Después de comprobar que los organizadores del Festival Internacional de cinema de Catalunya, a. k. a. Festival de Sitges no tienen mucha idea de quién es su público y de dónde encuentra éste la mayor parte de su información y de sus referencias, hemos visto que en cuento a programación son aún más desastres. Si a eso le sumamos el absurdamente desorbitado precio de las entradas y las malas condiciones de visionado que tendrá cualquier espectador que no haga aproximadamente dos horas de cola o pague aún más por localidades numeradas, podremos concluir que, por muy atractivo que sea su contenido, es un certamen al que poco apetece acudir.
Nota: me parece importantísimo recalcar, antes de que sigáis con la misma cantinela en los comentarios, que todo lo que voy a decir a continuación no está motivado por la negación de la acreditación, ya que no fui yo quien la solicitó, sino otro de los editores de Blogdecine, por lo tanto, no me afectó. Otros años sí que la pedí y me la negaron igualmente y no dije nada, lo cual demuestra que me da igual. Y este año, por los mismos motivos por los que esto me afecta más directamente, no la solicité; así que ésa no puede ser mi motivación.
Todo mi enfado con el festival se debe a un motivo mucho más poderoso y que me afectó de manera enormemente más directa y personal. De hecho, me parece bastante más grave lo que cuento aquí que lo de la acreditación. El desastre organizativo por el cual se dejaron de proyectar los cortos que estaban previstos haciendo, con ello, perder el dinero de viaje y alojamiento a los autores, es lo que realmente quiero señalar en este artículo. Olvidáos, por favor, de los otros posts sobre Sitges y leed éste como si fuese de un blog diferente (ya que en realidad es de una persona diferente) para que así dejéis de pensar que los motivos por los cuales yo escribo esto son los mismos que los que tenían mis compañeros cuando escribieron los suyos. Mis motivos son otros, insisto, más graves y que causaron un perjuicio económico mucho más directo y mayor. Ahora continúa el post como estaba escrito: Comprendemos que organizar eventos de esta envergadura es complicado, pero en el Festival de Sitges tienen a muchas personas que se dedican a eso y que pueden tenerlo todo previsto. En cualquier certamen grande y en el que haya que coordinar a muchas personas, puede salir algo mal, pueden fallar cosas. Pero en este caso llegan una catástrofe organizativa que supera a la de festivales mucho menores, hechos con menos dinero y menos personal. Cuando tenemos además en cuenta que llevan 41 celebrando el festival, nos extraña que fallen cosas tan básicas como las que este año se les han dado mal.
Algunos ejemplos de la falta de coordinación serían los siguientes: a la llegada de Abel Ferrara al aeropuerto, el festival no se había molestado en enviar a nadie para recogerlo. Por supuesto, la prensa no estaba allí. O bien porque no la habían avisado o porque prefería cubrir un photocall con alguna actriz de buen ver. Pero al menos, el festival que le ha invitado debería hacer que se sintiese acogido. Cuando llegó al hotel tampoco había nadie de la organización y su alojamiento no estaba previsto. Aquí se puede leer este incidente completo.
El tema de programación es algo que también clama al cielo. Que en una sesión de entrevistas, en un ciclo de conferencias, en la parrilla televisiva, incluso en la distribución de las pistas de un aeropuerto ordenes las cosas y luego las horas no coincidan porque todo ha durado más o menos de lo que preveías se puede comprender. Pero si lo que se programa son sesiones de proyección de películas, no tendría por qué ocurrir. Antes de ordenarlas se sabe lo que duran todas ellas y, por tanto, no hay posibilidad de que se produzcan retrasos. Algo de desorganización en este sentido y que la puntualidad no sea británica se puede comprender, con retrasos a lo mejor de diez minutos o de un cuarto de hora, pero que cada sesión se inicie media hora o tres cuartos de hora más tarde de lo anunciado no tiene ningún sentido. Y demuestra una gran falta de respeto a sus espectadores.
Pero eso no es nada. Las películas y los cortometrajes estaban previstos con fechas y horas concretas. Y una vez el festival ya había comenzado, con todos los programas impresos y la información repartida, se cambiaron sobre la marcha estas horas e incluso se eliminaron cortos de la lista. Por un lado están los espectadores que han pagado su entrada y pueden sentir curiosidad por lo que han visto, pero más grave es que los autores de estos cortos han viajado hasta allí para asistir a su proyección, se han costeado todo el viaje y el alojamiento porque el festival no les ha pagado nada y luego se han encontrado con que su película no aparecía en el momento previsto. Cuando se han realizado estos cambios, nadie ha avisado a los afectados de que ocurriría así.
En alguna ocasión se ha llegado a presentar un cortometraje delante de un largo y ha salido su director a ofrecer unas palabras al público. Cuando el corto iba a comenzar, los créditos del largo han empezado a rodar por la pantalla ante el estupor de los presentes. Una vez acabado el largo, el cortometraje seguía sin proyectarse y tuvo que ser el público el que, entre silbidos, demandase la proyección de lo que se les había anunciado al inicio de la sesión.
En festivales con mucho menos presupuesto y menos cantidad de patrocinadores a cualquier persona que presente allí un cortometraje, como mínimo, le pagan una noche de hotel. Y es obvio que también le invitan a la proyección. En Sitges la racanería no llega sólo a acreditar a un mínimo posible de prensa, sino también en no dar invitaciones para ver su propia película ni siquiera a los equipos de los films que se programan. Las cifras indican que Sitges es uno de los pocos festivales que tiene superávit. Con esta política de ahorro no me extraña. Si las sesiones de cortos fuesen de entrada gratuita, se comprendería que no pagasen a sus autores, pero están proyectando sin coste cortos por cuyo visionado sí cobran a cada espectador, así que algún tipo de compensación deberían obtener los responsables de esas películas.
Poco importa ahora quién haya obtenido los premios de un festival que tiene fama de no premiar precisamente lo que mejor calidad ha demostrado de entre sus participantes, pero aquí va esa información:
Mejor Película: 'Surveillance', de Jennifer Lynch,
Premio Especial del Jurado: 'Eden Lake' de James Watkins
Mejor Director: Kim Jee-woon por 'Joheunnom nabbeunnom isanghannom' o ' The Good, the Bad and the Weird'
Mejor Actor: Brian Cox por 'Red'
Mejor Actriz: Semra Turan por 'Fighter'
Mejor Guión: Alexis Alexiou por 'Istoria 52' ('Tale 52')
Mejor Fotografía: Angus Hudson por 'The Brøken'
Mejor Diseño de Producción: Tulé Peak por 'A ciegas' ('Blindness')
Mejores Efectos de Maquillaje: Benôit Lestang & Adrien Morot por 'Martyrs'
Mejores Efectos Especiales: Kim Wook por 'Joheunnom nabbeunnom isanghannom'
Mejor Banda Sonora Original: Kenji Kawai por 'Sukai kurora' ('The Sky Crawlers')
Mejor Cortometraje: 'Next Floor' de Denis Villeneuve
Mención Especial del Jurado al Cortometraje: 'Centigrade' de Collin Cunningham
Aquí podéis consultar quiénes han sido los premiados en otras categorías.