Aunque ya estoy en casa, retomo las crónicas de Sitges 09 donde lo dejé, para seguir contando todo lo que vi allí, lo bueno, lo malo y lo regular. Ya os informé sobre la primera parte de la octava jornada, protagonizada por ‘Infectados’ (‘Carriers’), un corto e ‘Ingrid’, de la que sólo pude soportar unos diez minutos y abandoné la sala. Es algo que no recuerdo haber hecho más de un par de veces en mi vida, normalmente aguanto hasta el final, por si hay algo que rescatar, pero en esta ocasión me vi incapaz de seguir sentado y callado, permitiendo que esa cosa entrara en mis retinas por más tiempo.
Lo cierto es que salir de la sala, antes de que acabe la película, tiene dos grandes ventajas: una, te sientes libre, vivo, una vez que no tienes que seguir soportando una película que te estaba oprimiendo; y dos, precisamente, ahora tienes un tiempo extra, que ibas a pasar sentado en la butaca. Eran las diez y poco, así que aproveché para desayunar, recoger el material de prensa, mirar el correo, etc. Hasta las doce no tenía la siguiente, ‘King of Thorn’, una de esas que vas a ver básicamente porque no pinta mal y no hay otra a esa hora.
En el libraco del Festival, esta película se presentaba como “una mezcla entre Alien y Perdidos”. Demasiado bueno para ser verdad, además todos estamos acostumbrados ya a este tipo de fórmulas en Sitges, donde todo se vende como si fuera una joya imprescindible. Cuando te “engañan” un par de veces, pasas del libro y ya te fías totalmente de tu intuición. Pero en este caso me dejé convencer, me venía bien la hora y había visto poco de animación. No fue una mala decisión. Aquí os dejo el tráiler, la melodía del principio se te queda en la cabeza:
En ‘King of Thorn’ volvemos a tener un misterioso virus, llamado Medusa, que está extendiéndose por Japón, transformando a la gente en estatuas de piedra. El virus es tan poderoso que nada parecer poder detenerlo y ante la posibilidad de la extinción, una gran empresa da la posibilidad de congelar a un grupo de personas elegidas, que despertarían en un futuro en el que la enfermedad ya no exista (como tampoco más personas, aparte de ellos). Por supuesto, nada sale como se ha previsto, porque cuando ese puñado de seres humanos se despierta, se encuentra con una bienvenida monstruosa… Además de luchar por su supervivencia, deberán resolver una gran cantidad de misterios, en torno al virus y la empresa que aseguró tener la curación.
La película se basa en el manga homónimo de Yuji Iwahara y está dirigida por Kazuyoshi Katayama. A mí me entretuvo durante bastante tiempo, hasta que llega al último acto y la historia comienza a dar vueltas sobre sí misma, dando todo tipo de explicaciones y llenándose de flashbacks en los que van cambiándose detalles para tratar que no te enteres de nada, y creas que todo es supercomplejo. A la salida del cine, nadie parecía haberse enterado de nada, pero más que pensar que la película era muy profunda, la sensación era de que el guión era un desastre. Ni siquiera los que conocían el cómic entendieron el final, ya que al parecer la adaptación ha sido muy libre, modificándose la trama.
No voy a contar aquí mi propia conclusión, porque arruinaría la película a los que no la habéis visto, pero creo que sólo es cuestión de simplificar las cosas y olvidarse de lo que muestran al principio, que es lo que puede despistar. La clave está en un detalle, una herida, y ya me callo. Al margen del último tramo, para olvidar, y del primero, que dura demasiado y se podría haber eliminado (es una presentación muy aburrida, innecesaria), todo lo demás está muy bien realizado, entretiene e interesa todo lo que ocurre. Se podría haber sacado un poco más a cada personaje, pero no obstante el cóctel funciona, en general.
La siguiente película del día fue ‘Dorian Gray’, la nueva adaptación del clásico relato de Oscar Wilde. Ben Barnes se pone en la piel de Dorian, un joven de gran belleza que alcanzará la inmortalidad gracias a un retrato mágico. Dorian puede hacer lo que le plazca, sin que su apariencia se vea afectada lo más mínimo; es en el cuadro donde se revela su verdadero rostro, envejecido y maltratado por todas sus vivencias sin límite.
En contra de lo que esperaba, ‘Dorian Gray’ también me entretuvo, resultando destacable la ambientación y el reparto. Por supuesto, no es una excelente película, pero el trabajo de los actores y el correcto guión, en el que hay varias escenas más retorcidas de lo que cabía esperar, logran salvar la labor de un realizador (Oliver Parker) escaso de talento, incapaz de sacar provecho de los medios que tiene a su disposición.
Claro que la historia de Wilde es tan buena que ni siquiera un director mediocre puede destrozarla hasta lograr una mala película, pero bueno, nunca se sabe, quizá sea posible, así que demos a Parker medio aplauso por saber mantener el espíritu de la obra original. Así que, en definitiva, esta nueva versión, interpretada por Barnes, Ben Chaplin, Rachel Hurd-Wood, Rebecca Hall y Colin Firth (sin duda, lo mejor de la película), resulta agradable de ver y no aburre. No es mucho, pero tampoco es poco.
PD: Tras un día de descanso peliculero, esta noche vuelvo al cine, a ver ‘Agora’. Pero lo que más me apetece es comer palomitas. En Sitges no había.