George Constanza son todas las malditas veces que no te diste cuenta de que el café no era café, que el café era sexo. Ya lo ves, toda una vida esperando a que baje un ángel del cielo, y cuando aparece ante tus ojos te quedas paralizado y tartamudo. La sonrisa torcida, las palabras que se amontonan en tu paladar pero ninguna sale de tu boca. George Constanza es repetirse continuamente que eres gordo, gordo y bajito, gordo, bajito y calvo. Y que jamás de los jamases una mujer en su sano juicio se fijaría en ti. Y entonces aparece una mujer que se fija en ti y te quedas sin saber qué decir.
George Constanza es cada vez que te pierdes en el territorio de las sutilezas. La cara de tonto que se te queda cuando la oportunidad de tu vida llama a tu puerta y la dejas escapar. Como aquella vez que la niña más guapa de la escuela te pidió que la ayudaras con los deberes y no te diste cuenta de que no tenía problemas con las matemáticas porque era condenadamente más lista que tu, pero por algún motivo extraño le habías caído en gracia.
George Constanza es cruzarte la mirada con la persona más increible que has visto en tu vida y no saber qué decir porque tienes el corazón desbocado como un locomotora. Y entonces ves como se aleja sin atrever a moverte. George Constanza es pensar en ella esa noche y maldecir todos tus huesos, y volver al lugar donde te la encontraste al día siguiente esperando un golpe del azar. Y vuelves a la misma hora, un día, tras otro. Pero nunca volverás a encontrarla. Porque el amor se cruza contigo una vez, ni una más.
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