Con casi la mitad de su cuarta temporada ya emitida, ‘Mad Men’ certificó el pasado fin de semana que sigue siendo el Mejor Drama, al menos para los académicos. En mi caso personal, pienso que estamos ante una de las mejores series de los últimos tiempos (aun a pesar de que mi relación con ella ha sido un poco complicada), pero tantos reconocimientos y alabanzas por parte de la crítica me hacen creer que también es una de las más sobrevaloradas.
Sea como sea, la cuarta temporada ha supuesto un cambio en el rumbo de la serie. En primer lugar, por la fundación de la nueva empresa “Sterling Cooper Draper Pryce”, una nueva entidad que sus socios tendrán que construir de cero partiendo de una habitación de hotel; en segundo lugar, por el divorcio de los Draper y la nueva pareja de Betty, algo que se antojaba necesario en el devenir de la historia. Y a pesar de todo, poco o nada ha cambiado en ‘Mad Men’.
La separación de su familia parece haber perturbado aún más a Don Draper. En su piso de soltero, Don tiene aún más libertad para hacer lo que le venga en gana (tampoco es que antes estuviera demasiado cohibido), y poco tardó su nueva secretaría en caer víctima de los encantos del Don Juan. Las aspiraciones de ésta iban más allá de lo que Don esperaba, y poco tardó en abandonar la empresa al ver la pared sentimental que se encontraba cada vez que intentaba “intimar” con él. Eso sí, nunca le habíamos visto tan apurado por no herir a una mujer.
Esta cuarta temporada, además, está hurgando aún más en el pasado del personaje principal. Don volvió de nuevo a hacer una visita a la mujer del Don Draper original, sólo para comprobar que está muriendo de cáncer y que apenas le quedan unos meses de vida. Entre tensiones sexuales con la hija de la vecina, quiso quedarse para cuidar de ella e intentar darle mejores cuidados médicos, pero finalmente desistió de su propósito. Parece que cada vez que Dick Whitman echa la vista al pasado encuentra paz y armonía, pero el hecho de perder el único cabo que le ata al verdadero Draper le ha dado de lleno.
En el último capítulo, además, nos regalaron unas geniales escenas de cuando Roger y Don se conocieron, y explicaron cómo éste empezó a trabajar en la agencia de publicidad, planteando una analogía con Draper y su nuevo pupilo. Por aquel entonces, Roger estaba entregado a la bebida (no es que ahora lo haya dejado, ni mucho menos), algo muy parecido a lo que vemos ahora en Don. Siempre hemos sabido de la afición que tiene por empinar el codo, pero siempre pensamos que formaba parte de esa vida entre humos y alcohol a la que están acostumbrados. Ahora vemos que puede ir a más, y las situaciones que Draper nos ha dejado verdaderamente invitan a pensar que esto se puede convertir en un problema. Veremos…
Y lo mejor de la serie para mí son sus secundarios. Suerte que la marcha de Joan de la agencia en la pasada temporada fue sólo un camelo, y ahora ha vuelto incluso con más fuerza, regalándonos algunas de las mejores escenas. También he sido siempre muy fan de la tensión entre Peggy y Pete, algo abandonado últimamente pero que gracias al embarazo de Trudy ha conseguido volver a la palestra. Ese intercambio de miradas al final del capítulo ha sido, sin duda, uno de los grandes momentazos de lo que llevamos hasta ahora.
No me olvido de la pequeña gran Sally Draper, que este año está siendo más protagonista que nunca. Primero por su “rollete” con el vecino del final de la calle y luego por su intento de “tocamiento” que puso en guardia a su madre como si de un pecado mortal se tratase. Lo cierto es que son muy buenas las interpretaciones de esta actriz tan joven, y desde luego parece que ha nacido para este negocio (los que siguieran la alfombra roja de los Emmys seguro que la vieron posando para los fotógrafos como si de una actriz de Hollywood se tratara).
Lo malo de este cambio de empresa son los secundarios que se han quedado detrás, que no tenían apenas peso en la trama pero que se convirtieron en caras conocidas a las que uno estaba acostumbrado. Ahora parece que Ken Cosgrove va a volver a ser un personaje recurrente, pero yo siempre echaré de menos a Salvatore Romano, que nos planteaba esa dualidad moral y sexual y otrora responsable de otros grandísimos momentos de la serie.
Sólo van seis capítulos emitidos de la temporada, y las segundas partes son siempre las que mejor se le dan a ‘Mad Men’, por lo que podemos esperar una recta final muchísimo más interesante. Habrá que ver en qué acaba el divorcio de los Draper, y cómo afronta Pete su inminente paternidad sabiendo que tiene otra criatura pululando por ahí. La llegada de Kenneth pondrá en guardia a Campbell, y también sería interesante ver cómo avanza la vida sentimental de Peggy, que ha tenido varios momentos “íntimos” esta temporada. Y seguro que también habrá muchas mas cosas que no nos esperamos. A ‘Mad Men’ le queda todavía mucho que ofrecer.
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