Hollywood ha dejado de sorprender. Salvo honrosas y muy escasas excepciones, los grandes blockbusters anunciados a bombo y platillo y construidos sobre presupuestos desorbitados han pasado de fascinar a provocar indiferencia frente a sus clónicas y descafeinadas apuestas visuales. Lo prefabricado y lo obviamente digital continúa marcando el camino en una era que recuerda a los tiempos de oro del péplum, pero que sustituye el cartón piedra por ceros, unos, pantallas verdes e infinidad de horas de renders.
En lo que respecta a la creatividad narrativa, tampoco es que estemos para echar cohetes. Salir del panorama independiente y sumergirnos en la ficción de estudio, con sus plantillas, fórmulas y refritos precocinados —de nuevo, salvo excepciones—, tiene todas las papeletas para que terminemos sentados en la butaca frente a, como decía el narrador en 'El club de la lucha', "una copia, de una copia, de otra copia".
Pero, a veces, y sólo a veces, los astros —y los talentos— se alinean para dar forma a pequeños milagros destinados a aportar un rayo de esperanza y a demostrar que otra gran industria es posible. El último de ellos se titula 'The Creator', es el último largometraje de Gareth Edwards y logra desbancar con, aproximadamente, un tercio de su presupuesto, a algunas de las grandes superproducciones de los últimos años.
Obrando un milagro
Supongo —y espero— que esta introducción ha dejado claro que 'The Creator' me ha fascinado. Sus ajustadísimos 133 minutos de metraje me hicieron experimentar sensaciones que cada vez menos películas logran transmitirme, sumergiéndome en su rico universo y no dejándome salir de mi asombro a pesar de que su premisa, por muy efectiva que sea en última instancia, parta de un punto de partida holgadamente familiar.
Pero esta enésima lucha entre seres humanos e inteligencias artificiales, con su extraña calidez latente entre metal y circuitos, sus trabajados personajes, su más que solvente reparto, su alegoría bélica con ecos a Vietnam y su bombardeo constante de ideas trasciende a su planteamiento y se las apaña para llegar directa al corazón. Como digo, poco menos que un milagro.
No obstante, sin impedir que las emociones continuasen a flor de piel, una pregunta asaltaba mi mente secuencia tras secuencia: ¿Cuánto ha costado esta salvajada? Cada escena, cada gran plano general, cada nuevo truco visual y cada elemento CGI me hacía pensar en un presupuesto no inferior a los 200 millones de dólares. Cuando comprobé el montante a posteriori, el asombro fue considerable.
'The Creator' "sólo" costó 80 millones. Una cifra que podría escandalizar si se acompaña del adjetivo "barata", pero impensable si tenemos en cuenta que no hay prácticamente una sola imagen a la que se le vean las costuras o una sola integración que te haga arquear la ceja. Todo respira y transpira veracidad, todo parece orgánico y natural pero, ¿cómo se ha conseguido materializar un diseño de producción tan ambicioso con semejantes resultados?
Como decía Pazos en 'Airbag' —hoy la cosa va de citas—, "el concepto es el concepto" y, en este caso, la aproximación de Edwards a la producción y el concepto tras ella, es la primera clave del éxito de su obra. Esta parte de la premisa de combinar la libertad creativa y logística de su fantástico debut 'Monsters', presupuestado en menos de 500.000 dólares, con los recursos de una superproducción de estudio.
El propio Edwards explicó a Variety que ninguno de los dos modelos tiene ventaja sobre el otro. Hay que encontrar el término medio para moldear el mejor producto posible.
"Habitualmente, la primera película de todos es una especie de película de bajo presupuesto. Y luego, si tienes mucha suerte como yo, te teletransportan a una situación increíble en la que puedes hacer una de esas grandes películas de Hollywood que siempre has soñado con hacer. Pero encuentro que hay ventajas y desventajas en ambos".
¿Qué ha extraído Edwards de su experiencia en 'Monsters' y de su trabajo en títulos como 'Rogue One'? De estos últimos, obviamente, la comodidad de contar con recursos prácticamente ilimitados —dentro de lo realista— y, de la primera, la libertad de ejercer de hombre orquesta, combinando sus labores de director con el rol de operador de cámara y acercarse al rodaje buscando la frescura y lo orgánico en sus intérpretes.
Greig Fraser, el oscarizado director de fotografía que ya colaboró con el cineasta en el filme de 'Star Wars' y que tuvo que ceder su puesto a Oren Soffer para terminar el trabajo por problemas con las fechas de 'Dune: Parte dos', ha dejado claro que el mundo perfecto para Edwards sería "él, un par de actores y nada más"; un escenario que el realizador hizo posible en múltiples escenas que prescindieron de gran parte del equipo técnico y logístico disponible en set.
En lugar de contar con infinidad de personas rodeando el núcleo de la escena, Edwards optó por pedir a sus DOP que iluminasen áreas lo más amplias posibles —en lugar de milimetrar la luz acorde a una escala, un ángulo y un encuadre concretos— para poder mover la cámara y seguir la acción en base a las interpretaciones. Algo que, en última instancia, potencia el drama, extrae lo máximo del reparto y hace que, de nuevo, la veracidad gane peso.
Apostar por lo real
Y es que en una película que tiende puentes conceptualmente entre lo sintético y lo humano, entre lo artificial y lo real, lo tangible se eleva como una pieza esencial. Si algo ha permitido que 'The Creator' luzca al nivel que lo hace es la apuesta de Edwards y su equipo por las localizaciones reales y por trasladarse a lugares como Tailandia o el Tíbet para integrar en sus parajes elementos generados por ordenador.
Como explica el director, con un gran bagaje en el campo de los efectos visuales, la opción de combinar rodar en localización con VFX es casi perfecta "si te aseguras de que todo en los primeros 10 o 20 metros [del encuadre] es real y que las cosas que vas a inventar están lejos. El cerebro no puede percibir el movimiento más allá de unos 20 metros. Es como poner pinturas digitales mate detrás de tu primer plano".
Además de minimizar el obvio look derivado de integrar a personajes reales sobre fondos enteramente digitales, prescindir lo máximo posible de pantallas verdes y azules implicó una reducción en los costes de producción más que considerable al incorporar CGI única y exclusivamente donde era estrictamente necesario. Edwards lo explica del siguiente modo:
"Normalmente, enseñas arte conceptual, has diseñado el mundo y luego la decisión es construir esos sets, probablemente con mucha pantalla verde. Pero cuando analizas la película final, a veces solo ves como un cinco por ciento de ese set. No utilizaste todo en la película final, por lo que parece que has desperdiciado mucho".
La magia del "prosumer"
Para terminar, no puedo pasar por alto, como gran aficionado a la parte técnica del noble arte de narrar historias en imágenes en movimiento, lo casi revolucionario de que un largometraje como 'The Creator' se haya rodado principalmente utilizando cámaras "prosumer" dirigidas a un nicho de mercado ubicado entre los profesionales y los consumidores aficionados.
En esta ocasión, Edwards, tras debutar usando una PMW-EX3 en 'Monsters', ha vuelto a Sony para rodar con una FX3 valorada en unos 4.000€. La cámara, con un sensor full frame, combinada con una grabadora externa, permite capturar imágenes en RAW de 16 bits —comprimidas después a ProRes de 12 bits—; en cristiano puedes imaginar que es calidad más que suficiente para haber convertido 'The Creator' en la que se considera como la primera película grabada con cámaras "prosumer" proyectada en IMAX.
Por supuesto, la cosa tiene algo de trampa ya que, entre otras cosas el pack de cámara incluyó lentes anamórficas Atlas Mercury, cuyo precio por unidad se estima en unos 12.000 euros —y ya se sabe que la diferencia la suelen marcar las ópticas y no las cámaras—. Pero, sea como fuere, no todo gira en torno al dinero cuando se trata de sacar adelante un largometraje.
Gareth Edwards es el ejemplo viviente de esto, y no se pregunta por qué 'The Creator' ha costado tan poco, sino por qué cuestan tanto otras películas. Su respuesta, condensa a la perfección una filosofía que debería ser abrazada por todos los grandes estudios y por cualquiera que quiera dar el salto y ponerse a las riendas de un proyecto, independientemente de su envergadura.
"Básicamente, no tener dinero, por loco que parezca, es uno de los escenarios más creativos, en el sentido de que tienes tanta libertad y puedes ser tan orgánico, pero lo que no puedes tener un espectáculo épico gigante. Y viceversa, cuando haces una película de Hollywood, todo lo que era fácil se vuelve difícil, y todo lo que era difícil se vuelve fácil. Así que se trata de encontrar ese término medio, esa especie de Santo Grial, donde obtienes todas las ventajas de una película independiente, una película diminuta, y todas las ventajas de un gran blockbuster".
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