Este próximo viernes y si no hay cambios de última hora, se estrena entre nosostros 'Pequeño Manhattan'. Se trata de la ópera prima de Mark Levin, hasta ahora guionista de alguna película, y productor de la famosa serie 'Aquellos Maravillosos Años', con la que la película guarda más de un parecido, ya no sólo porque el protagonista sea un niño, sino por su toque nostágico. Hay que decir que al igual que en la serie, la película utiliza el recurso de la voz en off.
En el film se nos cuenta la pequeña historia de un niño de 11 años que se enamora de una niña de su misma edad a la que conoce en unas clases de kárate. Durante dos semanas irá comprobando como un sentimiento nuevo para él va creciendo en su interior, hasta llevarle al estado emocional por el que todos los enamorados pasan, y que en muchas ocasiones, nos hace comportarnos como verdaderos idiotas, nos atonta y nos desespera. Todo ello visto a través de los ojos de un niño.
El inicio de la película es absolutamente desternillante. En apenas dos secuencias, se gana al espectador con un par de reflexiones sobre las mujeres, mejor dicho niñas. Para a continuación empalmar con una escena en la que puede verse el desastrodo estado de un enamorado. A partir de ahí, en flashback, vemos como se ha llegado a tal situación. Cómo el amor toca por vez primera a un niño, en un momento en el que quizá sea demasiado pronto para estar pensando en el amor, pero tal y como se dice en la película, y como muchos sabemos, el amor no conoce de momentos ni de edad, el amor te encuentra, y cuando lo hace, una de dos, o eres el ser más afortunado del planeta, o estás jodido, o puede que ambas cosas a la vez. Puede que el film estire demasiado la premisa, que alargue demasiado algunas situaciones, o reacciones del protagonista, pero toca prácticamente todo lo referente a un enamoramiento, y lo hace con bastante simpatía. Incluso no puede evitar hacer la típica reflexión sobre la típica guerra de sexos, que ya desde pequeños existe, o nos la inculcan, quién sabe. Dichas reflexiones están realizadas con bastante humor, sin caer en la grosería y con total respeto hacia ambas partes, aunque quizá quién sale peor parado es el hombre (niño). Y, muy inteligentemente, se habla de la época adulta del amor, cuando éste ya dura varios años y corre el peligro de desaparecer, de perderse entre los recuerdos, los cuales han de ser rescatados para recuperar aquello que consideramos más valioso. Y lo hace reflejado en los personajes de los padres del protagonista, excelentemente combinado con la historia central.
Mark Levin sitúa la acción en una pequeña parte de Manhattan, y por supuesto hace partícipe a la ciudad de New York en la historia. Hasta tal punto que el espectador siente deseos de viajar a la gran ciudad, la ciudad de las ciudades. Tal sentimiento puede sentirse también en algunas películas de Woody Allen, y ya que lo nombro, decir que la sombra de Allen es muy alargada, ya que llega hasta este film. Otro de sus aciertos es que los niños parecen no pertenecer a la nueva generación de niños, los cuales se pasan todo el día hablando por el móvil o en Internet. Sorprendentemente, los protagonistas del film parecen quitados de la década de los 80, cuando las nuevas tecnologías todavía no habían inundado los hogares y los cerebros de los más pequeños. Hay un par de secuencias en las que el protagonista está jugando con una videoconsola, pero están bien insertadas en la historia.
Respecto a los jóvenes actores, decir que quién se lleva la palma es Josh Hutcherson, también visto en 'Zathura'. Habrá que seguir muy de cerca a este actor, porque está sencillamente estupendo en su papel, enormemente convincente, tanto en sus momentos de comedia, como en los dramáticos, los cuales no lo son tanto, ya que el film tiene un tono amable que se toma con humor el tema. Le acompaña Charlie Ray, en el papel de la niña, en su primer papel para el cine. Quizá no esté a la altura de Hutcherson, pero se compenetra perfectamente con él.
Una película correcta, con algunos defectos, como ciertos convencionalismos, y un uso excesivo de la voz en off, pero que puede verse con sumo agrado para pasar un buen rato viendo cómo, una vez más, se nos cuenta una historia de amor. Pero sin caer en las tonterías en las que el cine americano cae últimamente. Una historia sincera, divertida, cotidiana, que podría ser como cualquier otra, aunque cada historia es única.