Es imposible esperar algo mínimamente concreto de una película del prolífico Takashi Miike. Es capaz de cualquier cosa. Desde un violento drama como 'Agitator', pasando por una fantasía infantil como 'The Great Yokai War', hasta una insoportable salvajada como 'Visitor Q', por poner algunos ejemplos. Es un director tan explosivo, trasgesor y particular, que, válidamente, podríamos trazar una diferencia entre los aficionados al Cine que consistiría en: "han visto (al menos) una película de Miike" y "no han visto (aún) nada de Miike". La obra de este cineasta suele ser cita habitual (y esperadísima) en el festival de Sitges. En la última edición presentó esta 'Big Bang Love, Juvenile A' que nos ocupa y que se estrenó en España el pasado 17 de noviembre; un absoluto bodrio para quien firma esta crítica que, sin embargo, provocó ensoñaciones celestiales en algunos asistentes de las tres sesiones que los responsables del festival decidieron adecuadas para el film (con razón, ya que el mero nombre de Miike provocó que se agotaran las entradas en todas las proyecciones). Sin embargo, cuando estos individuos lo único que repetían para defender la película era que la fotografía era alucinante... bueno, lo dejo ahí, está bastante claro.
La sinopsis de 'Big Bang Love' ('46-okunen no koi') es la siguiente: Jun es un joven introvertido que ha asesinado al cliente de un bar, Shiro ha conocido la violencia desde su más tierna infancia. Encerrados en la misma prisión y pese a sus aparentes diferencias, entre ambos se establecerá una estrecha relación que se verá interrumpida por un misterioso crimen.
Si crees que después de leer la sinopsis vas a ver la película y te vas a enterar de algo, como dicen los posters, ¡piensa otra vez! Takashi Miike se pone en plan "autor divino" y toma el guión de Masa Nakamura (basado en la novela 'Shonen A ereji' de Ato Masaki) para crear una absurda sucesión de imágenes tan elaboradas como incoherentes. Desde intercalar porque sí el despegue de un transbordador espacial hasta repetir innecesariamente ese recurso de dibujar los escenarios en el suelo que puso de moda 'Dogville'. Estamos ante una inmenso engaño del calibre de 'Izo', aquel bodrio inaguantable donde lo único que ocurría era que el protagonista mataba a todo el que se ponía por delante. Por supuesto, como toda película siempre va a ser defendida por alguien, hay quien pretende hacer pasar esta 'Big Bang Love' por película profunda y compleja, en un desesperado intento por justificar la erección cerebral que les produce el realizador japonés. Como dije, resulta muy revelador que todos los que defienden la supuesta inteligencia del film sólo puedan destacar la excelente fotografia de Masahito Kaneko. Pero tampoco quiero que os asutéis demasiado, afortunadamente, la tortura cinematográfica dura poco más de 80 minutos.
En el reparto, destacan, por decir algo, porque aparecen más tiempo en pantalla, Ryhuei Matsuda y Masanobu Ando, los dos protagonistas de la película, los dos amantes cuya relación es la base central de la historia. Sus interpretaciones son planas e inexpresivas, como no podía ser de otra forma en una cinta donde parece que nadie, salvo quizá Miike en algún momento, sabe lo que está pasando.
En pocas palabras, 'Big Bang Love, Juvenile A' es una tomadura de pelo de uno de los realizadores más polémicos y anárquicos de los últimos años. Miike nos "regala" un experimento desastroso donde juega mucho con la imagen y no se preocupa lo más mínimo del contenido. Le da igual lo que cuenta, cómo lo cuenta y, por supuesto, si el espectador se está enterando de algo. ¡A la mierda el público! Es un señor inteligente, sabe que haga lo que haga, sea lo que sea, provocará la reacción entusiasta de los asistentes a los festivales donde, siempre, cuela sus obras, y de un buen grupo de fans en todo el mundo, a los que me ahorro calificar porque hay algunos que incluso tienen criterio y no escupen refinada palabrería barata al hablar/escribir. Por mi parte, a esperar lo nuevo de Miike, a ver si hay suerte.