Quien quiere gustar a sus espectadores y adopta sin más los criterios y el gusto de estos, en el fondo no tiene ningún respeto por ellos, porque lo único que quiere es sacarles dinero del bolsillo. Actuando así no estamos educando al público con ejemplos de buen arte, sino que estamos solo enseñando a otros artistas a asegurarse sus ingresos. Y el espectador seguirá manteniendo su seguridad y su contento, vanos e indiscutidos. Pero si no le educamos para que llegue a una relación crítica para con sus propios juicios, en el fondo es que nos resulta indiferente…
En mi opinión estas palabras, provenientes de uno de los más eminentes artistas (esos personajillos que se empeñan en escribir libros o hacer películas para que el resto del mundo haga un uso diverso de ello, pocas veces a la altura de lo que se merece esa obra) que dio el tumultuoso siglo XX, Andrei Tarkovski, se pueden aplicar a todos los ámbitos y disciplinas de la creación artística. Y no sólo eso, también al empleo utilitarista del arte, a la recepción, reflexión y divulgación sobre el mismo. Seguramente, el director de ‘La infancia de Iván’ ignoraba que sus apreciaciones, varias décadas después de escritas, tendrían más vigencia ahora que nunca, y un sentido más deprimente.
Vayamos directamente al grano: ¿es útil la crítica en el siglo XXI? ¿Ha aportado algo la aparición de internet al ejercicio de la crítica, y, en el caso de que la respuesta sea afirmativa, se trata de algo positivo? ¿Se ha abaratado la crítica, se ha vulgarizado? ¿O es que los consumidores no cualificados de cine, en la falsa democratización (entendida ésta como acceso libre a contenidos muy dispares y vastos) que representa internet, son incapaces también de separar el grano de la paja? Pero no menos importante: ¿es necesaria la figura del crítico, del criterio de autoridad frente a la tiranía de la opinión?. En pocas palabras: ¿a alguien le interesa una opinión ajena?
Mi respuesta (aunque seguro que cada lector tendrá la suya) a la última pregunta es que parece que hay menos personas de las deseadas capaces de interesarse por una opinión diferente a la suya. Más aún, son incapaces de responder a una opinión diferente a la suya con otra cosa que no sea un insulto, o un ataque. Esto ya es bastante grave. Pero además enlaza con mi respuesta a la penúltima pregunta, y es que sí es necesaria, quizá más que nunca, la figura del crítico, mal que les pese a algunos. Y precisamente porque les pesa. La crítica nunca ha ejercido de paños calientes, sino de agitadora, de desmontadora de los juicios y prejuicios del personal, de provocadora de enfrentamientos. En pocas palabras, hay textos que se merecen los ataques, precisamente porque dan en la llaga.
No hay nada de malo en ello, salvo en el constatar hasta qué punto los espectadores, un gran porcentaje de ellos, necesitan abrir su mente. Y es que cada cual se muestra tal y como es, sobre todo cuando los fanatismos salen a flote. Contra el fanatismo, la estrechez de miras, la agresividad intelectual, la única arma es el sosiego, el respeto por uno mismo, en el caso de los escritores sobre cine; y dignidad, coherencia, coraje por parte de los artistas. Y si es cierto lo que Oscar Wilde defendió toda su vida, si la crítica (la apasionada, la estilizada, la comprometida) es un arte, entonces las armas para todos son las mismas. Pero, claro, en estos tiempos de correción política, hasta la pasión, la defensa de las ideas, ha de ser calculada. Yo me rebelo contra esta idea.
¿Por qué un comentario crítico ha de ser comedido, frío, simplemente didáctico? ¡Si nadie tiene ganas, está comprobado, de aprender nada de nadie! ¿Hay que ser comedido para no provocar las iras de los fanáticos? Precisamente esos fanáticos son los que tienen una mirada sobre el cine (o sobre cualquier cosa, de ahí su definición) tangencial, exclusivista, parcial del arte, y si su reacción ante la mirada crítica de un escritor no es furibunda, en ese caso el escritor no está haciendo bien su trabajo. Congraciarse con los lectores es siempre un arma de doble filo. Lo mejor es congraciarse con uno mismo. Y en ningún caso caer en una deleznable demagogia, consistente en ganarse el favor de los lectores, o de los espectadores.
A fin de cuentas, si todos los críticos ofrecieran el mismo punto de vista objetivo (lo cual es, en sí mismo, una contradicción insuperable: un punto de vista es siempre subjetivo), conque hubiera uno en todo el mundo, o mejor, conque los publicistas se encargaran de ello bastaría. Pero eso aniquilaría el sentido combativo de la crítica. No por la salvaguarda de la libre opinión, que de esa todos hacen uso (más aún en la inculta y envidiosa España, donde cualquiera se cree con derecho a opinar en voz alta sobre todo, incluso hasta sobre arte, cuando nadie se pone de acuerdo de qué es eso de arte…), sino por el florecimiento de la diversidad y el fortalecimiento de criterios rotundos y heterogéneos. Eso es mucho más difícil. Y es que estamos en una situación en la que sólo se alaba el texto sobre cine que está de acuerdo al cien por cien, o casi, con la propia opinión, mientras que se desprecia violentamente el que cuestiona nuestros “gustos”. Esta es una de las miserias de internet, cualquiera, con un nick o un mote, deja comentarios despectivos, blandiendo la libertad de expresión, sin saber siquiera en qué consiste.
Ahora bien, si no tenemos el coraje de aceptar que una afirmación divergente de la nuestra es aceptable, e incluso está bien estructurada, o que llega además a poner en entredicho nuestro sistema de pensamientos, entonces es que algo huele a podrido. ¿Y qué labor intelectual puede ser más apasionante (y menos agradecida) que la de hacer comprender al lector que no tiene que basar su criterio en lo que ya conoce, sino en lo que le queda por conocer; que hay más formas, más caminos? Ahora, cualquiera puede escribir en un blog en internet, y esto es muy positivo. Pero convendría que hablara de lo que conoce. En lo que a mí me toca más de cerca (el arte, el cine), da la casualdad que todos tienen una opinión, y que de ellos muchos detestan el debate teórico, y rechazan un análisis profundo del cine y del arte, y en definitiva no conocen el cine.
¿Es deseable que hayan estudiado? Pues no estaría mal. Pero también hay gente que estudia cine (recuerdo que en la escuela un tipo no sabía que era la ‘serie b’ ...sin comentarios) y no tiene ni idea de lo que habla. Y también hay gente que no ha estudiado cine y tiene las ideas muy claras. También es deseable redactar correctamente, asignatura suspendida por el 85% de los redactores en internet. Pero sobre todo lo más importante es tener criterio, virtud de la que disfrutan, si acaso, un 5%. Quizá lo único necesario, sencillamente, es saber leer.
Las obras de los grandes poetas no han sido leídas por la humanidad, pues solo los grandes poetas pueden leerlas. Han sido leídas como la multitud lee las estrellas, a lo sumo astrológica, no astronómicamente. (...) Leer, en un sentido superior, no es lo que nos arrulla como un lujo y deja que se duerman entretanto las facultades más nobles, sino solo lo que nos mantiene en vilo para leer, con devoción…
Henry David Thoreau