Si por algo se han caracterizado las dos temporadas anteriores de 'Person of interest' es por esa mezcla satisfactoria que se ha dado entre tramas episódicas y otras de largo recorrido, que han aumentado su dosis de atractivo a medida que la ficción iba creciendo. Con esa mecánica llegamos al final de la temporada pasada, donde 'Person of interest' subía un nuevo peldaño y convertía a la máquina en un personaje más del juego, con la capacidad de hacer y deshacer a su antojo y que, al mismo tiempo, conseguía causar sensación entre la audiencia.
El miedo en torno al trato que le darían a la máquina se desvanecía y a estas alturas a todos los seguidores de la serie nos parece normal que haya una inteligencia artificial que lo ve todo y tiene la habilidad de controlar el desarrollo de todos los personajes que conforman 'Person of interest'. Ese es el gran atractivo con el que la ficción ha arrancado su tercera temporada, que no olvida su estilo procedimental ofreciendo nuevos números a los que salvar o detener mientras la historia central crece pasito a pasito, con seguridad y expectación.
En esta historia quien más ha destacado en los primeros capítulos ha sido el personaje de Root, no solo por su aporte como chica mala al margen del grupo principal sino por la especial relación que ha entablado con la máquina. Su estancia en el psiquiátrico y su posterior fuga ha sido la parte más atractiva de la vuelta de 'Person of interest', una trama que suponemos que seguirá creciendo a medida que avance el resto de episodios. Y es que, a estas alturas, lo verdaderamente interesante es saber el camino que tomará la máquina una vez que ha sido "liberada", sobre todo si tenemos en cuenta las relaciones que ha creado entre personajes diferentes.
Hay curiosidad por saber hacia dónde llevará todo eso, tanto que los casos episódicos han quedado en un segundo plano. Se nota demasiado cuando la trama principal no avanza y el siguiente episodio solo se centra en el caso de turno. Porque llegados hasta aquí, y tras disfrutar de una historia que fue in crescendo el año pasado, cuesta volver a centrarnos en un capítulo autoconclusivo, donde ni siquiera se dan pinceladas al plan que la máquina está desarrollando por su cuenta. Es el riesgo de crecer como ficción sin querer olvidar las raíces. Y con esto no estoy diciendo que 'Person of interest' haya dejado de funcionar como procedimental, sino que cuenta con un filón en su historia principal que, para nuestra desgracia, no se aprovecha todas las semanas.
Al menos podemos complacernos con el grupo salvador que se ha formado con el paso del tiempo. Si en los primeros capítulos Reese y Finch llevaban todo el peso a la hora de solucionar los casos, ahora existe una familia más grande, que trabaja como grupo y que podría montar su propia comisaría de policía si se lo propusiera. La ventaja de este recurso ha sido la de alimentar las escenas a la hora de solucionar cada investigación, ya que ahora los protagonistas lidian con las relaciones que surgen entre ellos, algo que da una nota de color diferente que incluso se aprovecha para facilitar pinceladas cómicas en algunos de los diálogos.
Veremos hacia dónde se dirige una temporada que de nuevo ha arrancado con buen pie y que sobre todo cuenta con nuestra confianza a la hora de llevarnos hacia nuevas posibilidades. El problema al que 'Person of interest' se enfrenta hoy es que quizá ese terreno que comienza a ser explorado ahora resulte más interesante de lo que ha sido la ficción hasta la fecha, algo que se podría volver en su contra cuando se acaben las sorpresas o durante los capítulos en los que vuelva a ser un procedimental al uso. A estas alturas sus seguidores esperamos mucho más que eso.
En ¡Vaya tele! | 'Person of interest', la liberación de la máquina
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