La primera impresión de ‘The Originals’ fue que los personajes centrales estaban agotados antes de llegar a Nueva Orleáns. No tenían nada más que aportar en ‘The Vampire Diaries’ y, como la CW no quería dejar escapar a Joseph Morgan, le creó una serie a su medida aprovechando que Nicklaus tenía suficiente bagaje a sus espaldas como para tener cuentas pendientes en otra parte. Y, todavía tengo dudas sobre si tienen algo más que decir, pero por lo menos veo que este spin-off tiene una hoja de ruta.
Cuando llegó la hora de despedirse este invierno para que el público pudiera recrearse en el espíritu navideño, ‘The Originals’ había llegado a un punto interesante. Los personajes no estaban en el mismo puesto que al principio y todos tienen situaciones mucho más complejas y ambiguas que al principio. Dio la impresión que todo el trabajo previo se había encauzado en una dirección concreta y que finalmente su responsable, Julie Plec, tenía las piezas donde quería, alejadas del estado mental post-Mystic-Falls.
Hay que tener en cuenta, entonces, dos variables de este enfoque personal. Como considero que los nueve episodios emitidos pueden interpretarse como una larga introducción, creo oportuno darle margen a los capítulos para ver qué quieren hacer con las historias sembradas. Pero esta maniobra de introducción no ha sido especialmente estimulante, ha mezclado la idea de personajes agotados con situaciones nuevas que no terminaban de encajar, y por lo tanto tampoco puedo fingir que esta serie tiene un potencial increíble. Vamos, que está por ver pero esto no justifica que las piezas tampoco han acabado de encajar.
Los frienemies y demás
Antes, por ejemplo, agotaba la inercia establecida entre Nicklaus y Marcel. El sentimiento posesivo del original, la ingratitud del alumno. La idea de derribar a su sucesor puede tener miga pero no enfocado de forma tan directa. Al igual que ‘The Vampire Diaries’, tenía más potencial como un conjunto de lealtades que oscilan. Ahora, en cambio, son aliados y su afán por restablecer su amistad mientras dudan de las intenciones del otro es más intrigante. Al igual que ver la relación entre Rebekah y Marcel ahora que este parece haberse dejado seducir por Klaus. ¿O nada es lo que parece?
También han destinado este tiempo a desarrollar personajes secundarios. Davina acerca la serie al espíritu más teen del canal (y por lo menos tiene sentido que sea tan ingenua y tan poderosa a la vez), hay en proceso de creación un vampiro gay que aportaría un ángulo distinto a las relaciones de siempre (su amistad con Davina tiene que funcionar) y Camille es el mejor personaje que tienen entre manos. No solamente Leah Pipes es una mujer de verdad (no una mujer objeto, ni una mujer obsesionada con ser sexy): su humana es inteligente. Se agradece que sea una mujer adulta, con una perspectiva menos excesiva que los adolescentes y que su experiencia le permita enfrentarse a vampiros con muchísimos más años por el simple hecho que tiene perspectiva: pueden creerse más listos y de vuelta de todo, pero cada vez que mencionan que son seres superiores (como si jamás les hubiera latido el corazón) pierden los papeles (aunque es lógico que tengan esa óptica).
Un universo coherente con Mystic Falls
Estos retratos y desarrollos demuestran que ‘The Originals’ es ambiciosa como también lo fue su serie madre. Está creando un universo (absolutamente coherente con el de ‘The Vampire Diaries’) y tiene por explorar ese convenio entre especies de Nueva Orleáns. Mantener el balance no puede ser fácil y Nicklaus está demasiado tentado a destruirlo todo. Pero esta construcción no es tan orgánica como debería y se nota en los momentos de Davina (Danielle Campbell no es natural) y en todo lo que tenga que ver con la brujería. ¿Por qué tanto bombo al principio para tener ese frente absolutamente desdibujado en favor de las posibilidades lobunas?
Pero lo que da buenas vibraciones y también es el talón de Aquiles de esta serie es la obsesión de Julie Plec de hacer énfasis en el sentido de familia para sujetos tan aberrantes como los originales. Por un lado resulta repetitivo, pero también demuestra que ‘The Originals’ quiere tener alma. No pretende ser únicamente giros y revelaciones, también quiere ser amor y cariño (por retorcido que sea Klaus a la hora de expresarlo). Y, de momento, los frentes amorosos no van por mal camino.
Elijah y Hayley tienen química (y deben vigilar de no sobre-explotarlo a la vez que mostrar algo más que una interacción esporádica al final de los episodios) y resulta refrescante ver que Klaus se siente fascinado por alguien que no sea una adolescente que no tiene ni idea de qué quiere en esta vida. Pero mi mayor curiosidad es comprobar si efectivamente ‘The Originals’ pasa a una segunda fase cuando regrese después de las fiestas. No estaría mal que al décimo episodio por fin todas las piezas hicieran ‘¡click!’, que todo ya está suficientemente presentado como para jugar con ellas con más soltura.
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