Empiezan los créditos finales del último episodio de la segunda temporada de ‘Juego de Tronos‘ (‘Game of Thrones’). Tardo todavía un tiempo en reaccionar, la última escena es efectista, uno de esos cliffhangers por los que maldices que cada temporada sea tan corta y que tardemos casi un año en ver la siguiente. El pasado domingo terminó la última temporada de ‘Juego de Tronos’, una de esas series que podríamos definir “fenómeno” debido al ruido que provoca. Y no es para menos ya que nos encontramos con una serie digna de ver.
La segunda temporada comenzaba donde lo dejaba la primera y acometía la adaptación de ‘Choque de Reyes’, el segundo libro de ‘Canción de Hielo y Fuego’, de George R.R. Martin. Para mí este es uno de los mejores libros de la saga y por eso esperaba grandes cosas, el cómo se enmarañaba todo como había giros apasionantes y, a su vez, se iban dispersando a lo largo de los Siete Reinos los diferentes bandos. Un gran libro y una gran temporada, pero con matices.
La Guerra de los Cinco Reyes y otras historias
Así pues nos encontramos con Jon marchando hacia el norte en una de las mayores expediciones hechas por la Guardia de la Noche; a Theon marchando hacia las Islas del Hierro en “misión diplomática” (y toquetear a su hermana); a Arya intentando llegar de incógnito, bajo el pseudónimo de Arry, a Invernalia a través de una caravana que recoge reclutas para la Guardia de la Noche; a Dany vagando por el desierto con sus dragoncitos; a Sansa en una corte en la que no se siente cómoda, con Joffrey y Cersei mandando sobre su vida; a Robb dirigiendo con mano firme su guerra contra los Lannister mientras Bran está de Señor de Invernalia; Renly Baratheon viendo sus opciones para derrocar a Joffrey y a Tyrion intentando hacerse valer como Mano en Desembarco del Rey intentando prepararlo todo para lo que se avecina.
A los que habría que añadir un nuevo jugador: Stannis Baratheon, que reúne desde Rocadragón a un ejército dispuesto a conquistar Poniente, con ayuda de Ser Davos y abrazando una nueva fe influenciado por Melissandre. Y en los primeros episodios hemos ido viendo como el juego iba cambiando para varios personajes: A Theon le ordena su padre volverse contra los Stark y decide conquistar Invernalia. Arya y compañía son capturados y llevados a Harrenhal, donde Arya acabará siendo copera de Tywin Lannister y conocería al misterioso Jaqen. Renly sería asesinado por una sombra parida por Melissandre y Stannis dirigiría una gran flota hacia Desembarco del Rey, donde Tyrion le estaría esperando con un truco feroz dando lugar a la apoteósica batalla de Aguasnegras.
Por otro lado Dany y su corte llegan a Qarth con la esperanza de ser acogida y, desde allí, poder comandar la conquista de Poniente, aunque tenga que esperar a que los dragones dejen de ser monérrimos. Algo que no será nada fácil ya que cada uno de los Trece, los jefes de la ciudad, tienen sus propias intenciones. En este sentido será Xaro Xhoan Daxos su principal protector, aunque le deja claro que su apoyo implica un precio. Y, más allá del Muro, Jon Nieve se escandaliza en su estancia con Craster y, además, logra capturar a una de las salvajes.
El problema de las tramas
Tengo la sensación, por lo general, que esta temporada de ‘Juego de Tronos‘ ha sido inferior a la primera por varios hechos. El primero es el número de escenas clavadas en la retina es significantemente inferior. También es cierto que la primera temporada se rige por el impacto, el efectismo en algunos casos y la segunda ha sido más moderada y tranquila… incluso estando en tiempos de guerra. En la segunda temporada reina la tensión por encima de la batalla, las aguas siguen su curso, aunque revueltas, esperando su oportunidad para inundar al resto.
Y el segundo es el que me parece el mayor problema que tiene ‘Juego de Tronos’, y que lleva arrastrando desde su primera temporada: la inmensa cantidad de tramas que abarca. A pesar de que han simplificado y cambiado algunas cosas para hacerlo más amigable al formato televisivo, a los guionistas de la serie les sigue costando distribuirlas bien a lo largo de los episodios. De hecho tengo la sensación de que desarrollan cada trama por separado y luego realizan un sorteo a la hora de meterlo en el teleplay de cada episodio.
¿El resultado? que en el último episodio de la temporada, ‘Valar Morghulis’, se hayan agrupado en los últimos diez o quince minutos varias escenas en torno tanto a Dany como a Jon que normalmente se hubiera repartido a lo largo de todo el episodio, o incluso de varios. Y aunque me refiero a este caso a estas dos tramas en concreto, a lo largo de la serie los casos son similares. Benioff y Weiss no han encontrado el modo de equilibrar las diversas historias que se entretejen en ‘Juego de Tronos’.
Lo cual causa que cada episodio sea un mundo. Al intentar cuadrar lo más posible cronológicamente los hechos se causan unos desajustes que estropean el fino trabajo de ingeniería que conlleva cada episodio. En los libros este modo de narrar es algo más orgánico, pero también es muy extenso y se desarrolla mucho cada escena. Sin embargo en la adaptación no se dispone del lujo que oferta la prosa e intentar emularlo no termina de funcionar. Es un problema que impide, en muchos casos, que cada episodio sea completamente redondo aun teniendo todo el potencial de tenerlo.
‘Juego de Tronos’ y de personajes
Si la segunda temporada falla un poco en torno a cómo distribuyen las tramas (tanto en un episodio individual como en el conjunto de la temporada), donde aciertan de pleno es en el desarrollo de los personajes. El tener grandes actores alrededor ayuda a poder desarrollar a los diferentes personajes de la serie de manera adecuada. Los que ya hemos visto en la primera temporada siguen teniendo momentazos y evolucionando de una manera loable. Y los personajes que aparecen por primera vez nos son presentados con maestría, demostrando que nadie es secundario y que todos juegan un papel importante.
Y es un gran mérito tanto de Martin, por poner las bases, como de Benioff y Weiss. Evidentemente hay ciertos cambios respecto a cómo son retratados algunos de los personajes. Por ejemplo, en los libros Theon no me parecía tan caprichoso y gallito, aunque lo sea; su actitud es odiosa pero no tanto como para tener ganas de darle una tunda de palos. Y estoy de acuerdo en lo que comentan algunos respecto a Dany y a Jon, aunque con ciertos reparos. Dany no deja de ser una niña con tres amigos escupefuegos y el retratarla como tal, algo cansinamente eso sí, no implica una involución. El resto de personajes está tan bien escrito que resulta difícil no entenderlos (excepto Joffrey, que está escrito así aposta). Ni que decir tiene que esta parece la temporada de Arya, que ya de por sí es uno de mis personajes favoritos de los libros y en la serie no decepciona.
Se avecina una Tormenta de Espadas
Tras el apoteosis que supuso ‘Blackwater’, en ‘Valar Morghulis’ (ya era hora de que apareciera dicha frase en la serie) volvíamos a la tónica habitual y nos encontrábamos con un episodio que servía tanto de epílogo de la segunda temporada: viendo el día después de los acontecimientos de Desembarco del Rey y qué pasaba en Invernalia y empezando a vislumbrar lo que pasaría en la tercera temporada de ‘Juego de Tronos’.
Un capítulo que ya nos plantea numerosos frentes abiertos: Jon encontrándose a Mance Rayder mientras la horda de Otros se dirige al Muro; las consecuencias de la boda de Robb; qué va a pasar con la gente cuya presencia en Desembarco del Rey es oficiosamente non-grata, como Sansa y Tyrion; el destino de Arya en tierras de Poniente; el viaje de Brienne y Jaime hacia Aguasdulces; qué ha pasado con Stannis y qué hará ahora que ha perdido la oportunidad de tomar la Fortaleza Roja… muchos frentes que sin duda nos harán disfrutar de lo lindo con las próximas temporadas.
La segunda temporada de ‘Juego de Tronos’ nos ha hecho sufrir y nos ha emocionado, aunque también nos ha puesto los pies en la tierra. Sigue siendo una gran serie, una producción sin precedentes en la televisión y un ejemplo de por qué HBO tiene esa fama de fabricar grandes obras. Sin embargo se ha mostrado algo torpe a lo largo de estos diez episodios, con una narración y un ritmo que iba a trompicones y con escenas que, incluso, llegaban a aburrir. Y eso es algo muy peligroso en una serie tan ambiciosa como esta que, espero, siga proporcionándonos horas y horas de emociones.
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