Acaba de estrenarse en Max uno de los mejores y más entretenidos thrillers del año, y también uno de los más polémicos

Parte suspense, parte comedia negra y parte concierto en un espectáculo único

Podría echar la culpa a la cada vez más predominante falta de asperezas y mayor planicie del cine de entretenimiento a que cada vez más hayan aspavientos del público cuando aparece algo ligeramente más atrevido como una escena de sexo. Polémicas un tanto sinsentido que no son tanto un reflejo generacional como que cada vez más gente puede expresar y difundir sus frustraciones, sin miedo a que puedan resultar ridículas.

Aun así, igual ni eso justifica las airadas reacciones que se generan cada vez que M. Night Shyamalan estrena una película, y la cinefilia internetera se mete de lleno en un debate exagerado donde hay que expresar la opinión más hiperbólica sobre qué constituye el cine. Hace tiempo que el director opera con sus propias reglas, y apreciarlas es justo lo que permite disfrutar tanto de la artesanía como el entretenimiento que desborda una película como ‘La trampa’.

Padre del año

Su polémica película ha generado enfados de mucha parte del público, y también aplausos de gente que valora el singular estilo y manera de abordar las historias de Shyamalan. Con un Josh Harnett brillante de protagonista (y a la vez antagonista), este fabuloso thriller mitad comedia negra y mitad concierto hace su gran estreno en streaming a través de Max.

Harnett da vida a Cooper Abott, un bombero de Philadelphia que es también devoto padre de familia. Este aparente hombre modélico lleva a su hija al concierto de su cantante favorita, Lady Raven, que ha montado un show amplio y especial. Pero Cooper no tarda en descubrir un especial equipo de seguridad alrededor del recinto, incluyendo agentes del FBI, que están allí para dar caza al asesino en serie “El carnicero”, que va a asistir al concierto. Algo que pone en tensión a Cooper ya que él es “El carnicero”.

Todo lo del párrafo anterior podría haber sido toda la película, y algunos de los detractores que dan el beneficio de la duda a ‘La trampa’ argumentan que debería haber sido así, repitiéndolo hasta un punto donde se dice sin que signifique nada. Pero Shyamalan presenta rápido las cartas para dar paso algo más atrevido y divertido, que tiene lo mejor del Brian De Palma más sandunguero de ‘Ojos de serpiente’, el Jonathan Demme más musical de ‘Stop Making Sense’ o incluso la obsesión metódica de Robert Bresson.

‘La trampa’: entre psicópatas

El director nos pone en la interesante tesitura de seguir y puntualmente apoyar la odisea de su protagonista, que a muchos efectos es realmente el villano de la historia. Sus intentos de escapatoria incluyen muchas miradas, mucho resalte de detalles y mucho juego de humos y espejos, ya que salir de la encerrona resulta tan importante como no arruinar la experiencia más importante de su hija (nuevamente la familia se vuelve un tema importante en sus películas).

Shyamalan es capaz de satisfacer más allá de lo superficial con observaciones hilarantes sobre tipos de psicopatía bastante cotidianas (los fenómenos fans, las tropelías de otros padres) en ojos de un verdadero psicópata, y también con interesantes cambios de perspectiva que añaden picante a esa segunda hora tan polémica. Pero, ante todo, crea un divertimento alocado, deleitante y sin miedo a caer al abismo que es su mejor trabajo tras ‘Glass (Cristal)’ en esta segunda fase de resurgir de su carrera.

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