Con ‘House‘, al igual que al personaje, se nos ha ido la olla. Comprendemos que sigue siendo una serie de primera línea, y como tal deberíamos haber hablado de la séptima temporada hace ya un par de meses; nos disculpamos por ello, y aprovechando que hace unos días Cuatro emitió el último capítulo en versión doblada, aprovechamos la coyuntura para hacer propósito de enmienda. La séptima temporada de ‘House‘ prometía cambios, muchos cambios motivados fundamentalmente por el paso definitivo que finalmente se produjo al final del año anterior. Y como ya nos pasó en la sexta, la alegría duró poco.
Los guionistas han querido experimentar un poco con el personaje, ponerlo en una nueva situación sentimental y ver cómo respondía a las diferentes situaciones derivadas de ahí. Y durante el tiempo que ha durado ha sido divertido, y realmente hemos creído que podría ser un cambio definitivo para el personaje, pobres ilusos de nosotros. Quince capítulos ha durado la alegría de ver a House en una posición diferente, momento en el que volvimos a ver al Greg de siempre, ese con el que estamos cansados de lidiar durante años y capaz de cometer las locuras más ilógicas del mundo. Locuras que ha vuelto a cometer, ¡vaya si las ha cometido!
El drama y la intensidad de ‘House’
He tomado una decisión. Ser feliz y estar enamorado de ti me convierte en un doctor de mierda. Me has hecho un doctor peor, y la gente va a morir por culpa de ello; y aun así vale la pena. Si tengo que elegir entre salvar a todo el mundo o amarte y ser feliz, te elijo a ti. Eligo ser feliz contigo. Siempre te elegiré.
Estas palabras las pronunció un House borracho al final del capítulo 14, sólo que no estaba borracho: estaba puesto hasta arriba de Vicodina. Fue el preludio de dos capitulazos de los de quitarse el sombrero y llorar de intensidad, que nos recuerdan por qué ‘House’ sigue siendo una de las series más vistas alrededor del mundo y por qué la etiqueta de procedimental no le hace ninguna justicia. La serie habrá cambiado muy poco, tendrá unos personajes apocados y destinados a caer una y otra vez en los mismos errores, pero en la narración, la intensidad, el drama y la fotografía tiene muy poca competencia.
Me estoy refiriendo a los capítulos 7×15, uno de esos capítulos especiales que de vez en cuando se curra la serie, y el 7×16, capítulo que posee uno de los mejores finales de la historia de la serie, y que teneis en el vídeo de aquí arriba. En el primero, la serie nos trasladó a diferentes situaciones ficticias: una invasión zombi, una película antigua y hasta un musical para enseñarnos finalmente que Greg había vuelto a tomar Vicodina. El segundo, nos recordaba al viejo House, el de las pastillas y las prostitutas, para culminar en unos cinco minutos finales que quitan la respiración.
“Huddy” y la relación de amor-odio
Ver la evolución de la relación de Greg y Lisa ha sido bastante interesante en esta séptima temporada, sobre todo por parte de House. El trato con la gente no es el fuerte del médico, y esta vez ha tenido que lidiar con la hija y la madre de Lisa. Todo un acierto incorporar a Candice Bergen como suegra de House, interpretando a un personaje intenso capaz de hacer frente a las paridas de su yerno, y fue un placer ver cómo, a pesar de sus reticencias a la hora de lidiar con ellas, House no tiene más remedio que amoldarse a lo que ambas necesitan. Las cosas que hago por amor, que dirían en ‘Juego de Tronos’.
El único problema es que la causa por la que la pareja se separa me suena demasiado artificial, y me explico. Prácticamente en cada capítulo han puesto a prueba la fidelidad de la relación, y todas fueron superadas; eso sí, la Vicodina ya es demasiado. Hablando desde un punto de vista meramente argumental, hay que tener en cuenta que Cuddy sabía perfectamente dónde se metía al abrirle su corazón a House, y cualquiera en su lugar habría decidido ayudar a su pareja a abandonar el hábito. Pero ella no, ella le deja y adiós muy buenas. Una trampa tramposa de los guionistas para devolver al protagonista al punto de partida… otra vez.
Lo “bueno” de todo esto es que parece que la huella de Cuddy no va a ser eliminada también de un plumazo, y el abandono ha dejado aún más tocado al protagonista. Sus idas de olla continuas en los últimos capítulos de la serie denotan que ya poco o nada le importa a House, capaz de someterse a un ensayo clínico sin importarle las consecuencias, de operarse a sí mismo en la bañera de su casa y hasta de empotrar el coche contra la casa de su ex-novia sólo por un ataque de celos.
Los secundarios y la octava temporada
Quitando al personaje principal, la séptima temporada de ‘House’ me ha servido para confirmar que de la serie sólo me interesan sus personajes femeninos. Ni Wilson, siempre a remolque de Greg; ni Taub, cuya trama con su mujer no me interesa lo más mínimo; ni Foreman o Chase, que este año han sido meros figurantes. La verdadera chicha ha estado en Masters, una gran incorporación que chocaba siempre con la moral de House’, y Trece, que aun a pesar de aparecer sólo en los capítulos finales, es siempre un seguro para la serie.
El último capítulo de la temporada fue un poco tramposo; con tantas ambulancias, coches de policía y con Cuddy al borde de un ataque de nervios, parecía que el doctor había intentado asesinar a alguien, había puesto una bomba o algo mucho peor. No quiero decir que empotrar el coche en una casa no sea nada grave, pero desde luego yo me imaginaba otra cosa. Lo único que me irrita de todo esto es que al final, como siempre, todo quedará en nada, y más ahora que ya sabemos que Lisa Edelstein no seguirá en la octava temporada de la serie. No digo que ya no me guste ‘House’, sólo que me cansa su incapacidad de hacer evolucionar al personaje principal. Dicen que la octava tiene pinta de ser también la última de ‘House’, y desde luego no estaría mal ir pensando ya en un final.
En ¡Vaya Tele! | ‘House’ vuelve a reanudar el ciclo
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