Tengo que confesar que en principio no tenía ni el más mínimo interés en ver esta película, por muchas y diversas razones. El señor Carlos Iglesias nunca me había inspirado confianza, ni en su participación en estúpidas series de televisión, ni en programas de supuesta calidad que hacían que la basura tuviera un buen olor a su lado. Otra razón sería el porqué en nuestro cine sólo vemos una película buena cada doscientos millones de años, y por eso uno ya termina cansado, pero hablar de ese problema tan nuestro sería entrar en una polémica que prefiero dejar para otro día. Además, ciertas personas tendrían que responder a una serie de preguntas del porqué de esa situación, cosa harto imposible, porque alguna de esas personas está muerta.
Es evidente que el señor Iglesias tenía escondido algún as en la manga, que nada tenía que ver con todo aquello en lo que uno estaba acostumbrado a verlo. Otra muestra más de alguien que haciendo casi siempre lo mismo, un día y de repente, sorprende a todos en una faceta en la que no nos lo hubiéramos imaginado. El caso anterior había sido el de José Corbacho, que saltó de Homozapping (excelente programa) a la codirección en la maja 'Tapas'.
En la España de 1960, Marcos y Martín son dos amigos que viajan a Suiza para trabajar durante un año en una fábrica como mecánicos, y así poder enviar dinero a sus familias, un dinero que en su país de origen les es muy difícil ganar. Las cosas harán que sus propias familias terminen viajando también a Suiza y establecerse allí, con lo que la vida de solteros que Marcos y Martin llevaban se les ha acabado. Pasarán los años, y con ellos parte de la vida.
Se nota que Carlos Iglesias ha cuidado con esmero y durante mucho tiempo, creo que seis años, un elaborado guión basado en su propia experiencia, ya que prácticamente todo, o casi, es autobiográfico. Durante todo ese tiempo en el que no rodó la película, el guión debió de ir madurando hasta quedar algo de lo que podrían aprender prácticamente todos los guionistas de este país. Pero no sólo eso. Iglesias demuestra una mano como director increíble. Apoyado en su propia historia, ésta nos es narrada con mano firme, segura de sí misma. No se anda con gilipolleces, y nos narra algo, con total claridad. Un relato lleno de emoción, una emoción que el director sabe dosificar muy bien, haciendo que sobre todas las cosas los personajes sean creíbles, algo de lo que no pueden presumir otras producciones.
Los actores están todos más que correctos. También se nota que se han involucrado en el proyecto con ganas, con ilusión. Una ilusión que se ve reflejada en la pantalla. Desde el protagonista principal, el propio Iglesias, que interpreta excelentemente a Martin, transmitiendo en todo momento sus estados de ánimo, y aguantando como un campeón planos en los que sólo su mirada pensativa lo dice todo. Javier Gutierrez interpreta a Marcos, y hay años luz entre esta interpretación y la que hizo para el bodrio titulado 'Torrente 3'. Quizá su personaje no está tan bien dibujado, en beneficio del de Martin, pero es un mal menor.
En el casting femenino tenemos a Nieve de Medina que interpreta a Pilar, la mujer de Martin, una mujer con carácter, y que a pesar de sus equivocaciones, no va a dejar que esta perra vida le venza. La actriz está simplemente fantástica. Pero quien para mí ha sido una verdadera sopresa es Isabel Blanco, que interpreta a Hanna, la dueña del hostal suizo, y que será muy importante en la vida de nuestros protagonistas. Decir que la actriz está maravillosa, es decir poco. A parte de guapísima, está sensacional, aunque su personaje de la impresión de que no va a evolucionar mucho. Con una gran naturalidad, la actriz enamora literalmente al espectador.
Una película magnífica en todo su esplendor, llena de momentos únicos e inolvidables, como inolvidable es Suiza para Carlos Iglesias, y concretamente ese pueblo en el que rodó parte de la película, y al que vuelve todos los años de visita. Su amor por ese lugar y por sus gentes, y sobre todo por una forma distinta de pensar, nos es transmitido maravillosamente, lo comparte con nosotros, haciéndonos reir, llorar y de paso dando una lección, sin pretender hacerlo, al resto de colegas profesionales. Menuda película. Si en la próxima edición de los Goya no se ve recompensada en más de una modalidad, es que no hay justicia en el mundo, a parte de muchos envidiosos. Así se hace, Carlos, así se hace. Gracias.
Por cierto, mis felicitaciones al equipo de Producciones Adivina, sobre todo a Fal, Iria y Rita.