Lucy. Anna. Nikita. Tres mujeres muy distintas, de nacionalidades muy distintas y con un pasado muy distinto, pero con una cosa en común: son perfectas máquinas de matar. Con motivo de su última película, vamos a recordar que la obra del director de títulos tan recordados como 'El profesional (Léon)' o 'El quinto elemento' se vuelve especial cuando sus películas llevan nombre de mujer.
Tres mujeres para un caradura
No está la cosa para andar con tonterías ni tomarse a la ligera los seísmos provocados en el mundo del cine. Escándalos que no parecen tener fin, documentales que los recrean y lluvias de denuncias y/o acuerdos extrajudiciales se han apoderado de los bajos del cine, y parece que nadie está libre de pecado.
El tiempo y la justicia decidirán qué hay de cierto y que no en el caso de Luc Besson, pero es indudable que el director francés ha ofrecido toneladas de diversión a los públicos del mundo.
'Nikita, dura de matar' (1990)
Nikita (Anne Parillaud) fue la primera. El primer amor. Punk, libre, alocado. En la frontera entre las dos etapas más horteras de la historia del vestuario del ser humano, Besson llevaba tres películas más o menos respetadas (a pesar de ser un título de culto, 'El gran azul' fue masacrada por la crítica) cuando inauguró su mundo personal de asesinos de élite.
De hecho, por momentos, parece un crossover entre los personajes de ese universo. La aparición del personaje de Jean Reno, un eliminador de altura, está tan arriba que poco después tendrá su propio vehículo personal con la película que presentaría al mundo a Natalie Portman.
Macarra, antisistema y romántica, 'Nikita' puede que tenga el plano de título de créditos más potente de la filmografía de un director que de vez en cuando sigue dando en la diana.
No olvidamos el impacto de la película en el mundo, que logró no solo su serie de televisión propia, también vio cómo Hollywood presentaba su visión en manos de un artesano de los que no quedan. Mucho cuidado, que el "why so serious" no lo inventó el Joker de Nolan.
Su carácter radical la convierten en una imprevisible máquina de matar salvaje y asilvestrada. Su capacidad de aprendizaje es también una amenaza. Nivel de alerta: 7.
'Lucy' (2014)
Después de 'Juana de Arco' y 'Adèle', Luc Besson volvía a las andadas. La elegida en ese caso fue 'Lucy', a la que Scarlett Johansson dotó de vida, energías y un sinfín de dotes especiales.
Aquí estamos ante una hermana perdida de esa época no tan lejana en la que Hollywood se empeñaba en tratar de refrescar el panorama superheróico con propuestas más o menos originales, como 'Push' o 'Jumper'.
La primera parte de 'Lucy' es divertidísima, alternando en un montaje paralelo el origen y ascenso de un ser superior con una conferencia de Morgan Freeman en pleno TED. Sin cortarse lo más mínimo, Besson presenta una suerte de 'Érase una vez el ser supremo' alternando escenas de documental con aires de campaña publicitaria tecnológica y un thriller del siglo XXI.
'Lucy' es un disparate realmente hermoso, con aires de cómic y de apenas noventa minutos. Y todo ello en un par de dimensiones. Como dios manda. Lucy se transformará en una diosa por culpa de las drogas. Manejará a su antojo todo lo que la rodea y logrará cualquier cosa que se proponga. Una especie de T-1000 orgánico. Nivel de alerta: total.
'Anna' (2019)
El último ligue letal (ficticio) de Besson es una joven rusa de aspecto angelical (Sasha Luss) a la que también ha transformado en una asesina internacional. Lo cierto es que en gran medida se trata de una revisión sofisticada del primer título de la lista.
'Anna' es como 'Nikita, dura de matar', pero en una versión madura, sofisticada, cansada del ajetreo punk de su juventud. De tocar en locales ocupados, de escupitajos y orines en el escenario. La criatura ha madurado y ha aprendido a tocar instrumentos de verdad.Podríamos decir que en este caso no hay evolución, puesto que resulta imposible mejorar a una máquina perfecta como la anterior, pero en este caso, como todo vuelve, no está de más recibirla con los brazos abiertos y aplaudir sus aires retro.
Al juego se apunta una irreconocible Helen Mirren y un par de hombres, al fin, floreros en el espionaje global. Un juego de muñecas rusas mucho más trepidante y entretenido que la mayoría de estrenos de un verano poco espectacular. Nivel de alerta: 7. Volvemos a empezar.
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