Si nos guiamos única y exclusivamente por la experiencia, la combinación entre cine y videojuegos no es que sea excesivamente halagüeña. Por norma general, este tipo de adaptaciones suelen traducirse en grandes batacazos creativos que, o no dan la talla como película, o no saben capturar la esencia del material original; aunque, afortunadamente, la insistencia por parte de la industria ha dado lugar a alguna que otra alegría puntual.
Cada vez son menos las licencias de renombre que aún no han dado el salto transmedia, siendo una de las más destacadas la protagonizada por Sonic, la eterna mascota de SEGA. Era cuestión de tiempo que, después de su paso por la televisión en producciones animadas como 'Sonic X' o la mítica serie de 1993 'Las aventuras de Sonic el erizo', el Borrón Azul siguiese la estela del 'Detective Pikachu' y diese el salto a la gran pantalla —con mayor fortuna, todo sea dicho— en su propio live action.
He de admitir que, con 'Sonic, la película', iba predispuesto a encontrarme con un nuevo largometraje que incluir en el cada vez más grande saco de decepciones junto a títulos como 'Hitman' o 'Max Payne'. Finalmente, mi desconfianza se ha traducido en sorpresa tras descubrir una producción de lo más ligera que, pese a pecar de blanca y resultar demasiado inerte, cumple con creces su labor de entretener y esconde un gran as en la manga: un villano de órdago.
Jim Carrey (y todo lo demás)
La escena de introducción de 'Sonic, la película', con una voz en off en la que el puercoespín rompe la cuarta pared e invita a rebobinar para contar la historia desde cero, conduce a pensar casi instantáneamente en la 'Deadpool' original dirigida por Tim Miller. Algo nada descabellado, ni mucho menos casual, si tenemos en cuenta que el realizador hace en este caso las veces de productor ejecutivo.
La carta de presentación del filme no es, ni mucho menos, el único paralelismo perceptible entre la cinta dirigida por el debutante Jeff Fowler y la aventura del Mercenario Bocazas. Además de las múltiples referencias a la cultura pop que canalizan parte del sentido del humor del largo, la personalidad de un Sonic hiperactivo y que no calla ni debajo del agua se alinea con la del antihéroe marvelita, viéndose obviamente limitada por la calificación por edades.
A pesar de que nuestro héroe roza peligrosamente los límites de lo inaguantable —sin sobrepasarlos en ningún momento—, se ve ampliamente favorecido por su acertado y, hasta cierto punto, entrañable rediseño, y por un plantel de secundarios que lo complementan a la perfección; particularmente un James Mardsen cuya dinámica con el animal antropomórfico funciona inesperadamente bien.
Lamentablemente, 'Sonic, la película' encuentra en su guión un gran palo en la rueda que no permite explotar todas las posibilidades que ofrece la franquicia. Carente de la originalidad necesaria para destacar y escrito a golpe de plantilla, el libreto sólo se muestra inspirado en algunas líneas de diálogo; pequeños despuntes dentro de una tónica tan genérica como las set-pieces, vistosas, pero incapaces de aportar nada nuevo a lo visto en los shows particulares de Mercurio en las últimas entregas de la saga 'X-Men'.
Pero hay algo que logra disipar este sabor agridulce y la sensación de déjà vu que transmite 'Sonic, la película': su hilarante antagonista. Creo que, hasta este momento, no había sido plenamente consciente de lo mucho que echaba en falta a Jim Carrey en la gran pantalla. Su Doctor Robotnick, con ese lenguaje corporal marca de la casa, ese carisma innato y esa excéntrica libertad se eleva como lo mejor del filme y como la gran excusa para superar algunos de los pasajes más farragosos mientras se espera una nueva aparición de su mostacho engominado en pantalla.
Huelga decir que, en lo que respecta a adaptaciones de videojuegos al cine, aún queda mucho trabajo pendiente; pero trabajos como 'Sonic, la película' representan grandes avances en una causa que ya parecía casi perdida. Puede que no vaya a perdurar demasiado en la memoria y que evidencie una vez más las carencias del blockbuster contemporáneo, pero divertir con tanta eficiencia sin hacer que el nos echemos las manos a la cabeza ante una nueva profanación de un personaje clásico es todo un logro que reivindicar.
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