Queda poco para el estreno de ‘Avatar: el sentido del agua’, la secuela del hito de James Cameron de 2009 que fue el mayor éxito de taquilla de la historia, aunque el tiempo no la esté tratando tan bien como su artífice podría haber calculado. Una primera parte que no solo no era demasiado original, sino que hacía gala de un guion telemático y llevado al mínimo común denominador para que funcionara como una plantilla para sus avances técnicos y los logros visuales.
Sin embargo, a la hora de enfrentarse a la secuela, no solo hay un desafío a la hora de mejorar el guion y los personajes; tras los primeros aplausos de la crítica, no cabe duda de que la secuela será un gran entretenimiento, pero en donde tiene la oportunidad de elevar su importancia es en su papel informativo en una época de negacionismo del cambio climático atroz, orquestada por lobbys empresariales y ultraderecha que busca implantar la duda ante los estudios científicos.
De hecho, si algo se puede rescatar de la primera ‘Avatar’ es su preocupación por la sostenibilidad del planeta y por la degradación de los ecosistemas, que ahora se dirige hacia la importancia de los mares y la conservación. 2009 puede ser uno de los momentos críticos en la presencia de la crisis climática en los medios, gracias al ex vicepresidente Al Gore y su documental ‘Una verdad incómoda’ (2006), cuyo discurso siguió calando los años posteriores, hasta que hemos empezado a ver los efectos reales quemándonos el trasero.
La necesidad de un mensaje contra la crisis climática
Las buenas intenciones de James Cameron y su historia de resistencia indígena a la destrucción del medio ambiente resultan hoy más relevantes y significativas, apareciendo como algo más creíble que la Tierra se mueva hacia planetas distantes para satisfacer su hambre de recursos. Por eso Pandora, un planeta biológicamente rico con un ecosistema diverso y complejo, es hoy como una verdadera tierra prometida que se resiste a la facilona comparación con el Amazonas que la manida trama de la deforestación sugería.
Sin embargo, hoy la lucha de los indígenas de Pandora (los Na'vi), enfrentándose a los terrícolas realza la importancia del sencillo mensaje de la película, la vida de los de arriba depende de los recursos de abajo. Una polarización más presente en nuestro día a día tras la crisis que tendría lugar precisamente en 2009 y sus consecuencias, así como una pandemia que mostró los privilegios de clase de la burguesía a una sociedad mucho más conectada. Pero más allá del mensaje, hay una fascinación implícita para un biólogo o ambientólogo en lo que propone Cameron.
‘Avatar’ no es tanto una película de ciencia ficción y acción al uso como la fantasía de un hombre que ha dedicado su vida a la investigación y ha pasado los últimos años explorando el fondo del mar. De hecho, Cameron es responsable del desarrollo del Deepsea Challenger (DCV 1), un sumergible de inmersión profunda diseñado para llegar al fondo del abismo Challenger, el punto más profundo que se conoce en la tierra. El 26 de marzo de 2012, el director pilotó él mismo el submarino convirtiéndose así en el primer ser humano en llegar al abismo en un vehículo tripulado por una sola persona, recibiendo el Premio Nierenberg 2013 por ello.
Su trabajo mano a mano con National Geographic se difumina con su papel como cineasta y hay un punto de documental de fantasía en su ‘Avatar’ que la emparenta con esas experiencias en Imax y 3D en las salas especiales de proyección de los zoológicos que aprovechan la tecnología para ofrecer un acercamiento más profundo a la naturaleza. Visto de esa forma, ‘Avatar’ se convierte más en una experiencia de visita a un centro dedicado al estudio, una aproximación muy distinta, por ejemplo, a la fantasía de ‘King Kong’ (2005) de Peter Jackson, que también tenía algo de “safari de fantasía”.
Fauna y flora extraterrestre
Aquí Cameron nos sumerge en la Pandora ficticia, una de las lunas de un gigante gaseoso con una sociedad dependiente de recursos de la Tierra, los Na'vi eran representados como una población indígena estereotipada, pero jugaba con la imaginación de su piel azul y sus colas, para enmascarar evoluciones notablemente humanas, con cuatro extremidades, fosas nasales en la cara y una postura erguida que podría no ser adecuada para una vida que se pasa principalmente en los árboles.
Tienen senos, aunque Cameron admite que no son mamíferos placentarios, y poseen un nivel de inteligencia comparable al nuestro, pese a parecer felinos y tener la capacidad de conectarse con otros seres vivos, curiosamente creando vínculos con gigantescas criaturas voladoras parecidas a dragones, al estilo de los Targaryen ‘La casa del dragón’, que pueden analizarse como dinosaurios con pieles similares a los anfibios selváticos. En cada presentación de un animal, parece que ha habido una hibridación entre especies muy lejanas.
Hay detalles biológicos generales con interés, como la posibilidad de que la gravedad en Pandora sea menor que en la Tierra, lo que ayuda a explicar por qué todo es tan grande allí, la idea de que mucha de la vida animal en Pandora consta de seis extremidades, necesaria para agarrarse mejor a menor fuerza magnética, tres pares de brazos, piernas o alas, que en la Tierra achacamos solo a los insectos y aquí se traducen a panteras y alimañas, aunque los banshees o ikran, poseen cuatro alas como extremidades.
Una cita obligatoria para naturalistas curiosos
Puede observarse las ganas que tenía Cameron de introducir elementos oceánicos en el diseño de esos rinocerontes con cabeza de tiburón martillo, o la característica bioluminiscente de los organismos vivos de Pandora, incluso con dientes de león que parecen medusas. Aquí utiliza y extiende la producción de luz de luciérnagas, peces abisales o algas marinas, a todo tipo de seres, que también tienen detalles anatómicos extraños pero pensados de forma biológicamente con sentido, como pares de ojos y fosas nasales que se ubican en sus cuerpos en lugar de en sus caras, como si fueran los espiráculos de los insectos, en una bomba de convergencias evolutivas.
También la flora es particularmente fascinante, con flores retráctiles, hojas pegajosas, hiedras, helechos, plantas carnívoras gigantes y troncos de árboles más grandes que rascacielos. Explorar ‘Avatar’ desde una perspectiva de biólogo es un paseo fascinante, como si Darwin llegara a las Galápagos por primera vez, Hawái, Madagascar o Nueva Zelanda. ‘Avatar’ abre nuevos límites gracias a la tecnología y la imaginación, casi al estilo de la serie ‘Planeta Prehistórico’, una especie de documental de la 2 sobre dinosaurios.
No esperamos que ‘Avatar 2’ esté narrada como David Attenborough como la de Apple+, pero sí podemos estar seguros de que siendo el mar el tema favorito de Cameron, —recordemos ‘Abyss’ e incluso cómo empieza la narración de ‘Titanic’— el resultado puede ser mejor o peor, que el interés en la investigación y la inmersión dentro de la fauna y flora extraterrestre va a ser una experiencia tan fascinante como ir al museo oceanográfico, porque cada animal y alga que aparezca seguro que tiene cierta explicación científica, al menos, madurada por alguien que tiene interés.
Ver todos los comentarios en https://www.espinof.com
VER 33 Comentarios