King Kong, Jackson humaniza a la bestia

King Kong, Jackson humaniza a la bestia
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"La bestia vio el rostro de la bella, y ella paró su mano...Y el corazón de la bestia le perteneció para siempre", dice Carl Denham (Jack Black) en el momento de la película que presenta a King Kong, la octava maravilla del mundo, en Nueva York. Y es que Peter Jackson, en su soberbio King Kong, porque la película, aunque sea un remake la hace suya, ha humanizado a la bestia, contándonos su historia de amor con Ann Darrow (Naomi Watts).

Cuenta Peter Jackson que cuando vio el King Kong de la RKO se quedó tan enamorado de la historia, que fue esa película la que le decidió convertirse en director, y que un buen día se atrevería a contarla de nuevo. Cuando ya lo tenía previsto, hacia 1997, el estreno de otras películas con grandes simios como protagonista hicieron que, a pesar de tener el guión escrito, su proyecto se retrasase y se decidiera a adaptar 'El señor de los anillos'. Y ese punto de inflexión, fue el que le permitió a Jackson conocerse a si mismo y también demostrarle que era capaz de enfrascarse en una película con un presupuesto desorbitado, y conocer la evolución de los efectos digitales. Esos mismos efectos que le permitieron crear un personaje digital como Gollum, encarnado en realidad por el actor Andy Serkis. Ese hallazgo, lo vuelve a repetir, con acierto, en King Kong y con el mismo actor. Y es que este dato permite que el gran simio actúe (además a lo grande), con unas réplicas con Naomi Watts, que belleza y que expresividad tiene esta actriz, sin apenas diálogos, que logran descubrirnos que entre ambos personajes empieza a surgir algo.

El logro de humanizar a King Kong, gracias a unos espectaculares, en ningún momento dejan de asombrarte, efectos especiales, hace que nos identifiquemos más con la historia. Identificados por Jackson y sus guionistas en pequeños detalles, como en la escena en la que Ann busca refugio en King Kong cuando va a ser atacada por los T-Rex, y vemos como la bestia, con un simple gesto de la mirada, se conmueve. O las dos escenas, con la puesta de sol de fondo, en momentos diferentes de la película, en la que se dicen lo preciosa que es la vista. Son algunos, de los muchos aciertos, que demuestra el genio creador de Jackson.

Para su King Kong, Jackson decide emplear tres horas, que en ningún momento se hacen largas y se disfrutan por completo. Dividiéndola en tres actos, de una hora aproximada de duración cada parte, donde sitúa la historia (acierto completo ambientándola en los años de la Gran Depresión), nos presenta a los personajes y nos da pistas sobre ellos, preparándonos para la impactante segunda hora de película. Y es que en el mismo momento en que el Venture se adentra en Skull Island (la isla de la caravela, todo un hallazgo de ambientación), empieza, con pocos tiempos para respirar, una montaña rusa visual, que se va engrandeciendo desde el mismo momento en que vemos por primera vez al simio (se nota que este es el personaje que más le interesa a Jackson), así hasta descubrir sus verdaderos sentimientos, que no son otros que terminar luchando por aquello a lo que ama. Esta segunda hora de película es de lo mejor en cine de aventuras que he visto en tiempo. Todo un torrente. Y principalmente porque pone la acción y los efectos al servicio de la historia (sin la pelea, no comprenderíamos muchas cosas)

Para la última parte de la película, lo que podríamos llamar el desenlace, Jackson decide dar rienda suelta a la historia de amor, quizá se deja llevar por algún detalle sensiblero, pero los últimos treinta minutos, sin diálogos, con la expresividad de los rostros de sus dos actores protagonistas, que cruces de miradas, deja que sean las imágenes las que hablen y nos preparen el camino hasta el final en el mítico Empire State Building...

Uno seguiría escribiendo sobre King Kong sin parar, no sólo porque es una grandísima película, sino porque sus creadores te enganchan a la historia, te entretienen como cualquiera de las grandes películas de aventuras, y, algo que siempre le pido a una película, me logran emocionar. Y todo eso sabiendo, cuando entramos al cine, cuál es la historia y muchas de las cosas que van a suceder. Y por ahí está el mayor acierto. En la tremenda sorpresa que uno se lleva al final, cuando sabe que ha sido un dinero bien invertido. Ya que como King Kong, toda bestia lleva un humano dentro, con su corazón, y que también caemos rendidos ante la belleza... aunque está venga a 24 imágenes por segundo.

Como comentaba una niña al acabar la película, ¿para cuándo la segunda parte? Una lástima, porque de verdad es memorable.

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