Sitges 2020: 'Host', una electrizante dosis de terror sobrenatural vía videollamada

Aunque haya terminado sonando a tópico tras haberse escuchado en infinidad de ocasiones, y pueda llegar a irritar cuando llega de cineastas consagrados que tienen a su disposición material de primer nivel, uno de los mejores consejos que puede darse a alguien que quiera dedicarse al noble oficio de narrar historias en imágenes es recordarle que la cámara y el presupuesto no importan, y que lo mejor que puede hacerse es ponerse a rodar con los recursos que se tenga a mano.

La eficacia de esta máxima, derivada en algo que podríamos definir como cine “low cost”, se ha probado en infinidad de ocasiones; particularmente dentro de un género de terror que no suele verse tan afectado por las limitaciones logísticas. Y, como muestra, ahí están los orígenes del found footage con ‘Alien Abduction’, pequeñas joyas como ‘Creep’ y su secuela, el boom del bajo presupuesto contemporáneo que supuso ‘Paranormal Activity’ o propuestas online más refinadas como ambas partes de ‘Unfriended’.

Es precisamente con estas últimas producciones marca de la casa Blumhouse con las que ‘Host’ comparte una mayor parte de código genético; brindando una buena dosis de humilde terror sobrenatural vía videollamada con una contundencia inesperada. Un pequeño milagro gestado a través de Zoom en pleno confinamiento por la pandemia de coronavirus que pone los pelos de punta en 56 minutos para el recuerdo.

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Jugando con inteligencia la carta de los tópicos

Es muy probable que todo aquél que acuda a ‘Host’ buscando algo rompedor o un mínimo atisbo de innovación, quede profundamente decepcionado. Una vez presenta a su grupo de protagonistas —sorprendentemente cuidado y con los suficientes matices pese a la velocidad de su introducción—, el mediometraje se limita a suceder en pantalla una colección de tópicos y clichés vistos una y mil veces en el subgénero. Pero esto no es, ni mucho menos, sinónimo de una falta de efectividad.

Sombras y figuras extrañas en segundo término, puertas que se abren solas, objetos que salen disparados de lado a lado de una habitación... la colección de lugares comunes es casi interminable, pero el director Rob Savage se las apaña para que hasta alguien curtido durante años —ya décadas— en el cine de terror como un servidor pase un —muy buen— mal rato mientras sonríe con complicidad ante los trucos empleados con una autoconsciencia deliciosa.

Durante la inmensa mayoría del metraje, Savage opta por dosificar efectismos de saldo y construir progresivamente una atmósfera tensa y asfixiante que invita a mirar de reojo la pantalla en no pocos momentos. Así, jugando con los silencios, los planos fijos interminables y las estancias vacías, y sin usar prácticamente los jumpscares de rigor —algo lógico si tenemos en cuenta el formato— ‘Host’ nos va preparando, aproximando nuestras posaderas al filo de la butaca, para su gran fin de fiesta.

Y es que el “terror calmado” que predomina en el filme termina explotando en unos últimos 15 minutos capaces de dejar en pañales a cualquier entrega de las multimillonarias ‘Paranormal Activity’ gracias a una montaña rusa de sustos, muerte y destrucción espectral que extrae oro del lenguaje del metraje encontrado y sirve en bandeja de plata un breve, pero intensísimo chute de adrenalina.

Aunque, más allá de esto —y de su agudo abrazo a la “nueva normalidad”—, si hay algo que agradecer a este éxito rotundo que, pese a sus limitaciones, ha terminado siendo ‘Host’, es el modo en que nos recuerda lo que puede llegar a conseguirse con voluntad, esfuerzo, talento... y una idea no tan novedosa.

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