El 72º festival de Cannes ha quedado inaugurado hoy con gala donde se ha reivindicado la experiencia de ir al cine y la proyección una rareza como 'The Dead Don't Die', la película de muertos vivientes de Jim Jarmusch. Todo ello se ha podido ver, en directo, en 600 salas francesas, acercando por primera vez al público que pasa por taquilla la posibilidad de vivir una parte del certamen.
En cierto modo, Cannes ha jugado a ser popular en esta primera jornada. Una mera ilusión; sin acreditación o invitación no puedes ver una película, no puedes comprar una entrada, y una de las escenas más repetidas en la Croisette es ver a gente trajeada con toda clase de pancartas pidiendo un ticket para poder acceder a la lujosa premiere del Gran Teatro Lumiere, como las estrellas.
Y da la sensación de que la película es lo de menos, mientras la maquinaria funcione, haya caras famosas en la alfombra roja y todos nos sintamos como parte de una fiesta muy exclusiva donde los artistas se mezclan con los influencers. Hoy, Jarmusch rodeado de algunos de los actores de su nuevo trabajo, Bill Murray, Adam Driver, Tilda Swinton, Chloë Sevigny y Selena Gomez. Steve Buscemi o Danny Glover tienen más minutos en pantalla que Gomez pero, claro, el glamour...
Aunque es muy bonito que el festival, a través de su maestro de ceremonias Edouard Baer, defienda que el cine hay que verlo en el cine, no en casa, la experiencia colectiva, incluso "el calor humano", uno no puede evitar pensar que todo esto es pura pose. Lo cierto es que el discurso es otro capítulo más del divorcio de Cannes y Netflix.
Id al cine, no veais las películas en casa. El festival lanza otro dardo a la plataforma aprovechando que 'The Dead Don't Die' se ha estrenado hoy en la cartelera francesa y cualquiera puede ir a verla pasando por taquilla. Las demás ya no, pero hey, id al cine. Por cierto, este show se apoya en la primera incursión de un prestigioso autor en un subgénero tan popular y accesible como el zombi.
'The Dead Don't Die': ya somos muertos vivientes
Quizá esta sea la única forma de que cierto público se lance a ver una película sobre "no muertos", junto a los fans que llevan décadas disfrutando con esta clase de historias. Desde George A. Romero, el zombi ha servido para algo más que disfrutar con situaciones sangrientas; se ha empleado como recurso para exponer un discurso social. Jarmusch sigue ese camino sin aportar nada especial.
Es decir, es un autor; toma elementos, temas y tópicos del subgénero, y los integra en su particular universo, recurriendo a actores con los que se siente cómodo y aportando su humor y su estilo (al mismo tiempo que comparte su admiración por un tema de Sturgill Simpson). Es una película que solo podría haber hecho este cineasta. Sin embargo, su lectura es más superficial e intrascendente de lo que cabría desear.
Jarmusch no viene a aportar nada nuevo, solo repite lo que ya han dicho otros, incluso él mismo en 'Solo los amantes sobreviven', donde ya adelantaba su concepto de zombis como individuos aburridos y sin criterio que se dejan llevar por las modas, hormigas que responden en masa. Es llamativo a quién elige salvar al final.
No deja imágenes memorables, más allá de cierto giro loquísimo que hace reír más por la idea que por la ejecución. Por otro lado, al dividir el punto de vista entre tantos personajes, que quedan aislados en sus propias historias, cuesta seguir con interés un relato lánguido, falto de ritmo.
Desde luego, 'The Dead Don't Die' tiene momentos divertidos, un estupendo elenco y dejará más o menos satisfechos a los admiradores del realizador y quizá en unos años se convierta en un film de culto. Quizá Jarmusch solo ha querido hacer una película simpática para ver en familia y dejar un par de reflexiones. Quizá no era una película para Cannes, pues las circunstancias que rodean a una película condicionan inevitablemente la experiencia. Esta película en Sitges se ve de otro modo. Y en casa también.
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