Netflix se ha ganado que los amantes de las series de televisión tengan mucha curiosidad tanto por sus grandes apuestas. Cada cual tendrá sus preferidas, pero es bastante larga la lista de producciones con las que nos han ido conquistando, ya que ha habido espacios para propuestas de todo tipo y aún no recuerdo que se haya podido decir que alguna de ellas es simplemente mala.
No sospechaba que su buena racha iba a llegar a su fin con ‘Santa Clarita Diet’, una serie que combinaba una premisa llamativa con un atractivo reparto y el hecho de que detrás de la misma se encuentra Victor Fresco, responsable de la muy infravalorada ‘Better Off Ted’. Con esa mezcla tenía muchas esperanzas en ella, pero a la hora de la verdad se nota lo mucho que se esfuerzan para intentar que todo encaje, pero simplemente no logran que funcione.
Una cuestión de tono
La idea de mezclar las formas propias de mostrarnos la vida en los barrios residenciales norteamericanos con las historias de zombis es, sin duda, de lo más estimulante, pero también encierra una serie de peligros evidentes. El más destacado es lo complicado que va a ser dar con el tono adecuado para equilibrar la diversión -estamos por encima de todo ante una comedia con toques románticos- con el hecho de que simplemente nos podamos creer lo que sucede.
Es ahí donde Fresco falla y provoca que la serie nunca logre despegar más allá de algún apunte simpático ocasional. Lo primero que parece claro es que no tiene el más mínimo interés en lidiar con las consecuencias de los asesinatos que lleva a cabo Drew Barrymore para poder alimentarse, sino que se centra en los efectos que tiene es en la actitud de ella misma y de sus seres más queridos.
Una apuesta arriesgada que se traduce en la sensación de que ‘Santa Clarita Diet’ no deja de ser una chorrada hecha con grandes medios y en la que no hay una continuidad real. Desconozco si eso cambiará en los siguientes episodios, pero aquí se apuesta todo al desconcierto y la forma de lidiar con él, de una forma abiertamente cómica en el caso de Barrymore y Timothy Olyphant y lidiando con temas propios de la adolescencia con su hija.
‘Santa Clarita Diet’, algunas luces y demasiadas sombras
¿Qué es exactamente lo que falla? Por lo pronto que nada encaja y parece más una sucesión de ideas mal unidas esperando que funcione por acumulación que por el hecho de haberlo hilado mínimamente. Barrymore y Olyphant hacen todo lo humanamente posible para compensarlo, logrando así que algunas escenas funcionen, pero al final vuelve esa misma sensación de que no hay consistencia y tampoco un objetivo real más allá de la curiosidad que despierta lo que sucede.
Tampoco lo relacionado con su hija funciona, pues se asume todo con una normalidad tan extraña, en especial por parte del amigo/pretendiente de ella, que hace falta mucho más que los pequeños pasos que han dado. Entiendo que van a jugar con la posible relación romántica entre ambos, pero la madre de ella es una zombi de lo más peculiar y han enterrado un cadáver. Mencionarlo como algo peculiar, casi anecdótico para forzar que ambos estrechen lazos, no funciona.
Con lo que sí juega mejor ‘Santa Clarita Diet’ es con la ambientación residencial, siendo lo que mejor encaja como contraste al descubrimiento de la protagonista. Apenas un episodio han necesitado para coquetear con la idea de un amante -simpática pero algo intrascendente la aparición de Nathan Fillion-, ya han introducido al vecino un poco metomentodo y su trabajo como agentes inmobiliarios ha sido la base para la mejor escena hasta ahora.
¿Pueden solucionarse sus puntos débiles potenciando sus méritos? Tengo mis dudas, ya que me huele que todo irá más en la dirección de que él se acomode más a la nueva situación y que su hija lidie con el problema de su madre, manteniéndose de paso los asesinatos sin consecuencias y un humor más inspirado -aunque tampoco memorable- cuando se basa en la situación que en los diálogos, donde hasta ha habido bromas sobre el tamaño del miembro viril.
Con todo, ‘Santa Clarita Diet’ se salva de ser mala por sus dos protagonistas, ella explorando con relativo encanto su nueva situación -lástima que su recién descubierto egoísmo no se explore de forma satisfactoria y se limite a diálogos ingeniosos sobre el papel pero planos en la realidad- y él desesperándose porque no termina de saber qué hacer. Tanto Barrymore como Olyphant cumple con holgura, pero el resto simplemente nunca llega a funcionar o lo hace a ráfagas, recordándonos lo que podría haber sido y no es. Decepcionante, y mucho.
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