Puede que casi nadie viera ‘Looking’ en HBO pero su repercusión ha sido algo mayor. No solamente la comunidad gay se ha volcado a verla, ni que sea porque no hay muchas obras donde los protagonistas sean homosexuales y hablen sin tapujos de sus relaciones sexuales, también ha suscitado discusiones acerca del realismo que desprende. Mi compañera Lorena, por ejemplo, escribió ayer una maravillosa crítica sobre lo reconfortante que era ver una serie sin sobresaltos. Pero hoy toca hacer énfasis en la cara negativa de la primera temporada de ‘Looking’. ¿Por qué ha sido un viaje tan insatisfactorio, desde mi punto de vista, si tenía todos los elementos para conseguir una proximidad que no tienen otras series?
La propuesta de Michael Lannan, como ya sabréis quienes hayáis visto la serie, es mostrar instantáneas de las vidas de tres individuos, tres homosexuales de San Francisco de perfiles un tanto distintos. Se vendió como si fuera a ser la versión gay de ‘Girls’ y también la serie definitiva sobre la ciudad californiana, que no ha tenido mucha suerte en Hollywood (su serie más famosa es ‘Embrujadas’ y tampoco la aprovechó en exceso, que digamos). Pero acabó siendo otra cosa, una serie realista como la vida misma con diálogos verosímiles y unos personajes de perfiles nada excéntricos. Ni tan siquiera un documental lograría ese nivel de naturalidad.
Esta declaración de intenciones es muy respetable, honesta y ha permitido que los ocho episodios de ‘Looking’ sean dignos desde un punto de vista académico, pero también encierra una gran pregunta: ¿hasta qué punto lo realista hace buena televisión? ¿No buscamos precisamente una realidad mínimamente para contarnos verdades individuales o universales? Esto es lo que hace Lena Dunham: Hannah será antipática, irritante y exhibicionista pero contó muy bien la historia de una generación, la de los chicos de bien a los que educaron para tenerlo todo y no para ir encadenando becas basura, y que enseñaron a estudiar pero no a trabajar.
Alterar la realidad
De este ejemplo no quiero que se extraiga que mis expectativas eran erróneas y que quería que ‘Looking’ fuera ‘Girls’. Los diálogos de Woody Allen tampoco son los que tenemos cada día en la cafetería con nuestros amigos pero esto no significa que fracase a la hora de contarnos algo, ni las absurdas situaciones de Louie C.K. pueden sucederse día sí y día también. Los autores cogen una realidad, la alteran a su antojo y lo vomitan encima de un lienzo, de una partitura o en la televisión para contarnos algo o hacernos sentir algo. Y, en el caso de ‘Looking’, creo que el rigor por ser realistas ha torpedeado la necesidad de acercar esa realidad al espectador.
Sólo me hizo falta ver el capítulo cinco (‘Looking for the future’) donde Patrick decide pasar un día entero con Richie, su nuevo ligue. No pude evitar sentirme identificado en algunas conversaciones (todos los homosexuales tenemos una sobre la salida de armario y la mía precisamente tiene mucho en común con la del protagonista) y retrató muy bien lo que es una cita de esas eternas, esas que te llevan por todos los rincones de una ciudad todo con tal de que no acabe nunca. Pero no sentí la química por ninguna parte, también por culpa de la obsesión de Lannan por asumir que Patrick es mono sólo por el hecho de que lo interpreta Jonathan Groff, como si luego no tuviera que esforzarse en hacer un personaje interesante.
¿Alguien se acuerda de ‘Sexo en Nueva York’? Por más citas estúpidas que tuvieran las protagonistas, sabían transmitirte porqué Carrie estaba enamorada de Big: en cada plano que compartían, veías hasta qué punto ella quedaba expuesta y explicaban muy bien el micro-universo que se establece entre dos personas que se sienten profundamente atraídos. ¿Puede que Ritchie no sea el Big de Patrick? Cierto. Pero es un episodio muy íntimo que paradójicamente no transmite intimidad, como la relación de Agustín con su pareja es muy natural pero en ningún momento la percibimos como algo vivo. Es otra exposición de algo que podría ser verdad pero cuya autenticidad no se siente (y, repito, hablo de mi visionado y precisamente tenía muchos puntos por sentir identificación en muchos momentos).
Por esto cuando llega el final de temporada y toca hacer balance, el resultado es bastante decepcionante. Soy consciente de todo lo que Michael Lannan ha querido contar, sé en qué punto están los personajes y cuál ha sido su viaje, pero no es suficiente. La deriva de Agustín, más que ser un clímax dramático, evidencia la incapacidad de los guionistas de explicar su particular crisis; la amistad entre él, Patrick y Dom sabemos que existe sólo por defecto; todas las químicas están sobre el papel (y por eso sabemos que están) pero no se viven; la ciudad de San Francisco ni se huele, por más que caminen por sus calles. ¿Pero es muy realista, no? Y tanto. Pero no puedo evitar pensar que el autor siente un cariño por los personajes que no trasciende a la pantalla. Él quería acercarles a través del realismo y justamente consiguió el efecto contrario: convertir esa realidad en algo frío y distante.
En ¡Vaya Tele! | 'Looking', un viaje iniciático
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