a cada una de estas interacciones y a cada una de las cosas que se revela.
Stone no sólo se encarga de que toda la conspiración que se destapa resulte impactante y también sea capaz de consternar a nuestro protagonista hasta el punto de la obsesión. También se encarga de mostrar los costes de la decisión tomada en pos de buscar esta verdad, mostrando el impacto emocional que tiene en su núcleo familiar y cómo lleva a cuestionarse si realmente vale la pena todo este proceso.
'J.F.K.: Caso abierto': cine épico lleno de garra
Si somos capaz de dejar de lado que el cineasta está bordeando la glorificación de un tipo de personaje que ahora vemos problemático como es el conspiracionista exaltado, la película es un increíble alegato de la importancia de buscar esta verdad, y también del desengaño en relación a lo que recibimos de las fuerzas del poder. En esos aspectos, 'J.F.K.: Caso abierto' es una película llena de garra.
Sus tres horas son un trayecto tan ambicioso como agotador, pero los puntos de mayor fuerza son cine en estado puro, absolutamente imprescindibles. Las escenas del juicio, especialmente el tramo donde se recrea lo sucedido, es un formidable ejercicio de narración, una lección de cómo contar para tener enganchado al espectador, de cómo usar el montaje para ello. Sólo por ello, ya es una experiencia extraordinaria, muestra de un cine épico que hoy resulta imposible de ver.
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