Con Céline Sciamma y Xavier Dolan nos acercamos a la Palma de Oro de emociones e historias que tocan el alma que, en su discurso de apertura, Iñárritu declaraba buscar en esta competición. Casualmente, dos historias de amor velado y no declarado que subyace latente tras convenciones sociales y que se abre paso, ante la prohibición, incapaz de sofocar el verdadero deseo.
Junto a un impresionante Bong Joon-ho también visto recientemente, sin duda, de lo más interesante que ha pasado por el Gran Teatro Lumière en varios días de concurso, que en su tramo intermedio dejaba un regusto más bien pobre.
'Matthias et Maxime', de Xavier Dolan
Envuelto en los excesos a los que el director nos tiene acostumbrados, tan atractivos o enervantes según las filias y fobias del espectador, el joven realizador canadiense vuelve en su octava película a los temas que le apasionan, con una historia de amor oculto y contenido que se siente como volver al hogar de la firma Dolan.
De nuevo, él mismo protagoniza el relato de un grupo de amigos cerca de los treinta, en esa delgada línea entre el paso a la adultez plena y la celebración de una juventud tardía de la que se resisten a desprenderse. Con unos diálogos ingeniosos y orgánicos en situaciones de centelleante dinamismo que de alguna forma recuerdan esa chispa de la serie australiana, 'Please like me' del realizador y también actor Josh Thomas, la de Dolan recoge un retrato generacional en busca de su propia identidad.
Fuertemente ligado a su entorno quebequense, extraordinariamente captado en la mezcla cultural de hallarse en ese reducto francófono particular en suelo americano, en rivalidad con el imaginario (un tanto excesivo y descontextualizado) de esa otra Canadá metropolitana más yanki, el film captura un fragmento de vida particular que conforma el sentir social y personal de un entorno concreto.
Pasado ya el coming of age adolescente, y en plena madurez emocional y laboral, los protagonistas de 'Matthias et Maxime' se enfrentan a su propio drama cotidiano en el que, fruto de la edad, más que como fuente de desarrollo de la propia personalidad, el descubrimiento se afronta como un punto de inflexión ante el cual sólo queda rendirse o revelarse. Desde un punto de vista más asentado, lo nuevo de Dolan se revela como un drama en tono festivo que abraza una recién estrenada madurez.
'Portrait of a Lady on Fire', de Céline Sciamma
Probablemente, la obra más redonda de la sección oficial y también la que más consenso ha generado entre la prensa, el nuevo trabajo de la directora de 'Tomboy' (2011), es un brillante ejercicio de emoción contenida que nos traslada al sentir femenino del siglo XVIII. Desde la perspectiva de una joven pintora, por oposición a la de una muchacha salvaje pero de buena familia, en silenciosa rebelión contra un destino impuesto que se niega a aceptar, la película resulta un reposado retrato feminista sin estridencias.
Con un punto de vista absolutamente comprometido pero sin prejuicios ni moralinas, la cineasta consigue transmitir la emoción de una bellísima historia de amistad sincera y amor liberado, fuera de constricciones sociales. A pinceladas de una fotografía profundamente pictórica, elegante y sobria, Sciamma construye un retrato honesto de la feminidad de la época que transmite verdad, libre de todo artificio afectado.
De la mano de un magnífico dúo de actrices, la arrebatadora Adèle Haenel y una menos conocida y también apasionante Noémie Merlant, que llenan la pantalla con una hipnótica fuerza portentosa, la realizadora consigue embriagarnos de ese sentimiento tan intenso como genuino que se desprende de esta emocionante historia.
Con un cierto toque de ruptura del género en el modo de perfilar a sus personajes, que libera a la película del encorsetamiento convencional del cine de época, Sciamma conecta indirectamente la película con nuestros días, apelando sutilmente al público del presente en su lectura de la figura femenina.
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