‘El llanto’ pone los pelos de punta y demuestra que el éxito de ‘As Bestas’ no fue casualidad. Isabel Peña firma una de las películas españolas del año

‘El llanto’ pone los pelos de punta y demuestra que el éxito de ‘As Bestas’ no fue casualidad. Isabel Peña firma una de las películas españolas del año

Ester Expósito protagoniza una propuesta insólita en el cine de terror patrio que llega a punto para Halloween

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El terror español lleva unos años de apertura a lo sobrenatural que empieza a asentar su producción a un nivel que poco tiene que envidiar a producciones internacionales, y si hace unos meses os hablábamos de una explosión que estaba pasando desapercibida, con títulos como ‘Hermana Muerte’ o ‘La espera’ liderando las últimas grandes muestras, se confirma ahora con la ambiciosa ‘El llanto’, que se estrena este 25 de octubre.

Dirigida por Pedro Martín-Calero, su debut en el largometraje es una colaboración hispano-franco-argentina, con rodajes realizados en Madrid, Buenos Aires y La Plata que se presentó con cierta recepción tibia en el Festival de San Sebastián, con algo más de aceptación en Sitges, algo que sorprende por la entidad de una película que se toma el miedo muy en serio y no pone ninguna excusa a su pertenencia al cine de género, quizá porque viene firmada nada menos que por Isabel Peña.

Un guion que se hace fuerte en sus incógnitas

La colaboradora habitual de Rodrigo Sorogoyen demuestra aquí que el éxito de las películas de aquel no es una casualidad y puede tener más que ver con su mano detrás más lo que parece, porque esta está plenamente al nivel de sus otros trabajos. La trama sigue a Andrea, interpretada por Ester Expósito, una joven que se ve acosada por una presencia invisible y aterradora. Este mismo ente parece que había atormentado a Marie, interpretada por Mathilde Ollivier, veinte años atrás y a diez mil kilómetros de distancia.

La conexión entre estas dos historias se encuentra en Camila, personaje de Malena Villa, quien parece entender lo que está sucediendo, aunque nadie le cree. Este lienzo complejo da lugar a una extraordinaria historia clásica de fantasmas, que en este universo son vistos a través de la realidad aumentada por las pantallas en la que el tormento es intergeneracional y femenino, abordando la opresión patriarcal y las relaciones de poder como ejes centrales de sus temas sugeridos, pero rara vez verbalizados, más allá de mostrar un mal que se “contagia” entre mujeres.

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Peña revalida su maestría en el texto fragmentado tras su arriesgada brecha en el punto de vista de ‘As Bestas’ (2022) y, habiendo ya ha metido bien las manos en el género a través del thriller, no muestra cautela ni ambigüedad para entrar de lleno en lo sobrenatural, dominando una narración de cronología sinuosa tomando referencias bastante insólitas en el cine de terror español como ‘El ente’ o algunos trabajos de Kiyoshi Kurosawa como ‘Seance’, ‘Retribution’ o ‘Pulse’, sin titubear al plantear saltos temporales y espaciales bruscos para ilustrar la universalidad del abuso que encarnan ciertos fantasmas.

Cuantas menos explicaciones, más escalofriante

Un detalle que conecta con la moda viral actual del analog horror, siempre con el constante del diálogo entre tecnología y el medio de vídeo, casi una tesis dentro de la película, siempre marcando e uso de redes sociales o webcams como decodificador de las apariciones, funcionando en paralelo con la videocámara del pasado. En cualquier caso, nada casual si reflejamos la utilidad de la imagen grabada como vértebra de demostración de la verdad, un instrumento cada vez más habitual para poder demostrar agresiones a mujeres que de otra forma no pueden ser creídas.

Hay diversas narrativas de la angustia de la mujer maltratada como el miedo a salir de casa, la vigilancia constante, la depresión y la incomprensión del entorno que se camuflan en la historia sin hacer un subrayado de más, pero dejando la opción de conversación abierta. La mayor fortaleza de su propuesta es que no se explican de más las situaciones, de hecho, no hay resolución al misterio que se plantea, tan solo existe y por ese motivo es mucho más escalofriante y amenazante.

Y la veracidad y la confianza en el relato son claves también dentro de la ficción, ya que, como el personaje de Barbara Hershey en ‘El ente’, la impotencia de no poder demostrar que las apariciones son ciertas alimenta el aislamiento de la víctima y el poder del fantasma, que se aparece también de forma insólita en reflejos, en uno de los elementos menos perceptibles a primera vista. Toda la película está plagada de espejos, reflejos, celdas virtuales de cristal en donde sus personajes dudan constantemente de estar siendo perseguidas por algo invisible.

Horrores liminales y un puzzle

Pero ‘El llanto’ no se queda en esa idea, y amplía su terror gracias a unos saltos espaciales que sugieren la imposibilidad de escapar a través de un enigmático edificio, en cuyas cercanías se escuchan lamentos de mujeres. Una idea inquietante que invoca los lugares malditos y el horror del misterio arquitectónico brutalista del corto ‘The Black Tower’ (1987), o la tradición de rascacielos embrujados de ‘Poltergeist 3’ (1988), conectando también con la nueva tendencia del terror ubicada en los espacios liminales.

Exposito

‘El llanto’ puede resultar desigual en sus segmentos, porque no distribuye sus momentos de terror de una forma convencional, en lugar de sustos periódicos al estilo Hollywood, va contando la historia mientras sus apariciones surgen y son determinantes para alterar también la narrativa, está vez con algunas escenas que ponen los pelos de punta. También hay cierta imaginería recurrente como los ojos en primer plano, ya sea por la cámara como en una pantalla de cine, poniendo en primera fila el testimonio, el portal a la verdadera realidad, sea una lente artificial o humana.

Y es que la dirección de Martín-Calero es, además de elegante, muy rica en información visual, como la superposición de capas, por ejemplo, en la ventana de un coche en donde vemos a Andrea con el reflejo del siniestro edificio, ejerciendo su atracción constante. Además de una tensa atmósfera claustrofóbica, sus escenas más intensas, con cadencias J-horror que invierten el tropo habitual del espectro que busca venganza, son acompañadas con una banda sonora coral femenina que remite a los temas del sufrimiento colectivo, de igual forma que lo hace la de ‘La última profecía’, volviendo a demostrar el pulso de un cine patrio que no desentona en las vanguardias del género.

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