El último día en Sitges fue el de 'The Road' ('La carretera'). La película, adaptación de la novela de Cormac McCarthy, se proyectó por la mañana, en el pase de las ocho y media, y por la noche, siendo la encargada de clausurar la 42ª edición del Festival. A las once y media, estábamos citados para asistir a una rueda de prensa en la que iban a estar Viggo Mortensen y John Hillcoat, el protagonista y el director del film.
He estado en otras ruedas de prensa, creedme que se nota cuando viene una estrella. No se cabía en la sala, y el nerviosismo era muy palpable, todos querían tener el mejor sitio y la mejor visibilidad (muchos parecían fanáticos del actor). Con un poco de retraso, por fin entraron Hillcoat y Mortensen, recibiendo rápidamente una marea de flashes. Ángel Sala dio las gracias a todos, presentó a los invitados e inició la ronda de preguntas. No hubo mucho tiempo, y tampoco creo que las pocas preguntas que se hicieron (algunas ridículas) dieran la oportunidad de aprovechar mejor el encuentro, pero bueno, al menos pude oír y ver de cerca a uno de los mejores actores del planeta, y saber un poco más sobre la película, que por cierto, por lo que he oído ha gustado mucho, no sólo a mí.
- Viggo. La película me ha hecho pensar en que el hombre es un lobo para el hombre. ¿Piensas lo mismo?
VM: El hombre puede ser un lobo y también un cordero. En la novela, como en la película, que es bastante fiel, se quiere dar la idea de que el "good guy" ("hombre bueno") se define por sus elecciones. Elegir por el amor, o por el odio. Todos podemos hacer cosas buenas o malas.
- Hola Viggo. Tu personaje lo pasa bastante mal en la película. ¿Que habrías hecho tú en su lugar?
VM: Bueno, soy testarudo. Intentaría aguantar todo lo posible. Nunca se sabe. Son situaciones por las que vamos al cine, las que se cuentan en este cuento. Lo importante es para qué, ¿para qué sobrevivir? ¿Sobrevivir nada más, o hay otra cosa, más allá? Una elección, como comenté antes.
- ¿Fue muy duro el rodaje, y cómo hacían para mantener el buen humor? Y luego para Viggo, el director de 'Solomon Kane' dijo que tú habías sido su primera elección, si nos podría decir algo sobre esto.
JH: Hacer la película fue muy duro. Se hizo en localizaciones exteriores, en invierno, fue duro. Pero dio significado a la película. Ayudó a contar la historia, y al equipo. Rodamos en 50 localizaciones, tuvimos que movernos por 4 Estados diferentes. Esto le dio una dimensión más a la película.
VM: A ver si me acuerdo... que otros directores quieren contratarme. Bueno, como actor me parece muy bien, hace falta trabajo [risas].
- Para los dos. La película da mucho miedo, ¿qué os aterra más?
JH: A encontrarme totalmente negado por el miedo. Es difícil, estar bajo tanta presión, guardar la humanidad, hacer lo correcto.
VM: Yo tengo miedo a fracasar como actor. El desafío era encontrar la forma de desnudarse desde dentro, de ser honesto, con los sentimientos, más que en otras películas, otros cuentos. Era importante encontrar al niño, encontrar a un genio en realidad. Con el trabajo de fotografía, de Javier Aguirresarobe, del equipo, la preparación del director... con todo ese trabajo, sin un niño, no tenemos nada. Y yo tampoco tengo un compañero, que me pueda sacar lo que tengo que hacer. Hay que tener un poco de miedo como actor, para aprender, para hacer algo nuevo e interesante.
- Para Viggo. ¿Cómo te preparaste físicamente para el papel?
VM: Bueno, dejé la tortilla a un lado [risas]. No, hay que comer un poco menos. Tenía que estar más flaquito. Escuché música, poesía, vi películas. Todo lo que yo creía que me ayudaría a entrar en un estado de emoción. Un estado de gracia con el niño. Pero no fueron las cosas exteriores lo más importante. Lo más importante era, como digo, encontrar el coraje para decir la verdad, sin palabras.
- Hola Viggo, buenos días. Para ti, ¿qué es más complicado, mantener a salvo tu vida privada o interpretar un papel? Lo digo porque si hay algo que te hace ser un actor enigmático y poderoso es eso, la clave para no aparecer en los medios y no desgastarte como actor.
VM: No lo pienso, la verdad. La protejo. Por respeto a mi familia y los amigos. No me interesa llamar la atención de esa manera. Lo que es difícil es portarte bien y admitir tus errores. Es lo que cuenta este cuento también. Ser honesto con el chico. Se creó un vínculo muy fuerte, una complicidad, por todo lo que vivimos. Es de verdad y creo que se nota. Eso no se puede fingir.
- ¿Cómo es trabajar con un niño tan joven y contarle cosas tan duras?
JH: En términos de logística, fue muy difícil. Me gran miedo era encontrar un niño así, que nos pueda llevar por un viaje tan oscuro. Hablé mucho con Viggo sobre esto, era muy importante. Y cuando lo encontramos [el niño se llama Kodi Smit-McPhee] fue una bendición. Fue un regalo. Aprendí mucho con él. Hubo un momento precioso. En la película, cuando el hombre está a punto de cruzar una línea moral, en el guión, y en la novela, se decía que el niño debía llorar desconsolado. Lo intentamos pero no le salía. Él decía que no funcionaba, que él lo que sentía era cabreo, que no podía llorar. Así que lo hicimos así. Y él tenía razón. Fue increíble.
VM: Quiero contar algo, para que sepáis cómo es. Es un niño, y durante el rodaje tenía que divertirse. Fue complicado, hacía frío, nevaba. Pero se burlaba de todo, en el buen sentido. Se mostraba maduro e ingenioso al rodar. Pasó algo muy divertido con Robert Duvall. Tras rodar un par de tomas, se me acercó y me preguntó dónde habíamos encontrado a este chico, es genial. Luego fui a ver a Kodi y le pregunté qué tal había ido. Me dijo: "Está bien el viejito" [risas]. Es australiano, pero no se nota. La gente piensa que es de Estados Unidos. Y además habla un castellano bastante bueno. Durante el rodaje, Javier era el que más sufría, por el tiempo, los cielos grises, y se ponía de rodillas, rogando, maldiciendo al cielo. El niño se partía de risa. Había otro chico argentino con nosotros y entre él y yo le enseñamos a hablar... el buen castellano [risas].
- Hemos visto varias películas sobre el apocalipsis, ¿qué pensáis sobre esto?
JH: Están pasando cosas en el mundo. Hemos vivido en una burbuja. Pero ahora estamos con el cambio climático, y estamos siendo más conscientes de todo.
VM: Yo soy optimista, es el fin del Festival, pero no del mundo... ni de la selección argentina [risas].
- Se dice que ya no hay películas sin publicidad. ¿Por eso aparece una Coca-Cola en la película?
JH: La Coca-Cola es parte de la novela. Se incluye por el poco corazón de las empresas. No fue por dinero. De hecho, tuvimos problemas. Quisimos ser fieles y contactamos con ellos, pero mejor que lo cuente Viggo.
VM: A mí no me interesa hacer propaganda. Excepto de la película, por eso estamos aquí. La Coca-Cola está en el libro. A mí me divertía la idea de que fuera una Coca-Cola light [risas]. Habría sido gracioso. Pero tuvimos problemas, ellos sólo ponen sus productos en películas para toda la familia. Así que me dieron un número, y yo les llamé. Les conté todo. Va a quedar genial. Más barato, gratis. Como si estuvieran gratis en el mundial [risas]. Si fuera Pepsi no sería como en el libro. La rodamos con varias, con Pepsi, con Fanta... Lo hicimos mejor con la Coca [risas]. Les enviamos escena rodada y quedaron impresionados. Y aceptaron.
La cosa acabó ahí, pero debo contar algo que me ocurrió esta misma mañana, para cumplir con los hechos, con la narración verdadera de mi estancia en Sitges. Ya sabéis todo eso del cansancio acumulado. Además, hoy llevaba mi portátil en la mochila (la que me dieron el primer día), por si se repetían los problemas de Internet que ya os conté, y se ve que la mochila estaba más agotada aún que yo, no ha aguantado el peso extra y se ha roto. Entre una cosa y otra, y que soy un desastre con la hora, eran las once y cuarto, estaba a punto de empezar la rueda de prensa y... ¡no encuentro mi acreditación!
Después de volverme loco buscando, me doy por vencido y concluyo que la única opción es volver al Auditori, por si se me hubiera caído mientras veía 'The Road'. Me atendió una chica muy amable que me aseguró que buscaría en la sala una vez acabara lo que se estaba proyectando en esos momentos. Pero Mortensen y Hillcoat estaban a punto de llegar y yo seguía sin mi acreditación. ¿Me dejarían pasar?
A menudo, "mon amour" me habla del karma. Si hubiera estado allí conmigo, me lo habría vuelto a comentar. ¿Os acordáis de aquel "segurata" que protagonizó la anécdota de uno de mis textos? Bien, pues estaba allí, cuando me acerqué a la sala Tramuntana a punto de dar las once y media. Por supuesto que, de todos, tenía que estar él. Me acerqué. Y en lugar de pedirme nada, me hizo el típico gesto de "vale, puedes seguir". Por si acaso, le conté lo de la acreditación. Me dijo que no había problema, que me conocía. Le doy las gracias. Sigo caminando, y me planto delante de una de las dos puertas. Hay demasiada gente y me voy a la segunda.
Entonces un tipo me para y me pide la acreditación. Le explico que la he perdido en el Auditori y que el vigilante me ha dejado pasar. Le da igual, no puedo entrar. Resoplo. Se lo vuelvo a contar, con más detalles. Me pregunta de qué medio vengo, como si me fuera a pillar. Le respondo. Me mira y me dice: "¿Cómo perdéis las acreditaciones, qué os pasa?". Antes de que se forme en mi cabeza alguna respuesta adecuada, suficientemente contundente como para que deje de decir tonterías, se hace a un lado y me dice que pase, sin mirarme. ¿A qué venía esa actitud? ¿Por qué se comportó como si fuera un policía de aduana y yo un maldito terrorista que quiere inmolarse para despachar vírgenes eternamente?
Él mismo me lo aclaró un rato después. Por suerte, encontraron rápidamente mi acreditación y fui a buscar al tipo este de aire tan chulillo, para que las cosas quedaran claras. Me pidió disculpas en cuanto me vio, antes de decirle nada. Las acepté y me preguntó qué tal me había parecido el Festival. Le dije que bien, pero que estaba ya un poco harto. "Estamos todos hartos, demasiado estrés", me respondió, y dio una larga calada a su cigarrillo, como si Jean-Luc Godard lo estuviera filmando. Asentí y me fui a comer algo, antes de ir al Retiro, con las prisas de siempre, y la mochila rota, a ver 'Cold Souls'.
PD: Madre mía, qué bien se está en casa. Estos días os seguiré hablando del Festival, pero ya desde un hogar, con la paz que me aporta mi pareja, y sin sofocos. Dormir más de cinco horas, qué placer...
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