"Just get me home... I'll do the rest"
El final de una serie que nos apasiona siempre deja en nosotros un poso agridulce. Por un lado, la satisfacción que produce la resolución de la historia. Cerrar el ciclo y dar respuesta (no siempre) a las preguntas que quedaron en el aire. Pero al mismo tiempo queda esta especie de vacío, de tristeza. Queda la conciencia de lo difícilmente repetible del momento. Que han de pasar muchas series por nuestra vida hasta que otra llegue a significar tanto. Como sentí cuando acabó 'Lost'. Como he sentido hoy al vivir el adiós de 'Breaking Bad'.
La ficción de AMC se ha marchado haciendo honor a su grandeza y alcanzando su máximo histórico: 10,3 millones de espectadores en USA pendientes del final de Walter White y 500.000 descargas registradas en todo el mundo, sólo en las primeras doce horas desde que se emitiera. Semanas especulando sobre cuál sería el destino final de Heisenberg para que después llegue Vince Gilligan y se saque de la manga este Felina. Redondo. Brillante. Triste. A estas alturas, casi volvíamos a encariñarnos con Mr. White.
Precisamente también se ha teorizado mucho sobre el significado del título, sabiendo, como sabemos, que nada es casual en 'Breaking Bad'. La explicación más acertada parece ser la que surgió en Reddit: Fe, de Hierro. El elemento más presente en la sangre. Li, de litio, imprescindible para cocinar metanfetamina. Na, de sodio, la sal de nuestras lágrimas. Sangre, Metanfetaminas, Lágrimas. Y al mismo tiempo, una forma de jugar al despiste con la palabra finale. Hasta un título es una obra bella y perfecta en manos de Gilligan.
Una redención en cuatro actos
En el penúltimo episodio, dejamos a Walter a punto de rendirse hasta que ve cómo el otro gran legado que había dejado hasta entonces como químico (su aportación como co-fundador a la farmacéutica Gray Matters) era ninguneado. Pero mientras nosotros pensábamos que la rabia le haría querer verter (aún) más sangre, él estaba ideando otra de sus perfectamente hiladas y brillantes maniobras.
Y comienza así el camino de la redención, su último gran plan. Resolviendo todos los asuntos pendientes antes de morir y cerrando cada capítulo: el dinero, su familia, la venganza y la salvación del único resquicio que le quedaba de Walter White, liberando a Jesse. Porque estaba claro que la historia de Heisenberg era una carrera contrarreloj intentando escapar de una muerte segura. Lo que ignorábamos era si vendría dada por el cáncer o por las consecuencias de sus actos. Y aún con todo, han sido sus mentiras las que le han permitido ganar algo de tiempo. Lo suficiente para seguir saliéndose con la suya, sólo un poco más.
Una canción se escucha en la radio de su Volvo robado: "Tal vez mañana una bala me encuentre, esta noche nada es peor que este dolor en mi corazón". Y en la matrícula, otra maravillosa coincidencia: Live free or die. Felina se ha narrado más que cualquier capítulo a través de la imagen: el reflejo azul y rojo de las luces de la policía en las gafas de un Walter al que ya sólo le queda suplicar a Dios; la declaración de intenciones de la matrícula; el reloj que Jesse le regaló, abandonado en la gasolinera en la que comienza el principio de su fin; la falsa sensación de calma que se ve constantemente amenazada por la presencia de Walter en esos planos con los que Gilligan ha jugado a las perspectivas. Primero somos nosotros los que le vemos acechar a los Schwartz. Luego es Skyler la única que puede verle, hasta que cambia el encuadre y aparece fantasmagóricamente tras un pilar.
La mentira te hará libre
Mentira número 1: "Si por cualquier razón mis hijos no reciben este dinero... ¡Pop!". Walter se sirve de Heisenberg para asegurarse de que el mensaje ha quedado claro y el dinero, lo que ha conseguido salvar de las garras de Tío Jack, llegará hasta sus hijos que nunca deberán saber que procede de él. Los Schwartz serán sus benefactores y les donarán 9,720. millones de dólares. Al fin y al cabo, ya han hecho esa desorbitada donación antes, en una maniobra por desvincular su imagen de la del capo de la metanfetamina. Los supuestos sicarios que les apuntan con sus armas resultan ser los colegas frikis de Jesse jugando con unos punteros láser por un fajo de billetes. Pero jugarán un papel más importante: revelar a Walter que Jesse sigue vivo. Porque hay meta azul en el mercado y, además, el aprendiz ha superado al maestro.
Mentira número 2: "Tengo un nuevo método que no requiere metilamina". Si algo ha aprendido Walter White con Heisenberg es a ser despiadado. Y a no dejar cabos sueltos. Por algo Hank era incapaz de encontrar una sola pista para incriminarle por todos los asesinatos. El encuentro con Lydia le permitirá ejecutar su venganza de una manera magistral: con la sutileza de la ricina escondida en un sobre de Stevia y con la sangre fría de la trampa mortal ejecutada desde el maletero de su coche. Da la impresión de que incluso usa su cáncer para hacerse ver débil y vulnerable y que Lydia se crea más lista que él.
Mentira número 3: "No tengo nada que daros, gasté lo último viniendo hasta aquí". Cuando aparece en casa de Skyler no sólo va buscando su "despedida apropiada". Quiere asegurarse una vez más de que todo lo que hizo "por su familia" ha valido para algo y que ella nunca cuestionará la donación de los Schwartz. Pero también necesita saber que ella estará bien: el boleto de lotería con las coordenadas de la tumba de Hank y Steve no sólo servirá para darles paz a ellos y a sus familias (otro capítulo que se cierra). También será el billete que pagará la libertad de Skyler, si es capaz de jugarlo como baza para negociar. La visita será catártica para Walter, que por fin admitirá lo que ya sospechábamos: que le gustaba ser Heisenberg. Que le hacía sentir vivo. Y así podrá aceptar, al fin, todas las consecuencias de sus actos.
Mentira número 4: "Me mentiste... En lugar de matar a Jesse te asociaste con él". Y el Tío Jack cayendo en ella como una mosca en una tela de araña. Uno puede ser un asesino despiadado y al mismo tiempo no tolerar que le llamen mentiroso. Tal y como White habría previsto y con un objetivo: tener a Jesse cerca. Con el llavero rojo en su poder, al que no le ha quitado la vista desde que entraron en el antro de la banda de Jack ya está listo para vengarse y, en un acto de justicia poética, sacrificarse con sus propias balas para liberar a Jesse de su calvario. Y el karma ha querido que sean Todd y Jack los únicos supervivientes para que Walter y Jesse puedan hacerse cargo de ellos y (se diría que) disfrutarlo. Esta es por Hank. Esta, por Andrea.
Es en este escenario donde la serie llega a uno de sus cúlmenes: el duelo Pinkman Vs Mr. White, con el recuerdo de esa sucia confesión sobre Jane resonando en su cabeza. Pero para qué acabar con él, si ya está condenado a morir. Si lo único que quiere es irse de allí. Tal vez buscar al hijo de Andrea. Tal vez largarse a Alaska. Impagable el rostro de Pinkman llorando y riendo y huyendo, recuperando la oportunidad de vivir. No sabemos si alguna vez conseguirá a tener paz, pero al menos Gilligan ha dejado esa puerta abierta al personaje, lo que era ya una cuestión de justicia. Sí, pedimos justicia para el yonki, traficante, asesino. Es lo que tiene esta serie.
Los detalles
(Atención, si no has visto el final de 'Lost', que ya es raro, no sigas leyendo y salta al siguiente párrafo)
Ya sabíamos que Walter White moriría. Pero lo que no sabíamos es que lo haría emulando a Jack en el final de 'Lost'. Es inevitable pensarlo, con ese plano cenital alejándose de Walter, la herida en el costado (en el mismo lado), la cara de paz, después de haberlo resuelto todo. Casi resulta romántico que muera en el suelo del laboratorio. El lugar donde empezó todo; igual que Jack, que vuelve al lugar donde abrió los ojos por primera vez en la isla para morir. Mientras, suena una desconcertante y alegre Baby Blue: "Supongo que tengo lo que merezco".
Otros detalles con los que me quedo:
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El tono del móvil de Todd: Lydia, the Tattooed Lady.
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La expresión de Skyler al oír a Walter decir: "lo hice por mi. Me gustó". Algo parece romperse dentro de ella. Ya no queda nada del hombre que conoció
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Walter vistiendo ropa igual a la que llevaba en el flashforward del piloto: esos pantalones marrones que salen volando en la huída en autocaravana y esa camisa verde que combina con calzoncillos y pistola.
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El rostro de Holly como lo único puro y limpio en toda esta historia.
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Descubrir que Gilligan nos regaló parte del capítulo final con aquel flashforward que ha recuperado en este capítulo, para, de nuevo, cerrar el círculo: el aspecto desaliñado, Carol, la ricina, el arma.
De todas las opciones, quizás este final sea el menos trágico, el más justo. Y aunque quedaron víctimas inocentes en el camino, la porquería de Heisenberg ha salpicado a los mínimos posibles en este desenlace. Y, en parte, se ha salido con la suya; al menos con esa idea quiere morir. Al menos estuvo vivo, piensa. Buen viaje a Belice, Walt.
En ¡Vaya Tele! | 'Breaking Bad' 5x15, el ocaso de Walter White
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