¿Hay algo más satisfactorio para un ávido y apasionado fan de la ficción televisiva que toparse con una propuesta que fascine a todos los niveles? Algo así me ha ocurrido –y de principio a fin- con ‘Halt and Catch Fire’. Y últimamente no me pasa demasiado. Pensaba achacarlo a una rutina tan perseverante con catarlo todo -y más en un momento televisivo tan dulce como el actual, en el que la cantidad de series a nuestro alcance es casi obscena- que consigue diluir los hitos entre tanta historia mimética, tanto formato reiterativo y tan poco espacio para la sorpresa. Sin embargo, si uno valora todo aquello que ha visto y analiza en perspectiva qué series colocaría en lo más alto de su estima, probablemente el ratio de favoritas por año no haya cambiado demasiado.
En cualquier caso, este drama histórico de AMC ha pasado a formar parte de mi olimpo de las series, y en éste artículo intentaré exponer lo mejor posible (y sin spoilers) uno de los motivos que lo convierten en un relato excepcional de un desarrollo de personajes exquisito, una dirección estimulante a la par que elegante y un gusto delicioso por la importancia del detalle. Muy resumidamente, 'Halt and Catch Fire' gira en torno a la revolución tecnológica de principio de los ochenta a través de la mirada de una compañía que, con el desarrollo de un nuevo ordenador personal, busca encontrar un hueco en el mercado.
Los perfiles del progreso
Una de las mayores dificultades que una ficción ha de superar es la de conseguir que el espectador se involucre con la historia. En ocasiones se recurre a la capacidad de impacto de un detonante (el peligroso high-concept) o a una atmósfera atrayente, pero sin unos personajes de algún modo estimulantes hay poco que hacer; seguramente sea el motivo por el que los pilotos sean siempre tan TAN expositivos. Pero a ‘Halt and Catch Fire’ no le hace falta porque desde el primer momento echa mano de unos perfiles de personalidad tan fácilmente identificables y atrayentes que no importa que los personajes como tal, con su bagaje emocional y social, se construyan lentamente y lleguen algo más tarde.
Aunque no sea el único, uno de los centros argumentales que motivan (y, en este caso, excusan) las ramas narrativas que emanan de él me ha resultado de lo más estimulante: qué dinámicas, factores y personas son necesarias en eso que llamamos progreso; un cimiento sobre el cual se construye una red de perfiles de personalidad tremendamente magnéticos desde el primer momento. El visionario que hace, dice o aparenta cuanto sea necesario para seguir adelante; un traje-y-corbata que unas veces parece vacío y otras deja asomar la verdad tras la pose. Las mentes brillantes sin las que no se entiende el avance tecnológico y cómo esa brillantez se canaliza y es catalizador de diferentes naturalezas humanas, como el carácter asocial, la incapacidad de manejar la frustración o la actitud inicialmente derrotada que se deja estimular por su entorno (y el visionario) a pesar de que le cueste no encontrar motivos que le paren los pies.
Pero es muy distinto un carácter adormilado provocado por fracasos pasados (Gordon) que ese tipo de perfil que tiende a frenar cualquier tipo de avance (Brian). No sabéis su nombre porque no es un personaje relevante; no importa cómo se llama, dónde trabajó antes, ni si tiene mujer e hijos. Lo único que importa es su perfil de persona carente de visión – le dije que había que talar ese árbol, ¿cómo se supone que vas a ver el tráfico si hay una jungla delante?-, carente del espíritu tala-árboles, resolutivo e innovador necesario en este momento, y que culpa a todo el mundo menos a sí mismo de un accidente de coche.
Cómo definir una época y una revolución
Ese visionario (que poco a poco se desvela como el autodestructivo, de pasado turbulento y ansioso por trascender Joe MacMillan) es algo más que eso, también es ese comercial vendehúmos con labia que sabe cómo hablarle a cada interlocutor, un perfil que se revela vital para simplificar el discurso a los ejecutivos con dinero mientras los ingenieros no pueden evitar sus puntillas y correcciones. Detalles que son más de perfil que de persona.
Sé que me muevo en un terreno peligroso donde es difícil separar una cosa de la otra. Es la acumulación de detalles la que conforma esos personajes, pero donde ‘Halt and Catch Fire’ es brillante es en cómo administra cada uno de los perfiles necesarios para la historia que cuenta de forma natural. Meticulosamente hace lo mismo con esas reacciones, actitudes o decisiones que existen por y para reflejar los valores y sociedad de una época concreta (los ochenta, en este caso). Este aspecto se aprecia perfectamente en los perfiles femeninos: ellas pueden ser caóticas u ordenadas, disciplinadas o impulsivas, pero les une su inteligencia y su determinación.
Podría también usar como ejemplo la habilidad de hacer perfectamente accesible el aspecto más técnico de la trama simplemente por cómo refleja la importancia de cada avance, programa o pieza a través de los personajes; no es necesario saber qué es una BIOS para comprender su complejidad: el comportamiento de Cameron y su entorno es más que suficiente. Es algo que aceptamos con mucha naturalidad en series legales o médicas, pero a pesar de hacer el aspecto profesional igualmente inteligible, la jerga parece haber sido uno de los motivos principales de abandono para algunos espectadores.
Podría entrar en el uso de la alegoría (ese pájaro moribundo, la tormenta, el pelo domado de Cameron como reflejo de su madurez emocional, el hoyo del jardín), en su exquisita dirección (excelente Juan José Campanella con el primer episodio) que cuida la narrativa visual de cada plano, en el uso de la música o en esas frases lapidarias (auntomáticamente convertidas en citas) sobre la tecnología, el negocio, el capitalismo o el progreso que reflejan el espíritu e ideales de los hechos históricos. Sin embargo, para mí todo acaba desembocando en ese desarrollo fantástico de unos personajes en mitad de una revolución de la que son causa y víctima, en cómo jamás se pierden de vista esos perfiles que están por encima de todo, esos perfiles que definen una época y un cambio, fusionándolos a la vez con unos personajes a los que merece la pena seguir más allá de su espíritu portavoz. Si no habeís visto 'Halt and Catch Fire', no digo nada más.
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