A la hora de realizar la quiniela sobre los Oscar, en el apartado de Mejor película de habla no inglesa, me decanté por esta película, simplemente influenciado por alguna buena crítica que había leído, por el tipo de film oscarizable que es al tratarse de una película claramente antibélica (bueno, aún no he encontrado un film de guerra que sea probélico), y también por ser de nacionalidad francesa, y así podían haberse resarcido de no dar el año pasado el premio a 'Los Chicos del Coro', cinta también de nacionalidad francesa. El caso es que, como casi siempre en esa categoría, fallé, y sin embargo, a mi juicio, y de las tres de las cinco nominadas que he visto, la considero la mejor. Eso no significa que la considere una gran película, de hecho no me parece que se merezca ni siquiera haber estado nominada.
La película narra hechos reales acontecidos durante la Primera Guerra Mundial, en el frente, en la Navidad de 1914, cuando en la Nochebuena de aquel año, los soldados alemanes, franceses e ingleses decidieron hacer un alto el fuego y confraternizar entre ellos, llegando a intercambiarse bebida por chocolate, cartas, cantar juntos canciones de navidad, contarse sus cosas, y pasar absolutamente de las órdenes que cada bando tiene de sus respectivos superiores. Eso será un problema, porque ya se sabe que hay que hacer la guerra, no el amor.
La idea del film es bastante loable, o habría que decir bonita. A nadie le va a parecer mal que una película trate este tema, al contrario, todos se sentirán a gusto de ver como un montón de soldados intentan conocerse en lugar de dispararse los unos a los otros. Una historia muy humana para que todos se sientan enternecidos, cosa que sucede por momentos, ya que el film peca en algunos instantes de ser un poco blandengue, con lo que pierde fuerza. El guión no está del todo bien definido, aunque la historia avanza de menos a más, llegando a una media hora final en la que todo está más que correcto. Es esa parte la mejor del film, el cual por cierto, no aburre en ningún momento. Por lo que respecta a la puesta en escena por parte de su director, Christian Carion, ocurre exactamente lo mismo. Digamos que empieza siendo muy pobre, para terminar de forma sobria y convincente, y con alguna que otra secuencia bastante destacable.
Sin embargo, creo que una de las cosas que le impiden ser una gran obra, es la pésima interpretación de casi todos sus actores. Para empezar, Diane Kruger, que últimamente combina bastante sus trabajos en Hollywood con lo que hace en Europa, está sencillamente fuera de lugar, interpretando a una cantante de ópera que se acerca a las mismísimas trincheras a animar a los soldados. Kruger evidentemente no es cantante, asi que cuando canta, no es su voz la que oímos, y se nota muchísimo. Y a pesar de que el movimiento de los labios coincide con lo que escuchamos, sus expresiones faciales no van acorde con la música, resultando increíble y casi cutre. Pero la Kruger por lo menos es guapa, ya que a su compañero, Benno Furmänn, le pasa lo mismo. Interpreta a un tenor, y claro, el actor no es cantante, y se nota todavía más, a parte de que en este caso, el resto de su interpretación es sencillamente penosa, incapaz de transmitir el más mínimo sentimiento.
En el resto del reparto nos encontramos con alguna cara conocida más, como Daniel Brühl, actor últimamente muy activo, interpretando a un jefe alemán. Y Gary Lewis, el padre de 'Billy Elliott', que interpreta a un cura escocés que en el campo de batalla coge su gaita escocesa para entonar algunas canciones, entre ellas el famoso 'Noche de Paz', pieza fundamental en la película, en una escena que chirría un poco, ya que se mueve, sorpendentemente, entre lo facilón y lo emotivo. Personalmente, a mí me parece fantástico que lo que une a los bandos enemigos es la música, el idioma más universal de todos, y decir que amansa a las fieras es quedarse muy corto.
Hablando de música, a destacar la estupenda banda sonora de Philippe Rombi, enormemente emocionante, muy superior a las imágenes. También salen temas clásicos, como el Ave María.
Una película correcta, que se queda a medio camino a la hora de trasmitir un mensaje antibélico, y que navega bajo la sombra de una de las más grandes obras maestras jamás realizadas, 'Senderos de Gloria' de Stanley Kubrick, película a la que recuerda bastante, pero no tiene ni la mitad de fuerza. Aún así, no merece ser menospreciada.