Estrenada en España este pasado miércoles 4 de abril, arropada por la llegada de otros títulos más interesantes que la hagan pasar inadvertida, 'Moscow Zero' se presenta como una de las propuestas más prescindibles y absurdas en alcanzar nuestra cartelera. Y digo esto porque el film no consigue nada de lo que se propone, a menos que fuera precisamente ésa su meta: no rodar nada. Desde luego, con algunos se habrá quedado, porque pagar la entrada para ver esta cosa es lo mismo que tirarlo a una fuente (peor, porque en ese caso al menos sabes que le has pagado una comida a un vagabundo). Para mi suerte (a posteriori lo veo así), vi 'Moscow Zero' en un pase de prensa en Sitges, con lo cual el mal rato, al menos, me salió gratis (gracias, Blogdecine). Por cierto, lo que pude observar allí me hizo escribir la recomendación que hice en el post de los estrenos y que vuelvo a repetir ahora: aconsejo ir a ver esta película si queréis dormir, una hora y media, y no tenéis un sitio más tranquilo o más cómodo que la butaca del cine. Los que esperan encontrar un thriller, una de terror o, simplemente, un entretenimiento con tintes fantásticos, es mejor que se olviden; esta película no está hecha para nadie, salvo para su directora, que ya ha declarado que el resultado es justo lo que ella buscaba. Tiene narices. No espero que se arrepienta, claro, pero de ahí a manifestar su total satisfacción hay un buen trecho. Bah, si es que los españoles tenemos mucho orgullo. Quizá es lo único que tenemos en cantidad.
'Moscow Zero' plantea que bajo la apariencia de normalidad de cualquier gran ciudad existe un mundo que los de la superficie preferimos ignorar. El antropólogo ruso Sergei Spassky desciende al subsuelo por una complicada red de túneles para descubrir la verdad sobre los asesinatos atribuidos a los seres que habitan esos lugares. Spassky no vuelve de su extraño viaje y un equipo de rescate capitaneado por Owen, íntimo amigo del antropólogo, decide ir en su búsqueda. Pronto descubrirán una sociedad secreta, con normas y creencias propias, liderada por Andrey, y leyes cercanas al infierno. Porque el espectador pronto comprenderá que el infierno existe, y lo está viviendo. Quizá la sinopsis despierte interés en un público joven y receptivo en lo que a historias paranormales se refiere; el programa de Iker Jiménez no lo oyen/ven cuatro gatos, precisamente. Sin embargo, todo se queda en intenciones y planteamientos iniciales; el film no es serio, aunque lo pretende, y está lleno de diálogos absurdos que sólo contribuyen a hundir el conjunto hasta más abajo de las catacumbas donde transcurre la historia. La acción está divida en dos caminos, el que recorren Owen y sus compañeros, y el de Spassky, que es a quien buscan los primeros. A eso sumadle escenitas donde la misteriosa niña de turno (elemento ya asquerosamente habitual en todo producto con tintes de terror o thriller sobrenatural) va corriendo de un lado para otro. El escenario, los túneles subterráneos, se convierten así en un laberinto para el espectador, que no sabe ni quién está dónde, ni qué pasa, ni porqué la niña sale siempre corriendo, ni si van a llegar a alguna maldita parte. Un caos que sólo puede producir, en el mejor de los casos, carcajadas por lo rídiculo de lo que se está viendo. Ya cuando el arquéologo ruso comienza a hablar tontamente como si alguien estuviera a su lado, explicando todo lo que ve, es para morirse. El suspense y el terror, por tanto, se caen desde casi el comienzo para dar lugar a una indeseable comedia. Por cierto, si al final (suponiendo que alguno quiera arriesgarse a sufrir esto en el cine) os quedáis con cara de "¿eeehhh?", es normal; yo creo que se quedaron sin presupuesto y por eso la acabaron así, pero sólo es una teoría que confeccioné medio dormido al comenzar los créditos finales.
La principal responsable (feliz) de este producto patatero es María Lidón, o Luna, como le gusta que la llamen, cuya filmografía se completa con 'Náufragos' y 'Yo puta' (cosas que no he visto, por recomendaciones fiables, y quizá por eso esperaba algo de su nueva "obra"). Creo que el resultado de su nefasta labor queda ya perfectamente claro en lo dicho anteriormente, por lo que no voy a insistir más. En el aspecto interpretativo, lo único que cabe decir es que resulta simpático ver a gente como Vincent Gallo o Val Kilmer en un telefilme de tres al cuarto como éste. Gallo sí tiene más presencia, al ser uno de los protagonistas principales, pero lo de Kilmer es de cachondeo; sale un par de veces, con esos kilitos de más que ha ido cogiendo con la edad (digamos eso y no seamos malpensados), y se limita a soltar unas líneas de guión con la misma intensidad que si estuviera pidiendo un café en un bar. Gallo no lo hace mejor y su personaje es tan ridículo como el de los demás, pero es que tampoco se le puede pedir más en esta película, está ahí y hace lo que puede, punto. Por la pantalla también se pasean, tan desorientados y aburridos como el espectador, el veterano Joaquim de Almeida, la guapísima veinteañera Oksana Akinshina y Sage Stallone, hijo de ya sabéis quién.
En definitiva, 'Moscow Zero' es una de las peores películas que tuve la mala suerte de ver el año pasado (en aquella lista que hice sobre el tema no pude incluirla porque no se había estrenado aún). Como he leído por ahí, no resulta recomendable ni para pasar el rato. Un completo desastre que quizá Luna reciba sonriente; al fin y al cabo, era la película que ella quería hacer. No se merece que diga nada más.