La edad de oro de HBO estuvo marcada por esos dramas esenciales que siguen siendo muy repetidos en la conversación de mejor serie de la historia. ‘Los Soprano’, ‘The Wire’ o ‘Hermanos de sangre’ copan la memoria colectiva cuando se menciona el nombre de la cadena que ahora también ejerce como streaming, pero rara vez se menciona su importante papel en la comedia.
Cierto es que en las últimas décadas, las comedias televisivas más exitosas han sido sobre todo sitcoms de calado más amable, con personajes que daba gusto citar y comentar, como en ‘The Office’ americana. Claro, es un terreno donde no puede competir una serie tan ácida y tan decididamente incorrecta como el show de ‘Larry David’ o ‘Curb Your Enthusiasm’ en su versión original.
Chafando el entusiasmo
Escrita, producida y protagonizada por el mismo Larry David, ya un icono del género televisivo por ser co-creador de ‘Seinfeld’, esta gema de HBO Max ha sido uno de los mayores baluartes de la comedia arriesgada que ha caracterizado a la cadena. Extendida durante más de una decena de temporadas, con ritmo eso sí bastante irregular (básicamente ha habido temporada cuando David ha tenido ganas de levantarse del sofá), la serie aborda este año la que parece, al fin, su conclusión definitiva.
David interpreta aquí una versión ficticia de sí mismo, medio retirado en su vida de rico acomodado gracias al éxito de su serie. Pero no por ello acaba teniendo una vida fácil, ya que siempre tiene algún encontronazo con alguien a raíz de algún malentendido, alguna conducta social que resulta inexplicable o simplemente por la total incapacidad del protagonista de cerrar el pico.
Esas exploraciones de las interacciones sociales, a menudo incomprensibles para Larry, se realizan sin demasiados tapujos ni preocupación por ser políticamente correcto. No por ello esquiva la realidad de que David es un objeto de chiste muy fácil, metiéndose en ocasiones con la burbuja en la que ha elegido vivir para que su misantropía no sea simplemente “faltar por faltar”.
‘Curb Your Enthusiasm’: buscando siempre la frescura
La frescura de las situaciones que se dan en cada episodio, que son perfectos manuales de cómo involucrar a todos en la chanza (y también de hacer una serie sobre nada, su gran sueño), se consiguen a través de una improvisación casi kamikaze. Con detalles bastante mínimos de la trama, David y el resto del reparto improvisan para dar con el escenario más divertido posible (en ocasiones los actores son incapaces de disimular sus risas). A partir de ahí tiran con ideas que terminan volviéndose en contra del protagonista aunque terminan dando razón a sus tesis sobre los comportamientos en sociedad.
De tocar el conflicto israelí y palestino con un restaurante de pollo hasta un intento de resucitar ‘Los productores’, David y su equipo han hecho gala de un humor irreverente, funcionase más o menos. Mayormente ha conseguido mantener un nivel alto sin renunciar nunca a sí mismo, algo que se mantiene en una temporada final donde juega con la idea de volverse un mártir político sin dejar de lado conflictos de poca monta en su club de golf que se van de madre. El último representante de la edad de oro de HBO está a punto de acabarse, y será extrañado por los que siguen en su barco.
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