De nuevo más tarde de lo que había previsto, y de lo que sería deseable, aquí estoy, frente a la luminosa pantalla del ordenador, con la música compuesta por John Powell para la saga Bourne sonando de fondo; me da velocidad, y eso es justo lo que necesito ahora. Bien, tras el repaso a la quinta jornada que os dejé esta mañana, toca actualizarse y hablar de la sexta, es decir, de lo que he visto hoy martes 7 de octubre en el particularísimo Festival de Sitges.
Imagino que lo más os interesa es saber qué me ha parecido ‘Moon’, el debut cinematográfico del hijo de David Bowie, esto es, Duncan Jones. La vi a primera hora, en el primer pase de prensa de la jornada, y debo decir que es otra de esas películas que, como ‘Mr. Nobody’, te hipnotiza, te atrapa, y no te suelta hasta que empiezan los créditos finales (más que nada porque se encienden las luces, y la magia termina). ‘Moon’ es la obra de un apasionado de la ciencia ficción de los setenta y los ochenta, una película inteligente que busca la reflexión, y hacer sentir todo lo que vive y sufre el protagonista, un extraordinario Sam Rockwell.
Duncan Jones se apoya en Rockwell para contarnos la solitaria historia de Sam, un empleado en la Luna que sólo puede interactuar con un robot y que está a punto de cumplir con los tres años de contrato, pudiendo por fin ser sustituido y volver a casa con su familia; pero un día, trabajando fuera de la estación, cree ver a alguien en la superficie del satélite, se despista y tiene un accidente. Al despertar (esto no es ninguna sorpresa, ¿eh?, sale en el tráiler y se revela bastante pronto), Sam descubre que tiene un doble, alguien exactamente igual que él, y empieza a descubrir la verdad sobre su trabajo y su estancia allí.
Lo mejor que se puede decir de ‘Moon’, aparte de que el protagonista está soberbio, es que no parece una película actual, en el buen sentido, ya que huye del vacío espectáculo digital, la acción sin sentido, los personajes típicos y la digestión fácil. Sin embargo, le falta algo, personalidad; hay en ella demasiado homenaje, un gran deseo de querer parecerse a ‘2001’ o ‘Naves misteriosas’ (‘Silent Running’) que la acaba limitando, impidiendo que estemos hablando de una de las grandes del género. Dicho esto, aquí el primero que volvería a verla otra vez, mañana mismo. Es una gozada para los aficionados a la ciencia ficción, no cabe duda. Oh, y la banda sonora es del gran Clint Mansell. Escuchad esto:
Dos horas después, casi sin tiempo para devorar medio “bikini” (es un bocata, ojo) y quemarme la lengua con un tercio de cafelillo, entro a ver ‘Paranormal Activity’, la famosa película de terror que promete ser “la nueva Bruja de Blair”. Con un presupuesto ridículo, el debutante Oren Peli trata de contarnos la “terrorífica” historia de una joven pareja que cree que en su casa podría haber un fantasma o un demonio, obsesionado con la chica. El noviete, que parece divertido con la idea de que un ente sobrenatural les aceche, compra una cámara para grabar lo que ocurre en el dormitorio mientras duermen, y así es como descubren que, efectivamente, hay algo siniestro allí.
Ya os conté cómo se inició la carrera comercial de esta película, que no es precisamente nueva, ya que data de 2007. Pero Steven Spielberg, al parecer, se acojonó tanto viéndola que decidió comprarla y empezar a mostrarla al público, provocando un fenómeno similar al que ocurrió hace años con ‘El proyecto de la Bruja de Blair’. Y la comparación va más allá del presupuesto, el género y el éxito económico. ‘Paranormal Activity’ es casi una repetición del esquema de la película que realizaron Daniel Myrick y Eduardo Sánchez en el 99, resultando básicamente que una secuela bastarda de aquélla.
Durante prácticamente toda la película no pasa nada, tenemos que aguantar a los dos protagonistas (que no tienen absolutamente nada inteligente que decir) charlando sobre lo que creen que pasa y lo que han visto. Bla, bla, bla. Típicas chorradas de idiotas con una cámara encendida. La hora y media se hace eterna. Sólo al final, en la última secuencia, se rompe la soporífera monotonía y el público puede llevarse el primer y último susto de la película. Por tanto, se confirma lo que sospechábamos, esto es una inmensa tomadura de pelo, un robo perfectamente preparado por la DreamWorks, que se va a forrar. En lugar de ‘Paranormal Activity’ debería titularse ‘Subnormal Activity’. Quizá cuando se estrene en España, que nos gusta mucho traducir libremente.
Empieza a hacer fresquito en Sitges, y el Auditori del Hotel Meliá no es precisamente cálido. Menos aún a las ocho de la mañana. Ya empieza a ser habitual oír a la gente tosiendo en la sala (cosa que puede llegar a ser bastante molesto, en determinados momentos de una película, pero es inevitable), y por mi parte lleva molestándome ligeramente la garganta desde que sonó el despertador a las siete y media. La sopa de tallarines me ha sentado estupendamente. Con un poco de suerte mañana me levantaré sin más molestias. Espero no ser el siguiente en caer…
PD: En unas horas continúo el repaso a la jornada del martes, que ha sido muy intensa. Necesito dormir. Bona nit.
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