A pesar de las libertades que permite la animación en cuanto a elasticidad y diseño visual, no siempre se puede tomar la libertad de ser realmente brutal al ser un medio principalmente asociado a los niños. A veces la animación adulta se destina a comedias obscenas y "provocadoras", no siempre a buscar algo desafiante, sea por inquietudes complejas o por desplegar violencia.
No obstante, la complejidad y la violencia pueden ser posibles en este terreno, y hasta se pueden dar juntas. Lo demostró Genndy Tartakovsky, quizá el mayor genio de la animación estadounidense de este siglo con sus trabajos en 'Samurai Jack' o proyectos más aptos como su trilogía de 'Hotel Transilvania'. Su 'Primal' es toda una proeza en el medio animado, y es buena idea recuperarla a través de HBO Max ahora que regresa con una segunda temporada.
Juntos en un mundo hostil
Primal nos traslada a la época prehistórica, jugando con un poco de fantasía para dar forma a un mundo donde humanos carvernícolas pueden convivir con dinosaurios y otras criaturas que les precedieron. Aunque convivir resulta un término que hay que coger con muchas pinzas aquí, ya que Tartakovsky y su equipo diseña un mundo completamente violento y hostil donde es complicado sobrevivir.
En este contexto, un cavernícola y un dinosaurio forman una improbable alianza para intentar esquivar la extinción definitiva en este mundo. A lo largo de diez episodios de alrededor de 20 minutos cada uno les vemos luchando por persistir, al mismo tiempo que plasma las dificultades de intentar establecer esta asociación.
También se permite tirar de elementos fantásticos para dar pie a aventuras muy singulares y hasta psicodélicas por concepción. No es una serie a la que uno deba acudir buscando rigor histórico, aunque no lo necesita para transmitir la sensación de crudeza y desolación existencial que debía ser la búsqueda de la supervivencia en este periodo.
'Primal': supervivencia extrema
La serie no se corta en absoluto para plasmar la brutalidad del periodo prehistórico. Violencia desatada, acción descarnada y sangre a borbotones decoran las impactantes imágenes que el equipo de animadores planta ante nuestros ojos. Aquí vemos una brutalidad que impacta hasta los huesos, y eso que la serie no se ancla en el realismo ni en su premisa ni en su acabado visual.
No por ello la propuesta de Tartakovsky se reduce a la hostilidad y la violencia que cause impacto. A pesar de no tener diálogos -cómo comunicarse en un periodo sin lenguaje elaborado y entre especies distintas-, la serie consigue transmitir la angustia existencial por intentar sobrevivir en periodos oscuros y adversos. Una ambición que vuelve a esta obra tan exquisita como completa. Una gran propuesta a la que engancharse, especialmente teniendo una segunda temporada a la vuelta de la esquina.
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