Gente di Roma se estrenó el 25 de noviembre, pero hasta hace unos pocos días no he podido ir a visitarla.
No, no, no quería decir verla, quería decir visitarla, porque Gente di Roma es como uno de esos viajes, medio improvisados, en los que en la búsqueda de una ciudad, en un momento de despiste, acabas encontrándote con sus habitantes, con su esencia, con una historia cotidiana, y de repente dejas de sentirte un extraño, perdido en un parque de atracciones. Y es entonces cuando comienza el auténtico viaje.
La Roma que nos muestra Ettore Scola, es la Roma que normalmente permanece invisible para el turista. El director prescinde de los monumentos, los tópicos, los homenajes, sustituyéndolos por personas, miradas, palabras, pequeños fragmentos de la vida de sus habitantes, en ocasiones triviales, pero en otras, como la del abuelo resentido que avergüenza a su hijo en un restaurante, cargadas de emotividad y de sentido. Incluye también algunos diálogos realmente brillantes, como el mantenido en un autobús sobre la reacción de los romanos ante la inmigración. El mismo autobús que recorre Roma, y que sirve como conexión, de unos puntos de la ciudad con otros, de unos personajes, a otras historias.
Un planteamiento equilibrado, donde los aspectos positivos, se entremezclan con los negativos, sin determinar una sentencia. Una película que simplemente muestra, sin juzgar, dejando al espectador sacar sus propias conclusiones.
Una forma diferente de conocer Roma, desde dentro, como una especie de infiltrado invisible, accediendo a sus secretos, y a sus auténticos órganos vitales.