'Instinto Básico 2', o cómo reirse del espectador

A estas alturas ya no sé que es peor, si un remake o una segunda parte. Supongo que ambas tienen sus atractivos. La segunda parte puede ofrecernos más cosas sobre unos personajes que nos hayan gustado, en caso contrario puede martirizarnos. El remake tiene la posibilidad de ofrecer una nueva perspectiva o un nuevo tratamiento sobre una historia que nos haya gustado, en caso contrario puede martirizarnos. Corremos tiempos en los que la sequía de ideas originales es realmente alarmante, y a pesar de que todo lo que se hace al respecto no es malo, está muy claro, y a nadie debe sorprenderle, que tanto las segundas partes como los remakes, se hacen para sacarle más provecho a la gallina de los huevos de oro, sin importar que el espectador disfrute o no, mientras page su entrada.

Sharon Stone es una mujer guapa, a ratos es buena actriz (creo que muy desaprovechada), pero de lo que no me cabe la menor duda, es de que eligiendo sus proyectos es completamente una inútil. Ya demostró en ocasiones anteriores el no tener ni la menor idea a la hora de rechazar o aceptar tal papel. Pero aquí ha metido la pata hasta el fondo, ya que pensaba que interpretando al personaje que le lanzó a la fama mundial, iba a recuperar las mieles del éxito. Y no ha sido así. Estrenada este pasado fin de semana en prácticamente todo el mundo, la película se ha dado un batacazo en taquilla, que la actriz recordará el resto de su vida. Y es que no es para menos, ya que nos encontramos ante una de las tomaduras de pelo más descaradas y desvergonzadas de toda la historia.

Nos encontramos en Londres. Catherine Tramell es una novelista de éxito, que será sometida a un examen psiquiátrico, por haber protagonizado un aparatoso accidente en el que ha muerto un hombre. Debido al pasado de Tramell, Scotland Yard sospecha que dicho accidente en relaidad ha sido un asesinato. Así pues, el doctor Michael Glass atenderá a Trammel, y poco a poco ella le irá atrayendo hacia un mundo de sexo desenfrenado, en el que no hay más que personas que mueren misteriosamente.

Primero de nada decir que Michael Caton-Jones no es Paul Verhoeven ni de lejos, el cual le quitó un gran partido al guión de la primera parte, a pesar de sus trampas, y lo hizo extraordinariamente. Aquí eso no sucede ni en broma. Toda película de suspense tiene sus pequeñas trampas, hay que encandilar al espectador, para que cuando menos te los esperes, soltarte alguna sorpesa, y hay que hacerlo bien para que uno no se dé cuenta, disfrute y salga contento del cine. Eso tampoco ocurre aquí, ya que se sale del cine deseando matar a alguien, con un picahielos o no, ya que sus responsables, tanto el director como la señorita Sharon Stone, se han reído del público hasta decir basta.

La historia no tiene ni pies ni cabeza. A la media hora uno ya está aburrido, y aunque se aguanta hasta el final para saber qué es lo que ha pasado y quien es el asesino, o asesina, es uno de los tormentos más grandes a los que haya tenido que asistir. La sensación de incredulidad no te abandona en ningún momento de la proyección, cosa a la que no le das ninguna importancia porque enseguida se es consciente del tipo de película que estamos viendo. Sin embargo, llegados al punto final, uno no puede salir de su asombro. Los tres minutos finales, la pirueta de guión, la sorpresa, el "no te lo esperabas,eh", es en realidad una grandísima chorrada que no hace si no insultar la inteligencia del espectador, de cualquier espectador, incluso del que no ha visto una película en su vida, el cual será capaz de demostrar sin el más mínimo problema, que ese final en el que se explica todo, es absolutamente imposible que sea cierto, ya que a parte de madar al garete todo lo visto hasta ese momento, está malditamente mal resuelto, y puesto simplemente para que nos sorpendamos, cuando lo que realmente ocurre es que nos morimos de la vergüenza.

Realizada 14 años después de la anterior, resulta encima, que es mucho más light. Las escenas de sexo, aunque se crea lo contrario, son mucho menos efectivas, y sólo hay un par de ellas. Respecto a la violencia le pasa lo mismo, totalmente gratuita e innecesaria, ya que tampoco han sabido tratarla bien. En estos dos aspectos el film original le gana con creces, bueno, realmente le gana con creces en todos los aspectos. Por no hablar de un montón de escenas metidas sin explicación alguna, como la de la foto, insertada entre dos secuencias para sabe Dios qué. Además, en esta película el picahielos ya no tiene ningún protagonismo, a no ser que sea un guiño a la película de Verhoeven, un guiño mal hecho, debido a su estupidez. Luego tenemos escenas para la posteridad de lo malas que son, como las miradas de desconfianza que se lanzan dos personajes dentro de un coche, que da verdadera risa. O uno que no me resisto a comentar: cierto personaje tiene unos auriculares puestos, al lado tiene un teléfono que está sonando, y evidentemente no oye, porque claro, lo que escucha por lo auriculares debe de estar a un volumen estratosférico. De repente, a lo lejos, oímos una puerta que se abre con un pequeño sonido seco, pero no lo oímos sólo nosotros, el personaje con sus auriculares también. Por favor, que no somos idiotas.

El trabajo actoral da risa. Stone nunca debió de volver sobre su famoso personaje. Aquí no tiene ni la mitad de morbo ni atracción que en la anterior película, y se pasa todo el rato mirando para la cámara con cara de mala, cara que no sabe poner. Respecto a su compañero, David Morrisey, podríamos decir que es el único que intenta tomarse en serio su papel, pero lamentablemente, la inutilidad de la historia impide que se luzca, y es que no hay nada peor para un actor, que intentar hacer un buen trabajo en medio de una película que se cae a pedazos por todos los lados. Del resto de actores no voy a hablar, son simples marionetas al servicio de un guión absurdo, a las que sólo falta que les veamos los hilos que las sostienen.

Un enorme bodrio, totalmente desproporcionado, que demuestra que el éxito de la anterior película no fue cosa de Sharon Stone, que por aquel entonces era casi una desconocida, a la cual un director con talento supo dirigir y convertirla en una femme fatale única. Sharon Stone, por sí sola, no tiene tirón taquillero, que no se engañe. No hay duda de que el éxito de aquella película, a parte del tema, y de las altas dosis de sexo, fue cosa de Verhoeven y Michael Douglas, a los que considero desde hoy mismo las dos personas más inteligentes del planeta.

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