La llegada de ‘El irlandés’ a Netflix ha estado marcada por varias polémicas. Que si era mejor verla en formato miniserie -hasta se hizo una división en cuatro capítulos que tenía su lógica-, que si no era mas que otra película de “señoros” como tantas otras -aunque no han faltado las reflexiones desmontando esa ya de por sí endeble teoría- o, la que nos interesa ahora, si era una película que había que ver en pantalla grande para disfrutar plenamente.
Era de esperar que Martin Scorsese defendiese eso último, pero ‘El irlandés’ ha llegado a una cantidad limitada de cines y no todos han tenido la oportunidad de hacerlo. Por mi parte, el primer visionado de la película fue en pantalla grande y no lo cambiaría por nada del mundo, pero la curiosidad me ha llevado a revisarla ya como parte del catálogo de Netflix para ver si la experiencia se ve realmente afectada.
Las distracciones están a la orden del día
Además, lo he hecho siguiente la línea de dividir su visionado en varias partes. La primera hora y media -spoiler: hasta que se anuncia el asesinato de Kennedy- la reviví en mi iPad -el propio Scorsese dijo recientemente que desaconsejaba ver sus películas en el móvil, pero que quizá podría valer un iPad- durante un viaje de larga distancia entre Bilbao y Madrid y el resto en casa en diferentes tandas, porque seamos justos, es cierto que en en las salas cada vez existen más molestias que enturbian la experiencia de verla en pantalla grande, pero en tu hogar van a surgir multitud de cosas que te distraigan.
Ya sea la necesidad de ir al baño sin querer perderte nada, una llamada de teléfono inoportuna o que te acuerdes repentinamente de otro asunto que tienes que atender con urgencia. Lo que realmente resta a la película por este lado no es nada de su contenido, sino que el receptor de la misma puede desconectar, aunque solamente sea durante unos segundos, con mucha más facilidad. Por ejemplo que el revisor del tren te pida hacer una comprobación rutinaria de tu billete. Ahí no puedes esperar a que acabe la escena e incluso puede que dejes de prestar atención, aunque sea durante unos segundos, en una conversación que igual tiene más importancia de lo que parece.
Ese es el primer gran obstáculo, porque se exige un compromiso más difícil de cumplir que en una sala de cine. Dicho esto, cualquiera que sea capaz de aislarse completamente puede salvar esa pega, pero los que no lo hagan también tienen la solución de dividir el visionado de ‘El irlandés’ en varias partes. Yo lo he hecho con alguna película -aunque sobre todo en aquellas que por lo que sea no me estaban gustado, porque el sueño me vencía o cuando se trataba de un revisionado- e incluso con episodios de alguna serie.
Los detalles que se quedan por el camino
No están pensados para verse así, pero a veces no queda otra por nuestro ritmo de vida y seguro que algo nos perdemos. Cuando confirmó que en ningún momento había pensado en ‘El irlandés’ como una miniserie, Scorsese apuntó que “la clave de esta película es la acumulación de detalles. Es el efecto de acumulación al final de la película” y resulta difícil llevarle la contraria cuando la enorme fuerza del tramo final de ‘El irlandés’ se apoya de forma indiscutible en todo lo que hemos visto con anterioridad.
La cuestión entonces está en saber en hasta qué punto eso se ve afectado al dividir su visionado en trozos y varios días. El problema en mi caso es que uno no se enfrenta de la misma forma a la primera vez que ve a una película que al resto de ocasiones -si es que llegan a tener lugar-, por lo que quizá de forma inconsciente me permití distraerme en algunos momentos -seguramente también ayudó que estaba volviendo a mi casa haber acudido el día antes a la misa por la muerte de mi abuelo-. Además, estaba acompañado por alguien que estaba haciendo otras cosas y cuando requería mi atención, simplemente paraba la película. Hacer eso en cines resulta inimaginable.
Eso lleva a que uno pueda pasar por alto detalles esenciales para poder entender lo que Scorsese quiere contarnos en ‘El irlandés’, pero es que eso es algo que uno también puede pasar por algo la primera vez que la ve, o incluso querer valorarlos antes de tiempo en lugar de esperar a que adquieran una importancia mucho más allá de lo que podría aparentar inicialmente. Pienso en cómo han leído algunos la paliza del personaje de De Niro al frutero cuando es una escena esencial en la película para entender la relación con una de sus hijas.
Y es que ‘El irlandés’ es una película reposada pero que nunca se detiene más de la cuenta en nada de lo que presenta pero en la que todo va aportando a lo que viene después. Si ya hay veces en los que uno se olvida de algunos detalles cuando ve una película de una sentada, ese efecto se multiplica cuando optas por una forma de verla que va contra de su naturaleza -¿acaso te vas a acordar perfectamente de lo que respondía el personaje de Al Pacino al de Stephen Graham cuando le pedía ayuda en la cárcel si igual pasan varios días entre que ves esa escena y otra más tarde en la que vuelven a interactuar y lo sucedido entonces tiene una gran importancia?-, sobre todo con una de estas características.
El apartado visual
En el apartado visual está claro que Scorsese busca en todo momentos los retoques digitales para rejuvenecer a los actores se noten lo menos posible. Es cierto que la tecnología ha avanzado una barbaridad, pero el resultado no es impecable, sobre todo cuando ha de mostrarlos especialmente jóvenes. Esto es algo que me llamó más la atención cuando la vi en cines, no sé si porque para la segunda vez ya conocía el resultado o puede que sea porque al optar por una pantalla más reducida -mi iPad no llega a las 10 pulgadas frente a las 15 de mi portátil y las 42 de mi televisor- se percibe menos.
A cambio hay que tener un detalle muy importante a la hora de verla en Netflix: la calidad de la compresión de la película en la plataforma -la versión offline a la que me daba acceso la plataforma ocupaba poco más de 840 megas- y la capacidad de tu conexión a Internet -300 megas en mi caso de la mano de O2-. A nivel usuario resulta prácticamente imposible alcanzar una calidad equiparable a una proyección en pantalla grande en buenas condiciones en un caso así.
Ni mucho menos hace daño a la vista, pero se nota que la definición de la imagen no es la ideal, aunque al menos yo no tuve ningún corte de conexión, que ese tipo de interrupción resulta especialmente molesto, pero es que en un cine también puede darse el caso de que falle la copia y te acaben mandando para casa sin poder acabar de verla. No fue el caso con 'El irlandés', pero sí me sucedió recientemente en el pase de 'La trinchera infinita' y tuve que volver días después retomándola desde el principio.
Habrá quien vea eso como una pega menor, pero también hay gente para la que es suficiente con ver una película en el primer screener que salga online. La cuestión es verla sin importar las condiciones y si realmente queremos hacer una comparación justa entre verla en pantalla grande o hacerlo en la comodidad del hogar -o incluso de viaje aprovechando el modo offline de Netflix- es algo que hay que tener en cuenta.
No obstante, lo que no se ve afectado de ninguna forma la veas como la veas son las prodigiosas interpretaciones de su reparto, la sensacional puesta en escena de Scorsese y el intachable trabajo de montaje de Thelma Schoonmaker. Bueno, quizá algo sí por verlas troceadas -que habrá quien corte a lo bruto en mitad de una escena como algunos canales de televisión para introducir el corte publicitario- y perdiéndose detalles más o menos importantes en función de cuando algo nos distraiga pero que siempre van a ir aportando algo a lo que está por venir.
Eso sí, siendo justos el lugar ideal para ver cualquier película es una sala de cine con un proyector ajustado correctamente, unas butacas cómodas y otros espectadores que simplemente quieran ver la película y no hacer otras cosas. Eso es algo que no siempre se cumple y tampoco podemos ver absolutamente todas las cintas en pantalla grande. Lo que nos queda es un mal menor y a partir de ahí a veces podremos adaptarnos a lo que la obra requiera de nosotros, pero otras veces será al contrario.
Que cada cual haga lo que crea oportuno
Por mi parte, estoy en contra de cualquier forma extremadamente purista de ver las cosas. No voy a decir que todas las formas son válidas -me parece una aberración esa moda de ver series a velocidad superior a la real-, porque a veces parece que existe una necesidad de ver algo y nos olvidamos de disfrutarlo simplemente para estar a la última.
Más allá de eso está la importancia que cada uno demos a la película -o la serie- en cuestión. Para mí ‘El irlandés’ era una película esperadísima que quería paladear en todo su esplendor, pero también hay series o películas que me puse a ver por estar haciendo tareas del hogar. En algunos casos acababa parándolas para retomarlas más adelante desde el principio en otras condiciones, pero otras veces simplemente seguí así hasta acabar sin sentirme culpable. Probablemente no fue justo con dichas obras, pero para mí cumplieron lo que quería de ellas.
Si viéndola en casa y dividida en varios tramos es la forma en la que sabéis que vais a disfrutar más de ella, no le veo el problema. Quizá así no os llegue lo que Scorsese buscaba, pero la relación del espectador con la película va más allá de lo que busca su creador, encontrando significados donde quizá no los haya o abordándola desde otro punto de vista diferente al esperado.
No diré que es mejor que no verla -anda que no hay películas de duración especialmente generosa que tengo pendientes desde hace años o en algún caso ya empieza a ser más apropiado hablar de décadas por no encontrar el momento adecuado en el que tener tantas horas y estar con ganas de verlas-, pero despreciar esa posibilidad es un error. Que cada cual haga lo que crea conveniente.
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