Decepcionante, aburrida, triste jornada. Quizá sea el cansancio acumulado, no lo descarto totalmente, pero el séptimo día que he pasado en Sitges ha sido el peor, el más gris. De las cuatro películas que pude ver ayer, sólo podría recomendar ‘Vengeance’, lo nuevo de Johnnie To, que aunque no es uno de sus mejores trabajos, al menos entretiene, tiene algunos momentos muy buenos y, sobre todo, no tienes la sensación de que estás perdiendo el tiempo. To piensa en el público, a diferencia de otros, “autores” de muy dudoso talento, misteriosamente endiosados.
Debo decir, no obstante, que oí pitos al terminar ‘Vengeance’; lo cual me resultó muy extraño, porque de hecho durante la proyección fueron bastantes las ocasiones en las que la sala se llenó de escandalosas risas y aplausos (no se cortaron un pelo, os lo aseguro). Ya digo, no entendí que al final el público pitara, disconforme. No quiero sacar ninguna conclusión, porque no sé quiénes hicieron tanto ruido, a lo mejor les defraudó el final. Si hay que hablar de completa tomadura de pelo, y de pérdida de tiempo, es imposible no hablar de ‘Kinatay’, del reputado director filipino Brillante Mendoza (vaya nombre más engañoso, por cierto).
Esta película venía de ganar el premio al mejor director en el prestigioso Festival de Cannes, y puesto que competía en la sección oficial también aquí en Sitges, sencillamente era una película que no me podía perder. No tenía escapatoria. ¿Sabéis? A ésta no la abuchearon. Ni la aplaudieron. Pero sólo tenías que mirar cómo íbamos abandonando la sala. Eso sí que debía parecer un verdadero grupo de zombies. Estuve tentado de cerrar los ojos y dormir un poco, o de largarme y seguir traduciendo las entrevistas, pero me pudo la curiosidad, saber por qué se adora a este Mendoza, así que la surfrí enterita, de cabo a rabo.
‘Kinatay’ narra el secuestro, la violación y el asesinato de una prostituta. Punto. Eso es todo. La cámara muestra de todo, sin embargo, como si nos interesara qué narices pasa fuera de la historia de los protagonistas. Es, para entendernos, como si te voy a contar un chiste y empiezo comentándote que hace mucho calor, y luego te explico una noticia que he visto en la tele, para seguir hablándote de un amigo que vive en Barcelona… Me imagino que no tardarías mucho en cansarte y preguntar por el maldito chiste, ¿verdad? Bueno, algo así para con Mendoza y su lamentable película.
Siempre con una cámara temblorosa, que va desesperando poco a poco, nos enseñan las calles donde pasea el protagonista y su novia, la carretera por donde va el coche de los criminales, una conversación intrascendente mientras comen, otra en el autobús, una anécdota que no tiene nada que ver con los protagonistas ni con la trama central… Un caos insufrible. Supongo que los defensores de este realizador hablarán de atmósfera, retrato social y el fuera de campo. En fin, de alguna forma tienen que justificar este atropello. Pero tampoco quiero ser injusto. Algo sí que le voy a reconocer a ‘Kinatay’, y es la dureza de la parte de la violación y el asesinato. El desprecio de los hombres hacia la mujer, y la forma en que despachan el asunto, cortando una cabeza como si nada, dan que pensar. En no viajar nunca a Filipinas, por ejemplo.
Afortunadamente, la siguiente película que vi fue la de Johnnie To, que no defraudó, aunque ciertamente la película es más recomendable para los aficionados a la acción que hace este realizador, más que a un público genérico. El elegante To se rodea de viejos conocidos y de este modo nos encontramos a una banda de amigos asesinos interpretados por los carismáticos Anthony Wong, Suet Lam y Lam Ka Tung. Una delicia. A ellos se suma Simon Yam, en uno de esos papeles que sabe hacer como pocos.
Pero el protagonista principal no es ninguno de ellos, sino Johnny Hallyday. La película comienza con un crimen, y todo lo demás va a girar en torno a la posterior venganza. Hallyday da vida a un hombre misterioso cuya hija ha perdido a su familia, asesinada por tres individuos. La mujer clama venganza y el padre le promete que así será. Como es extranjero y no sabría por dónde empezar, contrata a los asesinos que encarnan Wong, Lam y Tung, para que encuentren a los pistoleros que destrozaron la vida de su hija, así como al tipo que les contrató para hacerlo. Habrá sorpresas, risas, tensión y muchos, muchos tiros.
Como suele ser habitual, To empieza muy fuerte y poco a poco todo va decayendo, hasta que nos acercamos al final y de nuevo se recupera el ritmo, la diversión y el espectáculo. Destacar por encima de todo el trabajo de los actores y el estilo con el que rueda el cineasta, de los mejores del género de acción; lo peor, que se hace un poco larga, y que la secuencia del tiroteo en el bosque se podría haber rodado bastante mejor, sin tanto lío (no se sabe dónde está cada uno, y así es imposible seguir con emoción a los protagonistas).
Bueno, ahora debo marcharme. He quedado para realizar una entrevista a dos hermanos que acaban de debutar en el cine. Continaré la crónica de ayer más tarde. Gracias a todos por estar ahí, al otro lado.
PD: Odio ir a los servicios del Meliá, con esos malditos grifos automáticos.