Mucho antes de consagrarse como uno de mis cineastas de género predilectos gracias a pequeñas joyas como 'Insidious' o 'Expediente Warren', James Wan hizo alucinar a mi yo adolescente con 'Saw'; una artificiosa mezcla entre el thriller psicológico al uso y el torture porn con una aproximación visual hija de su época que, en aquél momento, no pudo dejarme más satisfecho.
Pero mi amor por la franquicia a la que dio lugar tan sólo se extendió durante dos entregas más; desconectando por completo tras una 'Saw III' que ya no tuvo nada que aportarme, y que me aburrió sobremanera con su modo de estirar el chicle y reciclar elementos sin un atisbo de innovación. El impacto inicial se había diluido entre una sensación de repetitividad que confirmé después de vistazos furtivos a títulos como 'Saw VI' o 'Jigsaw'.
Pero hace cosa de un año, una pequeña luz de esperanza comenzó a iluminar el horizonte. Una posibilidad de reconciliación con la saga bajo la forma de un reinicio en el que Darren Lynn Bousman, director de las tres primeras secuelas, tenía la oportunidad de dejar atrás los signos de agotamiento de la fórmula y traer un soplo de aire fresco con unas cuantas ideas nuevas y un nuevo reparto. Pero, lejos de esto, 'Spiral: Saw' ha vuelto a darnos otra versión descafeinada de lo que vimos hace ya casi 20 años, pero con el peso del tiempo agravando todos sus defectos.
Regreso al pasado
Puede que peque de iluso, pero lo que espero de un reboot, al menos sobre el papel, es una aproximación a las ideas del material original tras un lavado de cara lo suficientemente exhaustivo como para sugerir estar ante algo medianamente nuevo. En lugar de esto, Bousman ha optado por tirar del manual "cómo hacer una película de 'Saw' en diez sencillos pasos" para moldear 90 minutos que no han hecho más que recordarme por qué perdí el interés hace ya una larga temporada.
Esto empieza por el tratamiento formal del filme. No voy a negar que, en 2004, el uso de speedramps repentinos para acentuar movimientos de cámara y la realización videoclipera a lo MTV fuesen la bomba; pero no he podido menos que echarme las manos a la cabeza al ver cómo el director ha vuelto a echar mano de los mismos recursos en pleno 2021, subrayando las señas de identidad —anti—estéticas de la franquicia desde su rutinaria secuencia de apertura.
Lo mismo podemos aplicar a una gestión de la tensión y el suspense escudada bajo un diseño de sonido estridente, caótico y ruidoso, que no teme en utilizar la ajada carta del jumpscare de un modo especialmente cansino, y que termina convirtiéndose en un mecanismo de comedia involuntaria —las subidas de volumen cada vez que le ponen a alguien una toalla en la cara son realmente tronchantes—.
Y el gore... ¿qué hay del gore? Si bien es de lo poco interesante que tiene ‘Spiral’ —de hecho, se eleva como su principal reclamo—, y aunque siempre sea un placer ver salvajadas de este corte en pantalla grande, la hortera ejecución de las escenas, sumada al hecho de estar curado de espanto después de la retahíla de animaladas que hemos ido viendo desde el auge del torture porn, me han hecho permanecer impasible. Lo que antaño era diversión e impresión a partes iguales, ahora es rutina y escepticismo.
¡Miradme, soy el antagonista!
Pero, como suele decirse, el hábito no hace al monje, y más allá de aspectos formales, lo que de verdad importa en cualquier tipo de producción es su narrativa. Desgraciadamente, ‘Spiral’ me ha dado una de cal.. y otra de cal; comenzando por una estructura deslavazada voluntariamente para jugar al despiste de una forma obvia, chabacana e inefectiva.
Por mucho empeño que ponga en desviar la atención, no es complicado deducir el “gran” giro final —desvelado con la típica secuencia de montaje que te explica lo poco perspicaz que eres— de guión antes de que termine el primer acto de la cinta. De hecho, parece que sólo haya faltado que el departamento de vestuario colocase al antagonista un chaleco reflectante con un letrero luminoso en el que que se lee la palabra “culpable” para hacer más obvia la revelación del clímax; lo cual confirma nuevamente estar ante una obra que lleva rehaciéndose en bucle desde hace eones.
Llegado a este punto, sólo me quedaba agarrarme al último clavo ardiendo que podría acercarme de nuevo al universo ‘Saw’: un nuevo protagonista a la altura, carismático, con el que empatizar y con el que desentrañar los misterios de la historia. Tampoco ha habido suerte, porque Chris Rock, además de articular una interpretación realmente histriónica y antipática —¿por qué grita constantemente?— y salpimentada por lo que parecen ser monólogos de stand-up comedy salidos de la nada y fuera de tono, hace flaco favor al canalizar un discurso sobre la brutalidad policial tan vigente e interesante como desaprovechado.
Puede que, para un fan acérrimo, ‘Spiral’ sea un auténtico deleite con el que reencontrarse con las bases de una saga que, en realidad, nunca se había ido; pero para alguien como yo, que casi buscaba un pequeño milagro, todo se ve reducido a un thriller de segunda división que se aferra de refilón a la marca ‘Saw’ como un gran salvavidas que despierte simpatías, indulgencia y, con suerte —y lo digo de corazón—, le haga funcionar como un tiro en taquilla.
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