En una época en la que el ambiente político en nuestro país está más que cargado (con "límites del humor" de aditivos) necesitamos ver 'Veep'. Vale, hay gente que dirá "no, lo que necesitamos es 'El Ala Oeste' o 'House of Cards'"; pero eso es para aficionados. Y es que la comedia de HBO está camino de ser paradigma de la sátira política de EEUU. No es para menos el hecho de ser el retoño yanqui de Armando Iannucci, creador de la británica 'The Thick of It'.
'Veep' ha terminado su cuarta temporada presentando nuevos retos para el equipo liderado por Selina Meyer (Julia Louis-Dreyfus) que, tras los acontecimientos de la temporada anterior (con la dimisión de POTUS), comienza su nueva andadura como Presidente de los Estados Unidos de América. Ya la secuencia de créditos nos avisa de que será una presidencia en declive, y vista la temporada, que haya sobrevivido hasta la noche electoral es poco más que un milagro.
Meyer comienza su presidencia intentando por todos los medios sacar adelante su Ley de apoyo a las familias (Families First Bill) mientras intenta que la campaña electoral no se los lleve por delante. Pero pronto comienzan los escándalos cuando Meyer usa información médica confidencial en sus discursos o con fines electorales. Lo que hace que varios miembros del gabinete tengan que "dimitir por razones personales".
Así, en esta temporada de 'Veep' vemos cómo intentan capear el temporal mientras Meyer cuenta con un nuevo segundo al mando para su vicepresidencia: el ultracarismático Senador Tom James (Hugh Laurie) que por momentos parece el único cuerdo y que intenta asumir las chapuzas que hay ya no en la administración (que tampoco le deberían salpicar al no estar oficialmente en la Casa Blanca), sino en la campaña electoral. Desde el "rescate de rehenes" en Teherán, hasta el tema de los padres de hijos recientemente fallecidos.
En la recta final de la temporada es donde se condensa todo: el presionar a senadores para que voten en contra de la Ley "Mami Meyer" (un sacrificio necesario para tener opciones de ganar las elecciones) les estalla en la cara para que en el penúltimo episodio tengamos unas grandísimas sesiones de investigación en el Congreso en donde vuelan las puñaladas en torno a todos los desastres vistos en la temporada. Un episodio que me gustaría destacar personalmente porque es uno en el que vemos a los protagonistas de la serie ya no fuera, sino a años luz de su zona de confort, lo que produce situaciones absolutamente maravillosas.
Quizás no ha sido tan desternillante como en temporadas anteriores (bueno, eso siempre es discutible), pero 'Veep' ha concluido una tanda de episodios con grandes momentos y todos esos ingredientes que tan bien sabe manejar el equipo de Iannucci: Declaraciones desafortunadas en discursos, la frivolidad de las relaciones en Washington, situaciones en apariencia ridículas pero de "vital importancia"... y el recordatorio de que Meyer es mucha Meyer y no se dejará pisotear por nada ni por nadie, dispuesta a sacrificar cualquier cosa con tal de salir airosa.
'Veep' ha vuelto a darnos una de las mejores comedias políticas que se puede ver. Con unos guiones que siguen estando de un gran nivel, al igual que el reparto y la dinámica entre ellos, el único gran PERO es que uno no termina de cogerle cariño a los personajes. Sí, te hacen gracia, pero no los querrías en tu vida. En definitiva hemos visto una gran temporada. Diez episodios que nos han dejado con ganas de ver si finalmente Selina será presidente electa o los complicados mecanismos en caso de empate la echarán fuera. Pero para eso, me temo, tendremos que esperar a primavera del año que viene.
En ¡Vaya Tele! | 'Veep', el ego de la malhablada vicepresidenta
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