El verano de 2014 ha sido, para muchos seriéfilos, una etapa estupenda para los estrenos de ficción. Puede que la curiosidad os haya llevado hasta 'Dominion', una serie de Syfy que se estrenó en junio. Ya sabéis, se trata de una adaptación para la pequeña pantalla de 'Legion', una producción que no tuvo muy buenas críticas precisamente. Pero el hecho de que el canal renovara la serie por una segunda temporada, unido a lo llamativo de la historia, eran puntos a favor para darle una oportunidad.
La premisa de 'Dominion' tiene su aquel: los ángeles, comandados por el arcángel Gabriel, han atacado a la raza humana, cuyos supervivientes se ven obligados a vivir encerrados en unas caóticas y miserables ciudades llenas de conflictos. Los individuos no son libres, las clases altas se aprovechan de los tiempos difíciles y el terror a los sanguinarios ángeles es la psicosis de cada día.
Un apocalipsis un tanto previsible
Hay unas estructuras sociales rígidas y totalitarias. Hay una ciudad, Vega, heredera de la otrora lúdica Las Vegas. Hay un arcángel Miguel que se ha puesto del lado de los humanos. Hay un elegido que porta unos crípticos tatuajes que parecen tener la clave de la salvación. Hay ángeles en la sombra, cultos prohibidos, individuos que no son lo que parecen... Todos estos ingredientes deberían ser un estupendo cóctel para los amantes de la ciencia ficción más mística.
Pero el día a día de la serie no es tan prometedor como la sinopsis de su historia. La serie peca de cierta previsibilidad, como jugarse toda la emoción de su piloto a un clímax que no funciona, pues todos sabíamos perfectamente quién era el elegido al minuto y medio de empezar el capítulo. Así sucede con muchas de sus tramas episódicas, centradas en conflictos poco originales cuando hay todo un universo ascético que desarrollar.
Los personajes son bastante planos, tienen reacciones infantiles y protagonizan unos giros inverosímiles que, por otro lado, muchas veces no llevan a ninguna parte. No ayuda a hacerlos más creíbles la interpretación de algunos actores, como ese Michael vestido a lo Neo de 'Matrix', con sus piernas eternamente plantadas en un ángulo que trata de parecer desafiante, una búsqueda de seriedad a la que no favorece el pronunciado escote de su camiseta.
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