Puede que ‘Friends’ no inventase la sitcom de amigos en plena crisis de la vida adulta, pero sí fue la primera comedia del estilo con una trascendencia internacional y un legado difícilmente igualables. Su alcance masivo es para muchos un defecto al aplicar esa escala que nunca comprenderé ni compartiré que coloca el éxito en el lado contrario del prestigio. Pero ‘Friends’ ha sido y es lo que es por varios motivos y los incontables intentos posteriores que aún perduran de encontrar un conjunto de elementos similar son la prueba de algo más que el empeño por dar con una nueva destroza audímetros.
Un 6 de mayo de 2004 estos seis jóvenes neoyorkinos dijeron adiós a diez años de emisiones, de récords y de frases legendarias; no es que haga falta ningún hito especial para recordar las virtudes de una serie que forma parte de la cultura popular prácticamente universal, pero toda excusa es bienvenida para intentar reconocer todos los ingredientes que la convierten en referencia eterna.
Cuando aún estaba en pañales, los directivos de la NBC no estaban convencidos con el formato: el peso de los episodios recaía demasiado en los diálogos. Me explico; la comedia como género tiene en el diálogo su columna vertebral, pero la preferencia vira hacia lo visual, el chiste instantáneo o el humor físico. Ver un chiste, no contarlo. Sin embargo, en ‘Friends’ no había demasiado slapstick –muy de la sitcom generalista de las décadas anteriores- ni se ilustraban muchos de los chistes –pensemos ahora en lo habitual que es el recurso del flashback o gag insertado en las comedias-, y eso era motivo de preocupación. Sin embargo, pronto descubrieron lo bien que funcionaban los capítulos.
Y es que ‘Friends’ tiene una estructura capitular modélica; sus escaletas a tres tramas (una de ellas generalmente en forma de running gag) encontraban la forma de combinar a los seis protagonistas de muchas y variadas formas, evitando así al mismo tiempo que se produjese un estancamiento. A nivel narrativo, logró encontrar un equilibrio entre los conflictos reales de un grupo de veinteañeros y el tono que los trasladaba a un día a día con un punto idílico, la ración justa de absurdo, una pizca de moraleja bien manejada y mucho humor.
La química entre todos ellos siempre ha sido uno de los aspectos más envidiables y más irrepetibles de ‘Friends’, seis perfiles radicalmente opuestos con filosofías muy distintas cuya dinámica resulta tan natural que uno podría pensar que el humor por el choque entre ellos se generaba de forma automática. Chandler, Mónica, Ross, Phoebe, Rachel y Joey no podrían ser más diferentes; seis amigos que uno podría pensar que jamás lo serían en realidad pero esa combinación loca que suelen ser los grupos de amigos no es más que otro elemento de los muchos que conectan con la audiencia.
Porque esa fue siempre otro de sus puntos fuertes. Era blanca, sencilla y los conflictos de los personajes en cada momento existencial de los diez años de los que fuimos partícipes eran universales y muy identificables, de ahí su capacidad para ser exportada a cualquier rincón del mundo. La esencia de verdad que había tras sus conflictos y emociones era tan global –y tan condenadamente divertida- que generaba mucha complicidad con cualquier espectador; complicidad que se subrayaba con el uso justo y medido de la comedia más endogámica, de la autoreferencia a su propia mitología limitada pero eficaz que nutría los grandes clifhangers en la continuidad.
Diez años y ‘Friends’ nunca dejó de crecer. Su novena temporada es una de las más redondas, los personajes encontraron su evolución dentro del estancamiento propio (y necesario) que suelen tener en el género y ya desde la primera temporada es evidente que los guionistas supieron hacerse a ese fabuloso reparto y aprovechar la vis cómica y puntos fuertes de cada uno. Es algo que se percibe muy bien en el personaje de Rachel, que arrancó la serie con situaciones de niña bien en mundo real pero poco a poco fue evolucionando hacia un humor más sarcástico que jamás habríamos adivinado en los primeros episodios.
En cualquier ámbito de ficción la comedia es considerada como un género menor. Por algún motivo parece que lo fácil es escribir diálogos divertidos y mantenerlos frescos durante tanto tiempo. Diez temporadas aguantó ‘Friends’ en lo más alto, marcando no sólo a una generación sino a todas las venideras (¡que nunca acaben las reemisiones!), haciendo de la relación entre Ross y Rachel y su “descanso” un hito, marcando records de audiencia y afectando de forma obsesiva a las modas del momento (los peinados de Rachel son ya legendarios), protagonizando acaloradas discusiones sobre cuál es el mejor Friend y, en definitiva, convirtiéndose en una de las más recordadas, referenciadas, homenajeadas y copiadas de la historia de la pequeña pantalla. Que se dice pronto.
En ¡Vaya Tele! | ¿Al final 'Cómo conocí a vuestra madre' ha sido la sucesora natural de 'Friends'?
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